domingo, 15 de noviembre de 2015

París bajo las sombras


                           De la ciudad herida
                                      oigo el caudal inmenso,
                                      de la sangre inocente,
                            la belleza tachada
                            sobre las flores rotas
                            del bulevar Voltaire.

                            Y veo que la luna,
                                              la luna ausente,
                                                                        cubre
                            con la cruz de su espada
                            desnuda
                                                  el odio seco,
                            atroz, irreductible,
                            la letal confusión.

                            París bajo las sombras,
                            sitiada desde dentro,
                            abrasada en el fuego
                            oscuro
                                                  de las hordas
                             que combaten en nombre
                             de la gran sinrazón.

                             ¿Será,
                                         como alguien dijo,
                             la primera batalla
                             de una guerra distinta?
                             Es la misma derrota
                             que trata de infligirnos,
                             aquí y allá,
                                                el Horror.

                             París tocado, herido
                             en sus venas profundas,
                             rota casi su alma,
                             capital del dolor...
                             París, bajo las sombras,
                             en busca de la luz.


viernes, 13 de noviembre de 2015

Rulfo, de viva voz



Esta manera de «leer» a Juan Rulfo, con frituras y ecos como de dictado al fondo, pero en la propia voz del escritor, es una experiencia inolvidable. El texto («¡Diles que no me maten!», uno de los cuentos más desoladores de El llano en llamas) nos llega de una forma que lo vuelve una realidad física inmediata, muy poderosa, cercana a una percepción que roza los límites de la absoluta objetividad. Quiero decir que es así, sin duda, cómo Rulfo entendió el texto, que este era el ritmo y ese el fraseo con que resonaba en su cabeza, incluidas algunas licencias gramaticales que el texto escrito, o su edición, no se permitió. Y aunque su «realización» puede que no sea la más perfecta desde un punto de vista «interpretativo», sí es la más exacta. O, al menos, la que más cerca nos deja del espacio íntimo de la creación de estas palabras prodigiosas.

Rescatado de la arcones de La Posada. Primera publicación: 04/10/20013, a las 18:27.

Hoy, viernes 13/11/2015, en el Día de las Librerías y para conmemorar el sexagésimo aniversario de la publicación del otro gran título de Juan Rulfo, Pedro Páramo, la librería de Madrid que lleva el nombre del escritor mexicano ha organizado una lectura continuada de la novela, a la que me hubiera gustado sumarme. Como no me será posible, sirva esta republicación como reconocimiento y homenaje a una de las voces imprescindibles de nuestra lengua. Y con el añadido, además, de que otro gran autor mexicano, Fernando del Paso, acaba de ser distinguido con el premio Cervantes. 
Cuántas cosas buenas nos han venido de México, empezando por la labor de foco cultural que la librería del Fondo de Cultura Económica, recientemente reinaugurada, lleva décadas realizando en pleno corazón de Moncloa, al pie mismo de la Ciudad Universitaria. 

miércoles, 11 de noviembre de 2015

A modo de oasis


Sorbos de luz 
en las crines del viento:
nubes, palmeras.

Paraje del Mar Menor © AJR, 2013  


A modo de trasluz. La fusión sensorial e intelectiva entre imágenes y palabras, aunque sea una muy antigua retórica de la humanidad (seguro que el homo sapiens de Altamira ya le puso palabras al bisonte parietal), hoy hace posible un modo de expresión que las nuevas tecnologías vuelven inmediato. Y acaso más poderoso que nunca. El emisor (al que objetivamente podríamos llamar artista) debe saberlo. O, por mejor decir, no debería ignorarlo. De este modo, los dos poemas que he colgado arriba, la fotografía y el haiku, deberían ser capaces de crear en su confluencia un tercer objeto expresivo cuya existencia solo es posible (y perceptible) en la medida en que ambos producen sus efectos de forma simultánea. En clave realista, ambos comparten referentes inequívocos (luz, nubes, palmeras), otros sospechables (viento), mientras que sólo a la peculiar naturaleza sugeridora de las palabras corresponden criaturas, objetos, sensaciones o incluso conceptos como los enunciados por «sorbos de luz» o «crines del viento». Y sólo del poder de la imagen plástica derivarían las extensas sensaciones, tan difusas o precisas como el receptor logre identificar, que es capaz de provocar un paisaje mediterráneo. Ahora bien, unas y otras, palabras e imágenes plásticas, son hijas del mismo oasis que las engendra y, en su apareamiento, fundan un nuevo lugar común, tal vez un paraíso, cuyos habitantes son los hijos de la palabra pintada porque sí y la imagen que habla de sí misma. Es decir: el paraíso de la vida sensible alrededor. Si bien visto, claro está, desde dentro.


lunes, 9 de noviembre de 2015

Muro



Por inevitable, pero también buscada, asociación de ideas (sin excluir la analogía, poderosa herramienta poética) busco y cuelgo este estremecedor fragmento de la película de Pink Floyd, The Wall (1982), que por pura casualidad zapeadora volví a ver hace dos noches en el canal TCM, cuando tan poco faltaba para el vigésimo aniversario del suceso del Muro (1989, es decir, siete años después; hoy mismo, a estas horas).

Hay muchas reflexiones posibles, pero puedo resumirlas en dos:
Primera. Los muros más difíciles de derribar suelen estar dentro.
Segunda. Los muros sólo es posible derribarlos, verdaderamente, desde el interior.
Y siempre nos quedará… Berlín.

