La música de Triana, uno de los grupos pioneros del flamenco-rock (y para mi gusto el que con mayor acierto consiguió una fusión equilibrada y con carácter propio), no envejece con el tiempo. O, si lo hace, lo hace con arrugas tan verdaderas y cálidas que no son más que nuevas razones para seguir amando sus canciones.
Los ritmos y las letras de Triana no sólo eran una novedad radical en el mundo del flamenco, con el que indudablemente entroncaban. Al mismo tiempo, abrían una veta hasta entonces inédita (o casi) en el horizonte de la poco menos que inexistente música progresiva ibérica.
Detrás de Triana y de la personalidad de su líder, compositor y vocalista, Jesús de la Rosa, estaba la sugestión de la psicodelia subrayada como una apertura de "las puertas de la percepción" asociada, con osadía sin duda frívola pero también huxleyiana e inevitable, al consumo de determinadas sustancias. Pero a la vez –y sin que fuera un asunto distinto–, latía allí de modo evidente la necesidad de rebelión frente a un negro panorama político y social asfixiado por la interminable agonía del franquismo.
Triana abrió nuevos caminos, dejó fluir el agua de otra forma. Un ejemplo de ello es este tema, En el lago, incluido en la cara B de su primer disco, El patio (1975). Un oasis para la canícula, un sorbo de agua fresca, pese al paso del tiempo y la no excesivamente buena calidad de la grabación. Y con palabras que siguen conmoviéndome aunque suenen ya como una profecía autocumplida: «Creo recordar que por la noche el pájaro blanco echó a volar en nuestros corazones en busca de una estrella fugaz…»
Carátula de El patio, diseñada por Manolo Moreno, tomada del blog ya inmóvil pero aún consultable UnDiscoAlDía.
4 comentarios:
Estupendo el recuerdo de Triana... Hoy he hablado de ti con nuestro buen amigo Juan Malpartida. Todo bueno, descuida... Bueno, ha hablado él. Un abrazo, J12
Gracias dobles, Jordi (también por el comentario sobre la arena). Y qué alegría que salga a relucir Juan, algo más que un buen amigo, y desde hace ya más de media vida (no es frase hecha, ¡es que el tiempo vuela!). Otro abrazo para ti.
Alfredo, aunque yo no fui en su día un seguidor demasiado atento a Triana, sí percibo ahora ese fluir de agua fresca que trae en estos tiempos veraniegos... aunque sólo sea por lo que tiene de acercar la distancia a tiempos en que éramos más jóvenes. (¡Ya lo creo que media vida...!)
Un abrazo.
Gracias por tu comentario, Antonio. Hay más cosas de Triana que merecen la pena, créeme, y no sólo por la nostalgia (qué también). Un abrazo.
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