martes, 15 de mayo de 2018

Procedencia

Ráfagas de la hora violeta, sobre la Glorieta de López de Hoyos. AJR, 2018.
(Resonancias🚏⛲️). «¿Y tú, de dónde eres?», suelen preguntarme a veces aquellos, cada vez menos, desconocidos con los que trabo contacto. Sé bien que es cierto acento en el habla, un deje no fácilmente identificable aunque perceptible (la herencia talaveritana antes que talabricense, me temo), lo que mueve más que otra cosa esa curiosidad. Una vez, hacia 1983, el poeta Gil de Biedma, al descender de un taxi que nos había trasladado desde el hotel Velázquez hasta la Sala Olimpia (hoy Valle-Inclán), para asistir al estreno teatral de una obra de Gil Albert, me lo preguntó dando por supuesto que había captado la procedencia pero le costaba afinar: «Y tú, Alfredo, ¿de qué parte de Andalucía vienes?», me dijo. No tardé en aclararle el equívoco, aunque dando algún rodeo. Hoy le hubiera contestado de otro modo: soy un madrileño de origen gallego nacido en Talavera de la Reina, provincia del extremo de ninguna parte. Eso es, en realidad, lo que me siento: un hijo de al menos tres patrias que son ninguna y podrían multiplicarse hasta el infinito, al albur de cualquier entusiasmo provisional o duradero que merezca la pena. Como la mayor parte de mi vida, y con mucha diferencia, la he vivido en Madrid, de acá me siento. Y Madrid es el primer nombre que se me viene a la cabeza cuando pienso en el Lugar. Sin que por ello me olvide —al contrario: la edad acentúa y acrecienta las querencias del pasado— de los sitios vividos: Talavera, Salamanca, La Vid, San Lorenzo de El Escorial, Ribeira Sacra, el Mar Menor... Hace unos años, también por estas fechas isidriles, lo dije en este poema, que hoy suscribo completamente, antes de irme pa’ las Vistillas a ver a mi amigo Santi, que vive en Don Pedro y estos días tiene la murga debajo mismo de la cama.

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