Imagen superior: Fragmentos del muro en el Parque de Berlín de Madrid. Foto by xuanxu, tomada de Panoramio.

Seis años después rescato esta entrada del fondo de los arcones de la Posada.
Fue publicada el 9 de noviembre de 2009 a las 20.21. 

viernes, 6 de noviembre de 2015

«Phone Home»: la profecía de ET



Creíamos que lo sustantivo del famoso mensaje de ET era el deseo de retornar a casa. Y así parecía entenderse con claridad en ese «Phone home» que se repite como un mantra en la que tal vez sea la secuencia central de la película. O al menos el momento en que la historia toma la dirección decisiva. Pero he aquí que la versión doblada al español que mayoritariamente vimos por estas tierras hizo algo más que popular una traducción, sin duda acertada en su significado, aunque carente de la contundente eufonía de la expresión inglesa: «Mi casa, teléfono». Una aposición que, al sustantivar las dos palabras, obviando la acción verbal también latente en el original, ponía en el mismo plano el destino y el medio, el viaje y el vehículo, la nostalgia y la habilidad.

Y hete (¡ET!) aquí que en la "traición" de esa traducción acaso estaba latiendo una profecía que hoy vivimos como cosa cotidiana y común: lo que ET estaba anunciando, entre nosotros, ¿no sería que en el mundo (del futuro) en el que él vivía su casa era el teléfono? Verdadera o solo ocurrente, lo indudable es que por acá así andamos, cruzándonos y a veces esquivando por las calles, en el metro, en los parques, por todos sitios, a gentes que viven en las pequeñas (o no tanto) pantallas de sus móviles, transformadas en sus auténticas casas, el principal lugar de residencia.

Una realidad que sin duda habría resultado algo más que extraña (ET) en aquel ya remoto tiempo en que el pequeño extraterrestre vino a visitarnos.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Ellos y yo


Aquí el que se deja los pulmoncillos soy yo. Ellos se limitan a estar embobados. Y después querrán que repartamos. Pero no sé qué...

Fotografía tomada de aqui (y van tres).

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Entre dos luces



Todavía no sé si eres real.
Si no eres real sé todavía.
Sé real todavía si no eres.
Eres real todavía si no sé.
 Real no sé si todavía eres.
No sé si todavía eres real.

.
Calle del Toro Encohetado, Talavera de la Reina.
© AJR,2014

martes, 3 de noviembre de 2015

Sembrar sombra


Quisiera la escritura ser el doble del mundo,
sueña con tener órbitas,
gira en el interior de la cabeza
 creyéndose capaz de contenerlo todo.
Pero es solo un camino dibujado
sobre la piel desnuda de la página
al paso de esa yunta de domésticos
animales con los que cultivamos
los campos del Señor
y un día más de luz:
la ausencia, la paciencia.

(Viñeta medieval)

lunes, 2 de noviembre de 2015

Los otros


Y aquí seguimos, plantados ya en noviembre. Y ensayando duro. A ver si conseguimos un papel en la próxima peli de Amenábar.

Imagen, ya se dijo, tomada de aquí. Se agradecería identificación.

viernes, 30 de octubre de 2015

Fuegos de San Telmo



                     Pero no hay modo de decirlo, al menos
                     yo no encuentro la forma, ni la clave.
                     Y es que, si un cielo en el infierno cabe,
                     también el sol tiene los ojos llenos
                     de lágrimas de lluvia. Y son ajenos
                     al buen puerto los rumbos de la nave
                     que cruza con su estela, o vuelo de ave,
                     el cielo de mis días, los más buenos.
                     De los ecos de tiempos ya pasados
                     me asalta, entre dos luces, como un fuego, 
                     la alegría de su reminiscencia:
                     la belleza que aún veo en los alados
                     momentos de esplendor a los que llego
                     atravesando el mar de la paciencia.

(Imagen tomada de aquí)

jueves, 29 de octubre de 2015

La voz oval


Aquí estamos, en plena faena, saliendo de octubre y dispuestos a celebrar como es debido las fiestas de Santos y Nosotros. 

Fotografía de autoría incierta. Tomada de aquí.

(AJR: 3, 9; Palíndromos ilustrados, XLIII)

martes, 20 de octubre de 2015

El cara a cara Iglesias-Rivera: la banda sonora


Seguí con mucha atención el cara a cara de Salvados entre Iglesias y Rivera, bajo la convincente y perspicaz batuta de Évole, que ha vuelto a ser, en lo de la tele, el que más claro lo ve. Como han destacado ya muchos comentaristas, sin duda fue un debate distinto. Es lo menos que se puede decir. Basta oír cómo se explican algunos de los dinosaurios de la política que ahora abandonan el Congreso para darse cuenta de que ya ha caído el meteorito.Y no es que yo crea que este encuentro televisivo, tan impactante, vaya a cambiar nada. En lo absoluto (como rezan en México DF algunas de las prohibiciones de aparcamiento). Pero de lo que tampoco me cabe duda es de que marca un punto de no retorno en los usos y las relaciones de los políticos con los medios. Al menos si quieren ser mínimamente creíbles.

