martes, 21 de octubre de 2014

Metropolitano

Estación de Chamberí - Wikipedia, la enciclopedia libre
Estación de Chamberí del Metro de Madrid. Wikipedia
Bajo puentes de luz que el día construye,
sucio de lluvia urbana,
el remolino de mis pasos sigue
las huellas blancas del lobo estepario.

En el andén del metropolitano
el reloj marca con ritmo digital
el tiempo exacto 
que empieza a separarme de su cuerpo.
Se suceden carteles en penumbra
y un destello que cruza fugazmente 
descubre las ruinas
de una vieja estación ya clausurada.
«Moda ideal», alcanzo a leer en grandes letras
junto al dibujo borroso de un modelo sin rostro, encorbatado.

Después, un largo túnel y el bulto descompuesto
de un hombre que parece tener algún problema con su sombra
reflejada en la puerta de cristal que tengo frente a mí.

El tren se para.

Me acuerdo de Pessoa,
quiero decir, 
del ingeniero Álvaro de Campos
mirando una mañana de verano,
en los muelles del Tajo,
donde la Ciudad Blanca
aún conserva su estela colonial
y el trasiego de viejos marineros,
mirando cómo entraban los barcos en el puerto:
pequeño, negro y claro, un paquebote
removía las aguas
y su melancolía.

Y un volante –memoria ya de otro
que recuerda los recuerdos ajenos–
giraba en su interior hasta llevarle
al fondo de una novela de piratería
en la que él –¿quién?–
gozaba con las muertes 
y los delirios de la crueldad,
imaginando las más abyectas acciones predadoras,
para, después, al ritmo de un nuevo giro del volante,
sentir que en verdad era,
quería ser, la víctima.
Y yo, al leerlo, sentado en mi sofá,
muchos años después y hace ya muchos años,
sentía una emoción que me ponía 
al borde de las lágrimas.

El tren parte.

Han entrado dos nuevos viajeros
y es otra vez el túnel 
con su paso veloz  
el que lo funde todo
en una larga estela de guiños
que no alcanzan a crear una imagen.
El traqueteo monótono consigue
adormecerme y, sin quererlo,
vuelvo a escuchar el eco de la voz
que me dejó perplejo ante el teléfono
cuando esperaba su llamada.

«Buenas tardes. Me llamo Rosana Caridad,
de Irish Life, quizá usté ya conozca
el nombre de nuestra compañía.
Le llamo porque hemos
preparado una nueva gama
de productos y sería un placer
visitarle en su propio domicilio
o en su trabajo
para, personalmente,
explicarle
las muchas, sí, muchísimas, ventajas
que encierran para usté...
Mire, se trata de seguros a la carta,
baratísimos, con sus cómodas cuotas,
se pagan sin sentir,
y cubren riesgos, ya sabe, en estos tiempos,
hasta un millón y medio por su vida,
y medio millón más si pierde un ojo,
un brazo, un dedo,
cinco millones en caso de siniestro total, Dios no lo quiera...
se ha parado a pensar,
vivir es fácil,
pero si un día, Dios no lo quiera,
librarse de esa angustia...
usté y los suyos...,
seguridad... a salvo...
sin problemas...
con mucho gusto...
oiga...
está usté ahí?...
me escucha?...
oiga...,
oiga...!!»

El blanco de mi mente 
se funde con el blanco del neón.
Al salir, los pasillos mecánicos 
llevan un cargamento de gente que se ignora.
Detrás de mí va el hombre que parecía roto.
El aire de la calle, sucio de lluvia sucia,
me hiere la mejilla
y, sin saber por qué, 
siento que algo
se rompe en el silencio 
conmovido de mi alma,
siento que estoy llorando sin lágrimas,
y no importa, mientras la vida siga
y haya metros que midan la distancia de idéntica manera
y haya poemas que podamos leer
o emociones que puedan recordarse,
qué importa que hace poco,
ayer mismo, hace un siglo, me dijeras: 
«Adiós, amor, nunca más nos veremos».

[En estos días inusitadamente calurosos de octubre el Metro de Madrid cumple 95 años. No tantos, pero si unos cuantos (pongamos que veintitantos), tiene el poema que hoy dejo en la Posada. Recuerdo que lo escribí de un tirón, poco después de haber recibido por teléfono la llamada publicitaria que en él se recrea, y en la que las cifras, en pesetas, son una clara marca de época de un texto sobre el que he vuelto varias veces a lo largo de estos años, y siempre sin saber a qué atenerme. La decisión de compartirlo ahora, no sin muchas dudas, es en el fondo, y sobre todo en la forma, la mejor manera de librarme de él. La imagen que lo ilustra, pescada en la red, corresponde a la famosa estación fantasma de Chamberí, también evocada en el texto y que hoy es la sede de un museo dedicado a recordarnos la importancia que en la vida de la capital ha tenido y tiene el medio de transporte urbano por excelencia.]





miércoles, 15 de octubre de 2014

martes, 14 de octubre de 2014

El fantasma


  Se oye un lamento*
en la silla vacante
de la hache muda.

