miércoles, 26 de agosto de 2015
Qué culpa tendrá el tomate...
Que una fiesta tan asquerosa como la Tomatina de Buñol haya alcanzado tanta resonancia internacional y cibernáutica sería por sí sola razón suficiente para poner en tela de juicio la deriva emocional y estética de la especie humana, si no hubiera otras muchas y más graves causas para cargarse de dudas al respecto. Pero hay algo en esta fiesta agosteña especialmente repugnante, más allá de su presunta condición de ritual primitivo o de su valor vagamente ejemplificador de las ceremonias de potlatch, o desafío en el despilfarro, que tan minuciosamente describió, entre otros, el lúcido y extremoso maestro Georges Bataille. Reconozco que puede ser un prejuicio frente al malestar que me produce la viscosidad, en general, y de forma particular, en su condición pulposa, pero soy incapaz de segregar otra reacción que la del puro asco frente a la mayoría de las imágenes que a estas horas desbordan de jugos tomatinos todas las aceras de la información. La Tomatina de Buñol es una muestra, así me lo parece, del triunfo de cierto instinto muy propio, aunque no exclusivo, de la sensitividad mediterránea: una pulsión tanática, también infantiloide, que sólo se sacia con el ejercicio demorado y recalcitrante de alguna variante más o menos elaborada de la coprofilia, el amor a la mierda.
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4 comentarios:
Ademàs de lo citado, es probable que el subconsciente te remita a los albores de la televisión coprofílica “Aquí hay tomate”.
Alfredo, no se podría definir mejor en menos palabras. Lo suscribo al 100%.
Un abrazo, tardoagosteño.
Probablemente, Nando. También ahí el tomate carece de culpa. Qué diferente uso, por hablar de reminiscencias, de aquel gracioso «¡Cuate, aquí hay tomate!», con el que se anunciaba una conserva.
Gracias, Antonio. Supongo que somos muchos los que pensamos/sentimos parecido. Pero ya se ve que "hay gente pa' tó" (y gente pato). Leí por la tarde un tuit con una propuesta que, puestos a mezclar folclores, me pareció llena de posibilidades. Decía algo así como « pues yo soltaría un toro en la Tomatina de Buñol». Lamento no haber retenido el nombre de su autor. Más abrazos.
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