En cuanto a lo que dio de sí el encuentro, opino que el más favorecido por el desarrollo de la conversación fue Albert Rivera. Básicamente, porque a Pablo Iglesias se le percibió demasiadas veces haciendo esfuerzos por acercarse, en sus planteamientos y sus promesas, a unas posiciones de centro en las que su interlocutor se encontraba mucho más cómodamente instalado, como si fuera su lugar natural. Es difícil, aunque inevitable, hacer vaticinios. Pero me parece que el líder de Ciudadanos salió más reforzado de la cita que el de Podemos. Ahora bien, el partido electoral en danza no ha hecho más que empezar y las cosas pueden cambiar mucho, y por las razones que menos se esperan, en esta realidad de vértigo.

De los diferentes análisis y comentarios que he leído sobre el suceso, me ha resultado sugerente el artículo que Jesús Cintora, buen conocedor profesionalmente de ambos políticos (tal vez fue el primero que los enfrentó en un cara a cara), ha publicado en eldiario.es. Cintora termina su comentario citando dos viejas canciones correspondientes a las fechas de nacimiento de Albert (1979) y Pablo (1978), tiempos justamente anteriores a La Movida, y en los que aún no estaba claro que ciertas opresiones fueran a terminar algún día. Al volver a escucharlas, me ha asaltado la sospecha de si el dilema que se le va a presentar a una parte importante del electorado el próximo 20-D no pudiera ser semejante al de tener que elegir entre estas dos bandas sonoras de una época. Sin duda, hay más alternativas, pero es posible que las opciones decisivas se marquen por cuestiones como las que pueden diferenciar cosas así. Si tienen tiempo y les apetece, juzguen por sí mismos.







domingo, 18 de octubre de 2015

Él


Los ojos miran los ojos del espejo
y alguien lo observa en silencio.
¿De quién son esos ojos? No
los ojos que se ven en el espejo.
Ni tampoco los ojos que miran a esos ojos.
Los ojos del que observa
en silencio.
El dueño del secreto.

(Le llamaban Trinidad)

Imagen superior: panel de la exposición «Microvida. Más allá del ojo humano»,  
de Rubén Duro.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

El equipaje incierto

Óleo de Ricardo Renedo.
                     Siempre la poesía es otra cosa.
                     La cosa siempre otra es poesía.
                     Poesía: la cosa siempre es otra.
                     Es siempre poesía la otra cosa.
                     Otra poesía es la cosa siempre.
                     Cosa la poesía siempre: es otra.

viernes, 25 de septiembre de 2015

Grafoterapia


[...] Aunque lo más importante de lo que quería decir tiene que ver con el peso curativo de la escritura. La escritura cura. No afirmo con ello que el hecho de expresarse por escrito sea la mejor terapia y la más asequible, que también, sino que la escritura manual, en su sentido pleno de ejercicio de grafomotricidad, es el más poderoso reconstituyente que conozco frente a los estragos de la vida diaria. Supongo que algo parecido les ocurrirá a los pintores con el dibujo o incluso, y hasta más probablemente, con la aplicación del color sobre el lienzo (o sus múltiples variantes).

El dibujo de la caligrafía tiene una virtud física, gimnástica, innegable, además de un poder visual evidente. Me paro a contemplar los trazos de estas letras que, ahora que se sienten observadas, sufren el efecto de la contemplación, el síndrome del testigo incómodo, y veo cómo perfilan sus cimas y sus pozos, qué gran poder de concentración hay en sus giros ovales, de qué modo oscilan sus posturas disímiles entre la fijeza del asceta y las volteretas del saltimbanqui, cómo bullen sus espacios vacíos, su entrañas en blanco, qué relieves acaba adoptando el mapa sobre el que, más allá de las manchas de tinta o de carbón que los crean, los signos insinúan y modelan un mundo indescifrable...

Hay, debe de haber, una continuidad natural entre la escritura manual y el dibujo. Una lógica común o algún parentesco entre los gestos compartidos de estas dos formas de abordar el mundo. Y puede que también detrás de ellas, de ambas, esté atrincherado, apenas advertido pero presente, el anuncio del cansancio que todo esfuerzo cognitivo lleva implícito. Porque es más fácil, y hasta más natural, esforzarse en la parte material o artesanal de la tarea de vivir, en vez de aventurarse por la solitaria avenida de pensar lo invivido. Así, la caligrafía y el dibujo serían una especie de aplazamiento, del reconocimiento de la imposibilidad del pensar a fondo sobre cualquier cosa, incluida esta frase. También la revelación de la inutilidad de querer reducirlo todo a un esfuerzo mental.

He aquí un gesto que se traduce en un acto vicario, incluso puramente mecánico, y que en realidad no es más que la prueba de una nueva huida del lugar de la lucha. Una forma de ponerse a salvo en un espacio (¿un cielo?) protector donde la conciencia no sea sólo dolor. Quizás para intentar zafarnos así, y mientras sea posible, del verdadero dolor, del que intuimos, apenas entrevisto, que no seremos capaces de soportarlo. O que la única manera de poder hacerlo será de nuevo, y una vez más, la máscara: sabernos otros, fingirnos otros, personalmente abolidos en todos los extremos que no cesan de arrasarnos.

Y así es como va creciendo, mientras la mano avanza a su albedrío, se diría que desconectada de toda conciencia (aunque no sea cierto), una experiencia que, al intentar apresarla y expresarla, constatamos que se revuelve sobre sí misma y siempre desemboca en el balbuceo de una caminata que nos lleva al centro del bosque de los signos vacantes. Ese espacio en el que las palabras, despojadas de todos sus sentidos, cuelgan de las ramas como los harapos del fin de una fiesta de la que sólo sabemos que ha tenido lugar en ese rincón de nuestra alma al que ya no podremos regresar nunca.