(*Variante: Hay ahí un "ay",)

La silla, de Van Gogh (1898, National Gallery, Londres)

(Haikucedario, 2)


lunes, 13 de octubre de 2014

Hablando de lo mismo


O la urgente evanescencia (que es como mi particular Pepito Gríllez me está pidiendo que titule este post. Aunque no voy a hacerle caso. O sólo a medias).

Esta mañana ha llegado a mi buzón de boletines el mensaje semanal de los chicos y chicas (me parece que ellas son más) de le cool magazine, una de esas nuevas brújulas de Internet que tan útiles pueden resultarnos para no perder el rumbo ni el tiempo (o, según como se mire, para dilapidar entrambas cosas a la vez). La introducción, que -lo confieso- es casi lo único que suelo leer cada semana, salvo alguna excepción, me parece que refleja bien la sensación de urgente evanescencia que comienza a rodearlo todo en un mundo del que Internet y sus derivas son ya los dueños absolutos, sin que acaso sepamos bien qué significa eso. Y, lo que es peor: sin que tengamos tiempo ni tal vez voluntad de querer saberlo. Por otro lado, con mensajes como éste se refuerza mi decisión de mantenerme al margen, en lo que puedo y al menos como usuario directo, de Facebook, Twitter, Instragram y otras formas de pescar incautos o gente desocupada (lo que no quiere decir que uno no tenga también su propia forma de clamar en el desierto...).  Aquí copio el susodicho párrafo. Y con él, la inevitable y también contradictoria sugerencia de visitar un sitio que, por lo demás, tiene una utilidad tan indudable como seguramente ociosa. Así que no se lo pierdan. Ni tampoco el vídeo que cuelgo abajo, con la muy grata sorpresa de Funambulista & Andrés Suárez. La vida que dan las vueltas.
 ¿Alguien recuerda el momento exacto en el que Internet lo inundó todo? Por más que huyas o te escondas, ahí está: lanzándote silbiditos, recordándote sus múltiples voces. Por no hablar del vértigo cuando por la mañana, aún somnoliento, abres Facebook o Twitter y la sucesión de gritos, comentarios ingeniosos y chistes hipercondensados sobre la actualidad te asaltan como una jauría de perros. No voy a hablar de perros, ni de espadas, ni de ese maldito virus esdrújulo. La verdadera viralidad pertenece a Internet. Y gracias a esa disparatada instantaneidad ahora nos permitimos el lujo de felicitar al triunfante novelista francés. Y ahora sí, nos sacudimos un poco el polvo de las neuronas y te dejamos con un montón de ideas para disfrutar sin contagios ni ciencia ficción.



viernes, 10 de octubre de 2014

Modianobel


Aún no había logrado salir de los bulevares periféricos cuando se encontró caminando 
por los paseos de circunvalación. 


Ayer le concedieron el Premio Nobel de Literatura al escritor francés Patrick Modiano. 
Vive la France! Le française vive!

Polifonías


Fue tan bonito
me besó dimitido
de postre llueve



lunes, 6 de octubre de 2014

Piedra y centro (y un cálculo cruel)




Piedra que pesa 
y sin embargo vuela.
Centro que une 
aunque también divida.
Voces de dentro: 
piedra, centro, fondo.
Palabra sola 
pero compartida.

Porque, en el fondo, 
la palabra es piedra
que va derecha 
al corazón del agua.
El agua sube 
siempre desde el fondo.
Y hacia lo hondo 
asciende la palabra.

Piedra, palabra, agua, fondo, centro:
máscaras habitadas 
del silencio.


De muy atrás, tal vez contemporáneos de la publicación de uno de los libros capitales de José Ángel Valente, son estos versos que andaban perdidos en un viejo archivo y que ahora he recuperado gracias a una soleá de La Serneta, una de las más afortunadas letras del flamenco, llena de una hondura que en la voz de la Niña de los Peines alcanza la intensidad del cante puro. Lo que no sabía, cuando trasteaba con estas resonancias, era que acaso estaban siendo aviso de un leve pero muy doloroso cólico nefrítico que hace unos días me hizo ver, durante unas horas, las estrellas de un cielo asolador. Soy consciente desde hace mucho de la verdad que encierran las palabras de la poesía, pero nunca sospeché que la exactitud de su cálculo pudiera ser tan implacable.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Luz azul



¡ESA LUZ! (AZÚLASE)


Gif animado de Adrián López Crego:
Day to Night to Day to Night...
A partir de la obra Ligth, de Sr X.


