Mis recuerdos son muy borrosos y puede que nada de cuanto diga de ellos haya ocurrido en realidad. Pero hubo un tiempo preciso en el que vagaba, a la deriva y muy desordenado, por el infinito espacio cósmico, y de pronto me sentí atraído por una suavidad irresistible. Mientras contemplaba el otro día un famoso cuadro en el museo virtual donde ahora vivo, sentí que en ese rayo de luz que dibuja la atmósfera de un encuentro inesperado mis recuerdos, y con ellos la parte decisiva de mi vida, comenzaban por fin a tomar forma. No esta que ahora torpemente digo. La que se refleja en la estancia real donde tú, que ya habitabas allí acaso sin saberlo, y tan desordenado como yo, estás a punto de reconocerte polvo de la misma estrella, hijo de igual anunciación, carne también llovida.
Sala del Museo del Prado con La Anunciación, de Fra Angélico.
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