(Tiempo contado, sábado, 11 octubre 2014; 13:21)

Imagen: 
Las manos del poeta Rui Knopfli
Foto de J. F. Vilhena. Tomada de aquí.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Gasol y las demás estrellas


No soy lo que se dice un gran aficionado al baloncesto, aunque sea el único deporte, junto al pimpón, en el que de niño y adolescente conocí alguna gloria deportiva, o al menos vivida por mí como tal, por cuanto en todos los demás juegos era, sin ambages, «malo». O, lo que es lo mismo, torpe y carente de cualidades que, en la panda de amigos o entre os compañeros de colegio, me situaran en una posición no humillante a la hora de la formación de los equipos mediante la cruel selección que los capitanes de cada bando realizaban, nombre a nombre, tras la consabida disputa «a pies». Aquello si que era una escuela de supervivencia, en cuanto a la autoestima y la valoración por parte del grupo de iguales, bases sobre las que, como los psicólogos saben bien, suelen cimentarse muchos rasgos de nuestra personalidad social e incluso íntima.

Pues bien, sin ser, ya digo, un forofo del básquet, recuerdo pocas emociones deportivas tan intensas como las vividas esta noche durante el partido Francia-España. Un partido que más bien recordaba al suplicio de Tántalo: una y otra vez creíamos que el agua se hallaba ya al alcance de la boca, pero siempre volvía a bajar su nivel, y Francia volvía a irse en el marcador e incluso parecía estar a punto de dejarnos de nuevo en la cuneta. Pero esta vez, por fortuna, el héroe no se llamaba Tántalo (ni Sísifo), sino Pau Gasol. Un gigante que, haciendo honor a su nombre y flanqueado por un cuarteto de auténticas estrellas de la canasta, todos ellas provistas de una infinita capacidad de sufrimiento, hizo salir la luz en plena noche y en plena cancha, cuando ya algunos, hombres de poca fe, creíamos que todo estaba perdido.

Los golpes de pecho y el gesto de rabia jubilosa con que Pau Gasol celebró la más decisiva de sus muchas jugadas geniales han sido uno de esos momentos sin tiempo que ya forman parte de la leyenda en la historia deportiva de nuestra sensibilidad, como el gol de Marcelino a Rusia, la caída de Ocaña en el Tour del 71 y su triunfo en el del 73, la sonrisa de Paquito Fernández Ochoa tras ganar el eslalon (entonces slalon) en Sapporo, la medalla de plata en Los Ángeles del equipo de baloncesto liderado por el malogrado Fernando Martín, los giros de cabeza de Fermín Cacho en la recta final de los 1.500 de Barcelona, Induráin en cualquiera de sus Tours y en todos ellos, el cuerpo a tierra de Nadal en Wimbledon tras derrotar a Federer o, por supuesto y sin estirar más los grandes recuerdos del forofo, el gol de Iniesta en la final de Sudáfrica.

Un repertorio al que sin duda pueden añadirse algunos otros hitos más particulares, menores, pero no menos significativos. Personalmente, por ejemplo, contabilizaría también los cinco goles que Fidel Uriarte, vistiendo la zamarra del Athletic, le endosó al Betis en un partido de 1967, aboliendo con ello un duro invierno. O la vez aquella en que Perico Delgado le robó la cartera a Robert Millar en la sierra de Madrid. Se trata, en suma, de una secuencia gloriosa a la que la emocionante, descomunal, trepidante, soberbia e inolvidable gesta liderada por Gasol, resumida en un gesto de hechuras míticas, acaba de sumarse para siempre.

Gracias, Pau, por esos momentos de pura felicidad.

(Para mi amigo Antonio del Camino, que lo habrá disfrutado como sólo los sibaritas de la canasta pueden hacerlo.)



martes, 15 de septiembre de 2015

El parentesco según Ferlosio

«(Parentesco) El perrito sentado sobre las patas traseras tiritando de frío junto al aldeano inmóvil sentado con las piernas extendidas en mitad de la pradera y al que el escudero se acerca a preguntar en El séptimo sello es sin duda el tatarabuelo del que viene trotando entre las patas del caballo en El caballero, la muerte y el diablo», escribe Rafael Sánchez Ferlosio en uno de los pecios, o textos rescatados del  naufragio de escribir, recopilados y publicados hace ya unos meses bajo el título  de Campo de retamas (Pecios reunidos). Es una de las muchas resonancias y conexiones que este maestro del idioma sabe poner en primer plano al llevar las palabras --y en este caso las imágenes-- hasta un punto que acaso se parezca a lo que Roland Barthes llamó «el grado cero de la escritura», un espacio o postura en los que es posible tensar la cuerda del arco al máximo y, en consecuencia, la flecha o la palabra o la imagen pueden alcanzar su más alto vuelo. 