[AJR: 3:12, Palíndromos ilustrados, XXXVII]

lunes, 29 de septiembre de 2014

La verdad de las sospechas


Habría que remontarse muy atrás en el tiempo para encontrar una opinión favorable tan compacta entre críticos, comentaristas y blogueros respecto a una película española como la que acaba de obtener, tras su estreno premiado en el Festival de San Sebastián y su llegada a las salas comerciales, La isla mínima, el último largometraje de Alberto Rodríguez. Vaya por delante que me sumo a la fiesta. Y con gran entusiasmo. Porque yo también tendría que rebuscar mucho en mi memoria de espectador para encontrar un filme español que en su primer visionado me haya impresionado tanto. Tal vez lo más aproximado (si bien son obras muy distintas) fuera Pa negre.  Aunque a lo que más se parece el estado de ánimo que me han provocado las imágenes de esta isla hipnótica, bellísima, inquietante, es al impacto que me produjo Tesis, el prodigioso debut de Alejandro Amenábar, ya un clásico de nuestro cine.

¿Qué hay en La isla mínima que explique esa recepción tan favorable? Muchas cosas. En principio, una historia que tiene, y muy bien medidos, todos los ingredientes del cine de género (negro),  pero que a la vez está contada en una clave metafórica tan sabiamente manejada que acaba convirtiéndose en una indagación psicológica, un retrato sociológico y, sobre todo, una crónica política. En este último sentido, la película no sólo aporta una lectura significativa de un período clave de nuestra historia reciente (el momento del empalme del franquismo con la democracia), sino que también ofrece una posible y comprensible interpretación de bajo qué condiciones y  a qué precio pudo hacerse esa transición que acabaría escribiéndose con mayúscula.

Como suele ocurrir, es difícil hablar de un filme de intriga sin desvelar más de lo conveniente. Y más aún cuando buena parte de lo que la película ha de significar para el espectador de hoy que no renuncie a la memoria está condicionado por la solución que en el filme se da al caso planteado. Así que, aun a costa de resultar incomprensible, diré que esta película tiene el poder de dejar flotando en nuestro ánimo la confirmación de que, como se va viendo, casi todas las sospechas que teníamos acerca de la presencia del mal en nuestra historia más cercana eran ciertas. En un sentido que podríamos llamar alegórico, pero que está presente de forma bien visible en algunas de las secuencias más logradas del filme, La isla mínima es ese pequeño espacio interior en el que entran en contacto las verdades desnudas de lo que somos. Un lugar de la conciencia en el que vive la verdad que no queremos ni acaso podemos desvelar, tal vez porque toca de lleno a los fundamentos traicionados del pacto social que, pese a todo, sigue haciendo posible nuestra convivencia.

¿Recuerdan, por poner un ejemplo obvio, el asesinato de las niñas de Alcácer? Esta película, que en absoluto recrea ese caso pero que es indudable que lo tiene muy presente, opta por explorar en su narración una hipótesis que fue la sostenida por las sospechas nunca probadas  de un crimen impune y que suponía la implicación en él mismo de gentes con poder, tal vez del Poder en estado puro (si tal cosa pudiera sustanciarse). La isla mínima, con imágenes subyugantes que, a vista de pájaro (o de Google Earth), muestran el paisaje de los bajíos del Guadalquivir como si fueran circunvoluciones del cerebro, o el laberinto más o menos pantanoso de nuestras conciencias, es una obra de arte que tiene la doble virtud de conmovernos al tiempo que nos obliga a repensar lo que somos y de qué historia y de qué ocultamientos («Nadie habla, todos ocultan algo», dice la frase promocional) venimos.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Adiós a Adelaida García Morales


Casi de puntillas, aunque dejando un rastro bien visible para quien quiera seguirlo, se ha ido la escritora Adelaida García Morales. Los de mi edad descubrimos la belleza de su literatura gracias a El sur, la película inolvidable de Víctor Erice, quien sin duda extrajo de su cercanía a la autora el impulso y las claves necesarios para poner en imágenes uno de los más hermosos retratos del misterio del crecimiento interior que se hayan filmado nunca. Pudimos saber también, tras conocer la bella melancolía de unos ojos que aún nos siguen enamorando, que había en la escritora una rara intuición para encontrar, entre las emociones apenas nombrables y los secretos de las pequeñas historias de la vida, un hilo de seda capaz de unirlos en un relato conmovedor. Descanse en paz.

jueves, 25 de septiembre de 2014

lunes, 8 de septiembre de 2014

Susurros de otoño

Como otras veces, los primeros síntomas del otoño me llegan envueltos en la voz susurrante de Leonard Cohen, que el próximo día 21 de los corrientes cumplirá 80 años. ¡Cómo nos congratulamos!
Estas instantáneas de Almost Like the Blues, enhebradas en una nueva letanía melancólica, tal vez no añadan nada distinto a las otras muchas voces con las que el poeta canadiense nos ha conmovido y emocionado.
Son, más que nada, una prueba de lucidez resistente. De un saber mirar tanto alrededor como hacia el interior de uno mismo permaneciendo de pie.
Y eso, a estas alturas, ya es mucho. Casi todo.
Casi como el blues con que el otoño empieza a dejarse sentir.




domingo, 7 de septiembre de 2014

Burbujeo


Con lo dura, larga y agobiante que está siendo la crisis económica, parece mentira que un simple dibujo pueda poseer tan alto poder de conmoción. Pero es así. La burbuja inmobiliaria, una de esas bestezuelas segregadas por las ubres colgantes del capitalismo, ha desembocado en un drama tan real y ominoso, que incluso es capaz de desalojar de sus cubículos, y de nuestros remotas memorias infantiles, a las criaturas más inocentes de la imaginación. Ni siquiera el Doner Kebab que, en los bajos, tomó el relevo de la tienda de ultramarinos (o tal vez de la propia portería) ha aguantado el envite. Solo el moroso, en su buhardilla, parece resistirse. Ha desaparecido hasta el resistente gato.

martes, 2 de septiembre de 2014

Quebradas


En forma apenas
visible sólo a cambio
de variar del fulcro su improbable
equilibrio entre el ser
y la urgencia
corporal olorosa
de que todo se ha de ir
corrompiendo y de hecho
madura y se pudre     
sólo así vida mía
alcanzo a darme 
cuenta de dar cuenta
de la inmensa laceria
que gira en derredor
de dentro a afuera
su juego reversible
vale decir el nudo mundo
que medito mientras
veo cómo caen o vuelan
mezcladas con la arena
del reloj las más y más
antiguas emociones
con sus tiernos rasguños
envueltas entre líneas 
quebradas neandertales
y el matojo de flecos
de sueños rumiantes
que mastico y mastico 
como un chamán tozudo
para extraerles eeepa!
la gota de la vida.


(Imagen: posibles muescas neandertales halladas en un roca de Gibraltar.)



martes, 29 de julio de 2014

La fricción de la realidad


Entre esas frases hechas que a menudo se nos vienen a los labios, tal vez ninguna tan certera como la que afirma que la realidad siempre acaba superando a la ficción. Uno puede tener a veces dudas de que sea así. Pero comprobar su certeza es mera cuestión de tiempo. Dos ejemplos recientes lo demuestran. La otra noche, como homenaje al fallecido actor Álex Angulo, busqué en los estantes altos El día de la bestia y pude constatar que no sólo es una película aún viva, con plena vigencia estética y humorística, sino que se ha convertido en una obra clarividente y hasta profética. ¿No estaba latiendo ya en ella una denuncia del (anti)cristo que se nos venía encima? Visto ahora, el filme contiene un aviso evidente acerca del triunfo del mal que han supuesto asuntos tan endemoniadamente perversos como el de Bankia, cuyas torres inclinadas eran en la película, además de la firma y el símbolo del maligno, el lugar preciso de su advenimiento. ¿Y qué me dicen de los parecidos razonables entre Gollum y Pujol? Alguna vez, infelices, pensamos que el escarnio de comparar al avaro enano de El señor de los anillos con el molt honorable prócer catalán era grande, un fruto del mal gusto y de ese prejuicio que tiende a considerar que la codicia es parte esencial del carácter de algunos pueblos. Pero, ay, tal como se van poniendo las cosas, habrá que ir pensando en pedir las disculpas en sentido contrario. La realidad, quizás por la extraordinaria rapidez con que se desenvuelve, acaba friccionando tanto sobre sí misma que engendra mundos sólo comprensibles desde el punto de vista de la más desaforada imaginación.



Arriba, fotograma de El día de la bestia: el padre Ángel Berriatúa descubre fascinado que la Puerta de Europa, por aquel entonces sede de Cajamadrid, es una firma a lo bestia del demonio. Abajo, cartelón de El señor de los anillos: el carrasposo Gollum contempla extasiado el mundo a través de su herencia.

domingo, 20 de julio de 2014

Los estados intermedios

Imagen sin mención de autor. Tomada de El País.

El sueño es otro estrato de la realidad. O, como dice la frase ya clásica, una segunda vida. Y es desde dentro de él, cuando aún no ha acabado pero ya se sabe que su fin está próximo, cuando se inicia de forma más o menos consciente la preparación del salto al despertar. Un extraño momento de «doble lucidez» (tal vez fuera igualmente correcto llamarlo de «doble penumbra»), en el que somos conscientes de estar soñando, aunque buena parte de nuestro cuerpo permanezca dormido, pero siendo percibido o vigilado por una parte alerta de la conciencia que, además, comienza a elaborar argumentos, o esbozos de tal, mediante expresiones capaces de estimular la formación en el cerebro de nuevas imágenes que puedan hacernos entender qué está pasando o, por lo menos (y tal vez sobre todo), qué podemos contar, sobre qué es posible escribir. Esta mañana regresaba a la realidad de la vida consciente como un náufrago (o, rebajando el énfasis, como un bañista en mar menor) que se dejara arrastrar por las olas hacia la playa después de una aventura de la que vagamente recordase haber vivido una situación emocional complicada, incluso un grave peligro. La imagen, aunque de flecos deshilachados (a causa sin duda del exceso de agua), capta bien cierta sensación de zozobra del que está en trance de despertar, aunque ese desembarco que traduce sea un estado del ánimo en el que los acontecimientos (o su materia mental) permanecen bajo control, porque sabemos que la playa y el suelo firme de la realidad ya están al alcance de la mano: será suficiente con abrir los ojos para poner las cosas en su sitio. Me gusta mucho indagar en estos «estados intermedios» (inter-me-dios, curiosa palabra) entre el sueño y la vigilia porque en ellos crecen con facilidad las semillas de las nuevas imágenes. Y no hay nada tan enriquecedor, tan profundamente vital, como una buena nueva imagen, rara avis, y cada vez más, en un mundo hiperapantallado en el que cada día resulta más difícil mirar hacia algún lado que no sea recuerdo.