Esta perspicaz lección de zoología pone de relieve, además, una de las cualidades que la escritura de Ferlosio concentra como pocas: hacerse insustituible y subyugante por su capacidad de precisión. Leyendo esos logros expresivos, que en este libro son muchos, queda de manifiesto la verdadera naturaleza del genio creativo de su autor: es el del poeta, el hacedor de mundos. Aunque para ello apenas escriba versos. Y digo apenas porque, curiosamente, el libro, que se abre con un poema de su hija Marta y se cierra con otro gesto amoroso, incluye también una muestra, tan breve como atinada, de la habilidad con que el habitante más ilustre de La Prospe, maestro de una sintaxis que a menudo pone a prueba las circunvoluciones cerebrales, sabe manejar el renglón corto. 

lunes, 31 de agosto de 2015

Z y X no son X y Z


Al volver sobre sus pasos, el Detective comprendió que, en efecto, alguien lo seguía. Estaba a punto de resolver el misterioso asesinato del profesor de matemáticas, un caso tan complicado que ya era conocido como El Crimen, y parecía claro que había gente interesada en que no lograra su propósito. Por eso no se extrañó cuando, nada más doblar la esquina y tras haber desenfundado su pistola, se dio de bruces con aquel individuo mal encarado que lo apuntaba fijamente. El Detective fue más veloz: antes de que su perseguidor pudiera iniciar un solo movimiento, ya había vaciado el cargador de su Beretta contra él. La gran cristalera de lo que parecía ser una tienda de modas saltó en mil pedazos y, al desmoronarse, mostró en su interior la entrada camuflada del aula de una escuela que había logrado salvarse de la destrucción. Sobrevivía además en ella una gran pizarra en la que, escrito con tizas sin duda también clandestinas, aún podía leerse el siguiente mensaje...


Imagen: Ante la gran pizarra. Foto de Paulus NR. Tomada de aquí.

[Retomo de los Arcones de la Posada este "micródromo" (una suerte de microrrelato cuyo corazón es un palíndromo) publicado por primera vez el 7 de octubre de 2013, a las 11:58. En esta su segunda aparición, quiero dedicarlo a la memoria de Alan Turing, gran descifrador de enigmas y padre de muchas máquinas que están en la base, y en los cerebros, de nuestros modernos ordenadores. Por mera casualidad, anoche estuve viendo, con gran placer, The Imitation Game, una excelente aproximación fílmica a su vida y su obra.]

miércoles, 26 de agosto de 2015

Qué culpa tendrá el tomate...

Que una fiesta tan asquerosa como la Tomatina de Buñol haya alcanzado tanta resonancia internacional y cibernáutica sería por sí sola razón suficiente para poner en tela de juicio la deriva emocional y estética de la especie humana, si no hubiera otras muchas y más graves causas para cargarse de dudas al respecto. Pero hay algo en esta fiesta agosteña especialmente repugnante, más allá de su presunta condición de ritual primitivo o de su valor vagamente ejemplificador de las ceremonias de potlatch, o desafío en el despilfarro, que tan minuciosamente describió, entre otros, el lúcido y extremoso maestro Georges Bataille. Reconozco que puede ser un prejuicio frente al  malestar que me produce la viscosidad, en general, y de forma particular, en su condición pulposa, pero soy incapaz de segregar otra reacción que la del puro asco frente a la mayoría de las imágenes que a estas horas desbordan de jugos tomatinos todas las aceras de la información. La Tomatina de Buñol es una muestra, así me lo parece, del triunfo de cierto instinto muy propio, aunque no exclusivo, de la sensitividad mediterránea: una pulsión tanática, también infantiloide, que sólo se sacia con el ejercicio demorado y recalcitrante de alguna variante más o menos elaborada de la coprofilia, el amor a la mierda.

martes, 25 de agosto de 2015

Mestizaje



El peso decisivo que el mestizaje tiene en la historia humana, tanto desde un punto de vista antropológico general como en terrenos específicos (cultura, arte, deporte...), solo puede ser puesto en duda desde posturas reductoras que, aun esgrimiendo razones diversas, suelen coincidir en su empeño por hacer prevalecer una visión del mundo plegada a ciertos intereses y cuyo común denominador es también el miedo, muchas veces disfrazado de arrogancia.

La invocación de «la pureza de los orígenes» de cualquier cosa, incluso de cualquier tipo de «pureza» (una palabra que para muchos de mi edad tiene connotaciones marcadamente sexuales y represoras), suele esconder, en el mejor de los casos, un ingenuo reclamo de inocencia ahistórica que presupone la existencia de una realidad primigenia situada no sólo más allá del bien y del mal sino antes del tiempo y fuera del espacio. Una falacia.

Frente a esos impulsos, tan genuinos y raciales como, por eso mismo, disparatados, una mirada desprejuiciada hacia la historia pone en primer plano el poder creativo del mestizaje, de la mixtura, del arte combinatorio. A su mediación se lo debemos todo, no sólo en el riguroso orden mendeliano de la genética sino también en el de la comprensión de osadías tan fecundas como, por ejemplo, la búsqueda del desorden racional de los sentidos propugnada por el joven Rimbaud, o la fuerza con que Chagall supo hacer crecer el mundo de su infancia en contacto con las vanguardias de París. Tanto en el plano biológico como en el terreno cultural o artístico, en el principio fue la mezcla.

Una punzada concreta de estas lucubraciones la sentí con claridad hace ya unos años escuchando el disco Os amores libres (1999), de Carlos Núñez. Una obra en la que el artista gallego funde influencias de procedencia diversa, con predominio del flamenco, con la estética atlántica y enxebre de su tradición.

Y de ese disco me sentí aludido de modo personal por la pieza titulada «A orillas del río Sil», que cuenta, con tópicos felices y mezclando aires de rumba con vivos ritmos galaicos, una arromanzada historia de amor entre el norte y el sur, dos de las dimensiones que intento propiciar en mi experiencia buscando la alianza entre una y otra como el que atiende a seducciones de naturaleza distinta y se deja tentar en varias direcciones.