(Tiempo contado, saliendo de una noche de mediados de julio de 2014)

viernes, 18 de julio de 2014

sábado, 21 de junio de 2014

Elogio de la luz

400 caballos. Instalación de Stephanie Christofi, en CC Conde-Duque. 

Aunque cada vez soporto menos el calor, también cada vez me gusta más el verano. A simple vista, son sensaciones contradictorias, pero puedo explicarlo (si olvidar que vivir en la contradicción no es nada extraño, ocurre a menudo, podemos comprobarlo a nada que apliquemos un examen desapasionado a muchas de nuestras acciones). Me gusta el efecto de lo que mi amigo Carlos Medrano, con exactitud poética, llama los «días crecientes», el avance de la luz, la promesa infinita de las noches al aire libre. Supongo que, en el fondo, aún tienen su propio peso las sensaciones asociadas al fin de curso, el tiempo de vacación, la ruptura de la monotonía que traen consigo los días feriados. Todo esto, aunque ahora y desde hace ya mucho se cumple de manera bien distinta, parece haber penetrado muy hondo en nuestra naturaleza, de modo que difícilmente nos libramos de experimentar un eufórico estado de liberación cuando caemos en la cuenta, acaso simplemente al ver cómo cambia la mancha de nuestra sombra en el suelo, de que junio ya ha sobrepasado con amplitud el zaguán de su casa, y la noche de San Juan, con su agua sanadora, está a la vuelta de la esquina. Y tal vez sea eso, el rito del agua nueva, lo que más me gusta de los días siempre repetidos y siempre irrepetibles (¡ninguno ha de volver nunca!) del inicio de cada verano: sacar el agua al oreo de la noche más corta para que, como en un viejo romance, la bese la primera luz del alba, y así santificada, lavarse con ella los ojos (os ollos), las mejillas (as meixelas), detrás de las orejas (as orellas), como me lo enseñó mi madre siendo aún tan niño que no recuerdo donde está el comienzo de un rito que he mantenido siempre y que he procurado transmitir, entre bromas pero con convencimiento, a quienes comparten mi vida.

Y junto al agua, la alegría de la luz. A las criaturas de la noche (verbigracia, quienes muy a menudo, en estos días, nos acostamos poco antes de que la mañana esté llamando a la puerta o incluso cuando ya ha empezado a colarse por las ventanas orientales de la casa) nos fascina la luz en todas sus manifestaciones, de las que una de las más bellas es la del crepúsculo, esa hora cuyo nombre es ya todo un acontecimiento. El caso es que el verano me pone de buen humor y me ofrece promesas de vida por vivir. Aunque después no se cumplan. Basta con el que el rayo de la ilusión nos ilumine por dentro para que las cosas comiencen a tener un alma diferente. Y esa es la virtud más notable de estos días en los que parece que la luz no se va a acabar nunca. Las cosas recuperan o potencian su presencia hasta tal punto, que tenemos la impresión de que es un milagro su sola existencia maravillosa. Así iluminado, el mundo se convierte en un prodigio poblado de criaturas excepcionales. Y en un lugar muy hondo de nuestro interior sentimos la certeza de que, pase lo que pase, mientras esa luz nos acaricie con su música, nunca estaremos solos.


jueves, 19 de junio de 2014

Rey ayer


Quiso el azar, que todo lo puede, que la abdicación real de Juan Carlos I en el Palacio de Oriente coincidiera con el real destronamiento de la selección española sobre la hierba amarga de Maracaná, el mítico estadio convertido en un desnortado laberinto donde los campeones del mundo no lograron encontrar la salida de una pesadilla que parecía irreal, de tan cruel. Favorecidos por esa carambola, los diarios de medio mundo lo han tenido muy fácil a la hora de elegir los titulares para sus portadas, y en casi todas ellas frases como «Fin del reinado de España», «España pierde su corona» o «El rey se despide» juegan con ese doble sentido. Como también lo hace el breve palíndromo que encabeza estas líneas, que hoy cobra una palmaria capacidad definitoria, incluido el lamento interno de ese «ay» solapado que llena de pesadumbre la noche de junio y oscurece nuestros sueños. La verdad es que no lo va a tener nada fácil el ya (desde hace 95 minutos) rey Felipe VI para estrenar con buen pie el «borbón y cuenta nueva», que ya se daba por descontado a costa del fácil fervor popular, y que ahora la inesperada pero inapelable derrota de La Roja amenaza con transformar en un «borrón» deportivo que quedará históricamente asociado al inicio de su reinado. Habrá que tirar de sabiduría calé (ya saben, lo de los hijos y los principios) por ver de enderezar el entuerto de esos negros augurios. Aunque quizás simplemente valga con no mezclar las cosas. Y a eso convendrá aplicarse,  en más de un sentido. Por ejemplo, y por hablar ahora ya sólo de fútbol, bienvenidos sean los análisis críticos del triste espectáculo con que el equipo español, después de tantos triunfos, ha clausurado la mejor etapa de su historia, también de la nuestra como forofos. Hace unos días, fiel a quien tantas alegrías nos ha brindado, le daba desde aquí mismo las gracias a este grupo extraordinario de jugadores por haberme devuelto a tiempos infantiles de seguras derrotas futboleras, en tardes de pan y chocolate. Nunca pensé que la ironía pudiera tener un reverso tan cruel. Hoy, sin dejar de pensar que lo conseguido deportivamente por este equipo es inolvidable, no hay más remedio que proclamar que ha llegado la hora del cambio. Y también la de tener que armarse de paciencia ante las voces carroñeras que, si ya habían empezado a hocicar en las vísceras de la víctima, no van a cejar ahora en sus picotazos hasta ver si logran sacar a algunos de sus casillas. No creo que lo logren, pero nunca se sabe.



sábado, 14 de junio de 2014

Gracias, España


Frente a lo que afirma el tópico, sostengo que el que no se consuela es porque no puede. Así que es una verdadera suerte comprobar que la soberana abdicación futbolística con que ayer nos golpeó La Roja, al sucumbir tan estrepitosamente bajo el efecto letal de la danza zamba y velocísima de Robben y sus amigos, además de hacernos caer en la cuenta de que el fútbol es sólo fútbol, nos ha quitado a muchos un buen montón de años de encima. Jugar como nunca, incluso bien, y perder como siempre, tal era el sino habitual de casi todos los equipos nacionales españoles en cualquier competición durante la mayor parte de nuestras vidas. Lo ocurrido a lo largo de estos últimos años en tantos deportes, y especialmente en fútbol, es verdad que nos ha ido llenando el espíritu de alegrías, pero también de arrugas el cuerpo: duraba tanto que ya nadie parecía recordar que una vez, durante mucho tiempo, fuimos pobres, muy pobres. De modo que también por esto hay que estar agradecidos a Del Bosque y sus muchachos: de un plumazo (manotazo, más bien: cinco golitos) nos han depositado en la piel del niño y el joven que fuimos, han reconstruido a nuestro alrededor el paisaje familiar del eterno aspirante a dejar de ser objeto de las burlas del destino, y nos han vuelto a recordar que sobreponerse a la adversidad es nuestra auténtica fortuna. Por fin podemos volver a soñar.


jueves, 12 de junio de 2014

¡GOO(g)L(e)!


Estaba ahí, pero confieso que hasta hoy no me había dado cuenta. La palabra Google no es, en realidad, un homenaje a un número infinitamente grande con aspiraciones de medir lo infinito (ver vídeo abajo). Como bien pone de manifiesto el doddle con el que el ubicuo buscador celebra hoy el comienzo del Mundial de fútbol, lo que sus sílabas contienen es una apenas disimulada fusión de los gritos básicos de la tribu futbolera a lo largo del universo mundo; es decir: GOL, GOL, GOL, OooE OooE OooE.  Por si queda alguna duda, pulsen sobre el buscador y observen la animación (o vean su presentación en Youtube). Cabe pensar que el efecto sea sólo una explotación de las características del logo adaptada a las circunstancias del evento. Pero... ¿y si fuera al revés? La sospecha de que el origen de todo pueda ser el hipnótico botar de una pelota, en cuya contemplación ya estaría inscrita, como respuesta instintiva, la exclamación básica, la palabra inaugural, abre perspectivas espeluznantes en torno a la explicación última del universo. O, para no ser exagerado, de nuestras búsquedas en él, incluida la del sentido. Nada menos. Oe, oe, oe.

miércoles, 11 de junio de 2014

Interregno

En la Corte de Alfonso X. Miniatura de las Cantigas de Santa María. 

Mientras cae sobre Madrid la segunda tormenta de junio, y cuando ya los padres y madres de la patria han convalidado en el Congreso y remitido al Senado la abdicación del rey Juan Carlos I, se me viene a los labios la palabra interregnoY con ella, el recuerdo de la cita de Flaubert que figura en el «Cuaderno de notas» de las Memorias de Adriano, una de las dos grandes novelas de Marguerite Yourcenar, y que dice así: «Cuando los dioses ya no existían y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único, entre Cicerón y Marco Aurelio, en que sólo estuvo el hombre». Aunque sé bien que, según nuestro ordenamiento jurídico, no hay interrupción alguna en la continuidad de la Corona, en los pocos días que restan hasta que sea proclamado rey Felipe VI, resulta inevitable que se abra paso, entre las ensoñaciones con que uno se pasea por las calles, la de vivir en una parecida circunstancia excepcional. Sensación que enseguida se ve acompañada de un sentimiento de extraña euforia, tan gratificante como la lluvia. En ese clima moral y estético, y como fruto probable de algunas raíces no secas del árbol ácrata de mi juventud, rebrotan viejos sueños o ideales que proclaman la valoración de la libertad como el tesoro más preciado de la vida consciente, aunque su concreción en la realidad social, e incluso en la intimidad propia, no sea precisamente la tarea más fácil del mundo. Con ese ánimo, me digo, será más llevadero asistir al pesado ejercicio de cordura cívica que se está desarrollando en esta vieja España, cuya forma de Estado no es un dogma. Algo, esto último, que el nuevo monarca deberá tener bien presente. Y si no, ya tendremos ocasión de recordárselo.