Ya en su anterior trabajo, unas singulares Cantigueiras habían despertado en mi memoria ecos de la fusión entre el bosque umbrío y la llanura mesetaria, los dos paisajes en que transcurrió mi infancia. En esta zambra situada al pie del río que baña la Ribeira Sacra, la mezcla de la gaita y las flautas nórdicas de Carlos Núñez con la voz tan sureña de Carmen Linares consigue situarme frente a un espacio de reconocimiento que a veces visito con la ilusión del que regresa a un hogar muy querido, puede que ilusorio, sin duda irremediable.

(Sólo he podido localizar esta versión, en la que faltan algunos compases al final. Mis disculpas. Procuraré remediarlo en cuanto sea posible.)
Imagen superior: El concierto (1957), de Marc Chagall. Tomada de mycoloredlinks.com





Rescatado de los Arcones de la Posada.
Primera publicación: 14 de enero de 2011, a las 20.00 h.

domingo, 16 de agosto de 2015

Travesía

 

Y en medio del verano, 
                                                 esos días 
                en los que reverbera la sospecha 
                 de que el desierto es la vieja casa. 


sábado, 15 de agosto de 2015

Un chiste animado



Tiempo de vacaciones en los que quizás regresan, con aire burlesco, ciertas experiencias del tiempo escolar. ¿No es verdad que el profe se da cierto aire a un exministro premiado por su torpezas? Lo que hay que ver.

jueves, 13 de agosto de 2015

Lluvia 6x6



Lluvia suave sobre el agua muerta.
Suave sobre el agua muerta lluvia.
Sobre el agua muerta lluvia suave.
El agua suave muerta sobre lluvia.
Agua suave lluvia muerta el sobre.
Muerta lluvia suave sobre el agua.

El agua sobre suave muerta lluvia.
Suave lluvia sobre el agua muerta.
Lluvia suave muerta sobre el agua.
Sobre lluvia suave el agua muerta.
Muerta sobre el agua lluvia suave.
El agua suave sobre lluvia muerta.

Suave sobre lluvia el agua muerta.
Lluvia muerta suave sobre el agua.
El agua sobre suave lluvia muerta.
Muerta suave el agua sobre lluvia.
Suave lluvia muerta sobre el agua.
Sobre suave lluvia el agua muerta.

Suave el agua muerta sobre lluvia.
Sobre suave lluvia muerta el agua.
Lluvia sobre el agua muerta suave.
Muerta el agua sobre suave lluvia.
Muerta sobre lluvia el agua suave.
Suave sobre el agua lluvia muerta.

Suave muerta el agua sobre lluvia.
Muerta suave sobre lluvia el agua.
Lluvia el agua suave sobre muerta.
El agua muerta sobre lluvia suave.
Sobre lluvia suave muerta el agua.
Muerta lluvia sobre el agua suave.

Muerta sobre suave lluvia el agua.
Lluvia muerta sobre el agua suave.
Suave el agua sobre lluvia muerta.
Sobre muerta el agua lluvia suave
Muerta sobre el agua suave lluvia.
El agua muerta sobre suave lluvia.

(Sobre una frase de M. Schwob vía Vila-Matas, fin 7-6)


Fotografía superior tomada de  la web Proyecto Beta.



Rescatado de los Arcones de la Posada.
Primera publicación: 28 de junio de 2011, a las 3,00 h.

martes, 11 de agosto de 2015

Emociones y ausencias de Pixar


Inside Out, la última película de Pixar, que una absurda traducción literal convierte entre nosotros en Del revés (mucho más apropiado parece el título Intensa-mente con el que se distribuye en Hispanoamérica), es una muy brillante historia gráfica descaradamente pedagógica, técnicamente impecable, conceptualmente sin complejos, narrativamente muy bien resuelta y, sobre todo, muy entretenida. Sería, a mi juicio, perfecta, si hubiera incluido entre el mapa de emociones que presenta las que están relacionadas con el descubrimiento decisivo de la mortalidad, uno de los principios organizadores de la psique humana y componente inexcusable en cualquier indagación sobre nuestra condición que realmente desee tocar fondo. Y que, en absoluto, como sabemos por experiencia, es ajena al mundo de los niños. En todo caso, la película es un verdadero disfrute, que les recomiendo. Pero también una obra a la que sin duda le hubiera venido bien incluir algunos «matices emocionales» como los que aborda este corto que dejo proyectándose en la pantalla del cine de verano de la Posada.



domingo, 9 de agosto de 2015

Aquellas pomporrutas imperiales



Este corto de Fernando Colomo fue, muy probablemente, el primer proyecto llevado a buen puerto de lo que después se llamaría la «comedia madrileña». Y es, a todas luces, un claro adelanto, por el tono y por sus actores, de Tigres de papel, el primer largometraje del director y todo un aldabonazo en la gran pantalla de lo que a duras penas comenzaba a ser el posfranquismo. Es poco más que una anécdota llevada con gracia a un punto disparatado, pero en germen contiene buena parte de una etapa brillante de la comedia en nuestro cine, tal vez demasiado pronto naufragada en las aguas pantanosas del automimetismo. Si la memoria no me engaña, vi este corto por primera vez a finales de 1976,  en una sesión del Instituto Francés de Marqués de la Ensenada, donde probablemente se proyectaron otras obras noveles de entonces. Pero no recuerdo ninguna más. Como en la propia historia que aquí se narra, así son los caprichos y las deformaciones de la memoria.

viernes, 7 de agosto de 2015

Googleando que es geerundio



Googlear, o guglear, como tal vez debería escribirse, no es todavía un verbo que la RAE incluya en su diccionario. Y sin embargo puede que sea una de las acciones que muchos repetimos más veces a lo largo del día, sobre todo si nuestro trabajo tiene algo que ver con la búsqueda y difusión de información. O, simplemente, si somos algo curiosos y solemos hacernos preguntas sobre mil y una cosas, el vasto universo de nuestra ignorancia, una terra incognita que no cesa de crecer. El asunto es tan perentorio, que es fácil caer en la tentación, algo manida pero tal vez inevitable, de preguntarnos cómo podíamos vivir antes de Google. Claro que esa cuestión nos la podemos plantear sobre tantas otras cosas que, realmente y a poco que uno sea consciente del peso del tiempo a su paso, lo de verdad milagroso es estar vivo. La verdad es que hubo un tiempo, que para algunos es aún el   mayoritario de nuestras vidas, en el que cualquiera de las pesquisas que hoy le planteamos a los sagaces buscadores cibernáuticos hubiera exigido esfuerzos ímprobos, cuando no meramente inviables. Lo que ya resulta más dudoso es saber por qué, pese a la gran facilidad técnica que estas maravillosas herramientas nos procuran, sigue predominando en nuestro ánimo la sensación no sólo de que las cuestiones importantes continúan sin respuestas claras, sino de que cada vez es más difícil arrostrar la osadía de hacer las preguntas decisivas. Pero seguiremos gugleando. Qué remedio. Y qué gozo.

jueves, 6 de agosto de 2015

6 de 6



*
No puedo dejar de darle vueltas.

**
Érase una vez un astuto troyano…

***
¿Dónde escondes (muerte) tu ruleta rusa?

****
Todos sus relatos acaban en tos.

*****
No hay quinto malo. Ni regla sin excepción.

******
Nada sabe lo mismo dos veces.
Nadie besa lo mismo dos veces.
Nunca busca el abismo dos veces.
Nuca brusco seísmo es a veces.
Nuda cobra: espejismo de seres soeces.
Nada sobra. Tú mismo me meces.

Contexto
El gusto por lo hiperbreve puede parecer una moda actual, querencia de tiempos volcados hacia lo fragmentario e incluso a la mera instantánea, mitad secuela del usar y tirar (de la cadena), mitad fosfeno del «no future», etc. Pero es obvio que el fulgor de la brevedad está ahí desde siempre. No sólo por lo que dijo con gracia Gracián («lo…»). También por las sentencias, máximas y, especialmente, los aforismos, ese síndrome (o conjunto de síntomas) cuya mera pronunciación, a partir de esa “a” cuasi privativa, parece estar ya apuntando hacia algo que… uno prefería no hacerlo. O sea, puro Bartleby (vía Vila-Matas, claro).
Estos seis “relatos” de sólo seis palabras (excepto el último, que es una «lluvia oblicua» de variantes sonoras) son una selección de los que escribí impulsado por una sugerente propuesta de la web de Navona Editorial, el concurso “un cuento en seis palabras” (algo que el enunciado curiosamente incumple), a cuyas bases se puede acceder (y no hará falta decir cómo). A la hora de escribir estas líneas todavía estaba vigente y sobrepasaba ya el hito 1.500. Quienes estén interesad@s aún están a tiempo.
En mi opinión (y a las pruebas me remito, no sin pedir piedad), lo más difícil de la propuesta es sortear con igual tacto la mera ocurrencia y la irresistible propensión al chiste (o lo que uno considere como tal, en su peculiar condición de cronopio, fama o simplemente finstro). Pero, sobre todo, es vital, creo, no perder de vista que se trata de “re-la-tos”, es decir, que han de tener sustancia narrativa, no sólo una pastillita sazonadora…
Quizás por ello –y aunque suene blasfemo e incluso algo mishima–, me parece útil una última recomendación: «Son relatos. Poetas y juerguistas, ¡absteneos!»
... Y saltando la última se calló.

Imagen: portada del disco Seis Por Seis diseñada por Silvia Valentí. Tomada de Cara Tula, web muy interesante y polifónica.


Rescatado de los arcones de la Posada.
Primera publicación: 7 de julio de 2009, 15:12.


martes, 4 de agosto de 2015

Cocinando imaginación



Para retomar la costumbre del cine de verano en la Posada me ha parecido oportuno proyectar este corto, Fresh guacamole, por si acaso aún no lo conocen. Puede considerarse una variante muy ingeniosa del furor actual por la cocina. Ojo: corre por la redes sociales el rumor de que es imposible verlo una sola vez. Pero no se corten.

sábado, 1 de agosto de 2015

Luna azul

¿Anula la luz azul a la luna?