(Tiempo contado, 11 de junio 2014)



martes, 3 de junio de 2014

Carrusel de asombros


Tendría que recurrir al tipómetro, esa herramienta de la información que bien podría considerarse el símbolo del viejo periodismo, para comprobar si el cuerpo que ha empleado El País-papel en el titular de la noticia de la abdicación del rey es o no el más grande exhibido nunca en la edición impresa del periódico, sólo unos puntos didot por debajo, o incluso a la par, del que sirve para componer la cabecera. De lo que no cabe ninguna duda es de que, del mismo modo que siempre se muere gente que no se había muerto antes, estamos viendo cosas que nunca habíamos visto, en una sucesión incesante de novedades y carrusel de asombros que elevan el umbral de nuestra curiosidad sensible hasta extremos cada vez más difíciles de superar. Me parece que ya sólo la aparición súbita, definitiva, indubitable del proverbial extraterrestre, con su cohorte de promesas azarosas y amenazas terribles sobre todo lo divino, lo humano y el resto de los tópicos, podrá postularse en el futuro como candidata a noticia extraordinaria. Y de lo que no cabe ninguna duda, tampoco, es de que, aun en ese caso, el repiqueteo de las redes sociales logrará sembrar la vieja galaxia Gutenberg de tantas luminarias y falsas estrellas, que intentar orientarse por los astros será como querer seguir un rastro de arena en el desierto. Cada vez se echa más en falta a un nuevo Kepler, capaz de descifrar este concierto que tanto desconcierta. Signo de los tiempos la plétora de signos. Y qué cosa más curiosa, la curiosidad, vieja ramera, madre de la filosofía. Y la telebasura.

(Tiempo contado, 2 junio, 2014)

lunes, 2 de junio de 2014

«Habla, pueblo, habla»

Quién lo diría. Pero resulta que aquella cancioncilla pegadiza de Jarcha que en 1977 le sirvió a Suárez para movilizar a la gente en favor del «Sí» en el referéndum sobre la Reforma Política, como en un bucle que reapareciera casi otros cuarenta años después, vuelve a ponerse de actualidad en este momento histórico en el que, por fin, el rey Juan Carlos ha decidido aceptar, si se me permite el exceso retórico, la sugerencia sombrerera que le hiciéramos desde esta página hace más de un año... El gesto de Juan Carlos I, aunque tardío y desenfocado, es un último intento de salvar la institución monárquica, una entelequia difícilmente justificable en el mundo de hoy. No sabemos si logrará sus propósitos. De lo que no cabe ninguna duda es de que estamos frente a la oportunidad manifiesta de zanjar viejos fantasmas y de legitimar completamente el tránsito de la dictadura a la democracia. Es imprescindible que el pueblo se pronuncie sobre la forma del Estado. La forma y los tiempos en que esto deba hacerse no son de fácil concreción, pero en eso consiste precisamente la política: en buscar los caminos de lo posible. Ahora podemos hacerlo. De no ser así, además de desperdiciar torpemente un impulso que de verdad puede hacernos salir de un tiempo muerto y vislumbrar con alguna esperanza el futuro de la España de 2054 (por señalar el hipotético momento en que el bucle cronológico habrá desplegado otra espiral), se daría un nuevo paso en falso sin excusa alguna y estaríamos abocados a una desafección popular de graves consecuencias.

(Tiempo contado, 1 de junio de 2014 )

miércoles, 28 de mayo de 2014

Amor, bala, broma


Al volver sobre sus pasos, en medio de la pista central y ante la expectación unánime del público, el mago fue sacando del sombrero lo que parecían ser los restos desordenados de su último insomnio: un corazón al rojo vivo, un matasuegras y, quién lo diría, una... oveja.



viernes, 23 de mayo de 2014

Metáfora del pájaro


La osadía del pájaro es una traducción de su gorjeo, el canto firme de su ser en el aire, una respuesta que ilumina la mañana.

Hay en el pájaro tanto peso ideal, que su figura atraviesa la historia y sus contornos como una exhalación -flecha emplumada- y está presente en la raíz de los sueños, sean o no el fruto de ese impulso hacia la duración al que llamamos arte, e incluso en los silencios más bellamente construidos.

Los pájaros, que tienen en su herencia biológica huellas adivinables del temblor de la Tierra, cruzan de un lado a otro del mundo y salvan los escollos más salvajes para que no se borren las líneas de fuerza que impiden que los cielos se desplomen.