(AJR: 7, 21; Palíndromos ilustrados, XLIII)

Anoche brillaba en el cielo la segunda luna llena de julio, un fenómeno que recibe el nombre de luna azul de verano y de cuyas características se han ocupado estos días numerosos medios, entre ellos esta página de la NASA. Bajo su poderoso influjo, además de plantearme la duda reversible que acompaña a la foto, resulta inevitable caer en la trampa de la memoria obvia y acudir al tema musical clásico en el que probablemente estén pensando: la famosa balada Blue moon, de la que he localizado esta excelente versión, sensual como pocas y llena de suave gracia. Es, además, una excusa perfecta para desear a todos los huéspedes y visitantes de esta Posada un feliz, provechoso, divertido y llevadero verano.


jueves, 30 de julio de 2015

Anunciación: polvo de estrellas


Mis recuerdos son muy borrosos y puede que nada de cuanto diga de ellos haya ocurrido en realidad. Pero hubo un tiempo preciso en el que vagaba, a la deriva y muy desordenado, por el infinito espacio cósmico, y de pronto me sentí atraído por una suavidad irresistible. Mientras contemplaba el otro día un famoso cuadro en el museo virtual donde ahora vivo, sentí que en ese rayo de luz que dibuja la atmósfera de un encuentro inesperado mis recuerdos, y con ellos la parte decisiva de mi vida, comenzaban por fin a tomar forma. No esta que ahora torpemente digo. La que se refleja en la estancia real donde tú, que ya habitabas allí acaso sin saberlo, y tan desordenado como yo, estás a punto de reconocerte polvo de la misma estrella, hijo de igual anunciación, carne también llovida.


Sala del Museo del Prado con La Anunciación, de Fra Angélico.

lunes, 27 de julio de 2015

El Comercial


Por el mismo tipo de incuria que se llevó por delante el Johnny o que tiene atenazado al Café Central, y en una onda expansiva de decisiones disparatadas y mezquinas, como la de rebautizar la estación de metro de Sol (¡y hasta la línea 2 al completo!) añadiéndole el pegote nominal de una compañía telefónica, le llega ahora el aviso de extinción a uno de los sitios más característicos y cargados de historia de Madrid: el Café Comercial, corazón de la glorieta de Bilbao y de todo el barrio circundante. Junto con el Gijón, que hace unos años pudo zafarse de una condena similar, es de los pocos supervivientes de una época y un pulso de la ciudad ya aparatosamente trastocados.

Y el caso el es que el Comercial parecía (era) un espacio vivo hasta casi anteayer mismo, en que aún pudimos compartir un buen café y unas horas de charla con un grupo de amigos. Un lugar que sin duda ha de provocar, entre quienes lo hemos frecuentado (con mayor o menor asiduidad, según las épocas), recuerdos muy similares, al menos a los que tenemos una edad parecida. Y que permanecerá siempre unido a muchas imágenes concretas, como la del poeta Tomás Segovia, que aparece en la foto sentado en la misma mesa donde le vimos tantas veces. Sin olvidar, aunque rocen lo obvio, aquellas secuencias de La colmena, tantas veces comentadas, y en las que con mucha gracia y no poca melancólica sorna se recrea la vida en los cafés (ver vídeo abajo).

Esta sentencia de muerte sobre un viejo rincón madrileño, si finalmente se cumple, arrastrará consigo un trozo grande de la memoria urbana de una ciudad que no cesa de recibir heridas. Tal como se están poniendo las cosas (y las "codas", según me quería avisar la errata previa), se va haciendo necesario imaginar y poner en práctica algún modo de legítima defensa.



Foto de Tomás Segovia en El Comercial, en 2011, tomada de aquí.

domingo, 26 de julio de 2015

¿Quién nos engaña?

Kohei Koyama. Viaje debajo del sol de medianoche. 2008.
Cortesía de la Galería Suchi, Tokyo. © Kohei Koyama.
Tomado de ars magazine.

Todo plural en medio de un pronombre es siempre mayestático. La frase, si se piensa bien, no significa nada. Nada al menos que pueda reducirse a un significado previamente dirigido. Digerido. Incluso nombra un espacio tan irreal, pero no inexistente, como pueda ser el "medio de un pronombre". Mire el lector hacia dentro e intente vislumbrar esa imagen. ¿Conseguido? Para seguir soñando ya no es preciso dormir. Al fin hemos accedido al tiempo del soñar despiertos. Si se piensa bien (de nuevo: pero es que se puede pensar mal y no acertar), no hacemos otra cosa cada día. ¿Quién es el responsable de lo que ocurre en nuestras noches? Y «a estas horas está previsto que comiencen en Valladolid los actos conmemorativos del Día de las Fuerzas Armadas», estaban diciendo en la radio hace un momento, noticias de las 12. Pararse a pensarlo (y anotarlo) es lo que tiene. Que el mundo no se para y cuando te quieres dar cuenta apareces en medio de ninguna parte. Quién sabe. Tal vez en medio de un pronombre que sostiene a uno y otro lado una pregunta y una presunción. Y en medio, justamente, el sujeto que, como su nombre indica, los pone en contacto, los sujeta, e intenta darles sentido. Toda escritura emite un vómito. Esa es su forma, tal vez ilusoria pero real, de vencer al tiempo.

(Rescatado de los Arcones de la Posada.
Primera publicación: 02/06/2012, a las 23:30.)

lunes, 6 de julio de 2015

Amar la trama



Más que el fin cuenta el medio y, junto a este, el modo. Ocurre en casi todo, Y, de forma particular, en aquello que verdaderamente importa: el juego, el amor, la muerte... O sea, la vida . «Amar la trama» es un falso palíndromo que, sin embargo, abre sus puertas en todas las direcciones posibles de la interpretación. Y cuando digo todas (¡amigo, no gima!) quiero decir todas. Píenselo. Repito, píenselo ustedes. Sonidos que significan. Significados que suenan. Cosas del aire.