Nada hay más parecido al alma humana, incluidas su idea sensible y su fabulación, que la extrema levedad de un pájaro en nuestra mano convertida en cuenco.

Tal vez por eso, muchos de nosotros, al sostener esos cuerpecillos tan frágiles, sentimos la punzada de un antiguo terror.

Todos alguna vez fuimos un pájaro.


Imagen: La tierra de los mil pájaros.


(Rescatada de los Arcones de la Posada. Primera publicación: 12/06/09; 19:54)

lunes, 19 de mayo de 2014

Latido a latido


El triunfo liguero del Atlético de Madrid, que rompe diez años de férreo bipartidismo en «la mejor Liga del mundo» y señala el real fin de ciclo del mejor Barça de la historia, es una de esas victorias que rozan la perfección absoluta por su carácter incruento, ya que parece haber contentado a todos. Y ello no sólo porque en el partido definitivo del Camp Nou quedara claro que había un equipo que quería y otro que casi ni a dudar llegaba, sino porque en el equipo rojiblanco se encarnan valores como la humildad, el tesón o el coraje (o, dicho al chólico modo, «confianza, sacrificio y güevos»), cualidades que, si siempre han gozado de buena prensa, en tiempos tan duros como los que vivimos son para el común de los mortales una necesaria obligación vital. Virtudes, además, que están bien reflejadas en el eslogan elegido para celebrar el triunfo, con ese «latido a latido» que es un afortunado eco del mantra del «partido a partido» que Simeone logró convertir en el mejor resumen de la Liga más disputada de los últimos tiempos, tal vez de toda la historia moderna del fútbol español. No es difícil entender que para muchos, incluidas las escasas ciudadanas que aún logran vivir al margen de la pasión universal de los estadios (no conozco a ningún varón que cumpla esa premisa), el triunfo del Atleti ha podido ser algo así como un rendija de luz en medio de la noche, un síntoma cierto de que no todo necesariamente ha de escribirse según el dictado implacable del más fuerte, o de acuerdo con la lógica férrea del poder, que en última instancia no suele ser otra que aquella que se mide a través del vil metal y sus secuelas.

Manos mágicas



Hubo una vez, en la televisión en blanco y negro, un miniprograma llamado Manos mágicas. Eran breves números de magia manual filmados en primer plano que solían emitirse sin previo aviso, tal vez como relleno entre espacios con peso específico, quizás para ajustar horarios o para solucionar imprevistos en la programación. Puede que en algún momento llegaran a gozar de un tiempo propio, con un hueco fijo en la parrilla. El caso es que su aparición la vivíamos, mis amigos y yo (por aquel entonces, la televisión siempre se veía en grupo), como una agradable sorpresa, como un regalo que nos mantenía pegados al asiento, sin parpadear, fascinados. Este magnífico vídeo que Honda realizó como homenaje a sus ingenieros, y que al parecer fue uno de los fenómenos virales del año pasado, me ha hecho recuperar aquellas viejas sensaciones. Durante un buen rato no he podido hacer otra cosa que mirar y admirar las manos de la magia. Y pensar, con renovado asombro, en cuánto le debemos, en todos los terrenos, a la vieja pericia del homo habilis. 

miércoles, 14 de mayo de 2014

Y sin embargo... ¿te voto?



Ganas, ganitas tibias, de cantarle a los políticos, de nuevo en campaña, la gran copla de Quintero, León y Quiroga, la misma que doña Concha Piquer llevó a extremos inimitables de afinación, limpieza y trémolo (oígase el vídeo). Pero ganas de cantársela, eso sí, cambiando aquí y allá la letra, con toda la intención, para decirle a los representantes del pueblo que el rito democrático de manifestar la voluntad popular a través del voto, rito en el que uno, hasta ahora, sigue creyendo y no ha dejado de practicar en una sola ocasión ni fiesta de guardar, no puede seguir siendo vaciado de sentido con tanta conducta irresponsable, tanta mentira y tanta obcecación en el error. Que la piel de los «sin embargo» y los «pese a todo» se está cuarteando, y en la conciencia alerta del votante se abre paso una duda enorme, a menudo rematada por la ganzúa del hastío, hasta dibujar un bucle que puede desembocar en el vacío y hasta, quién sabe, en la vieja consigna anarca y budista de la no acción...  Lo ha dicho muy claramente, en su blog, Gonzalo Hidalgo Bayal, y con su permiso lo repito y suscribo: «Siempre he votado», dice (no hay más testigos que el café, unas pastas, la tarde que declina), «a pesar de las campañas. Pero esta vez no creo que pueda contenerme». 

Eso, y seguir tarareando las palabras cargadas de sentido de la copla:

Anda, rey de España, 
vamos a dormir...

martes, 13 de mayo de 2014

O bolo o lobo


En la provincia, de pequeño, me contaron el cuento del niño fantasioso y cabroncete que se entretiene alarmando en vano a sus vecinos, y no me lo creí. Ahora, aquí, en la capital, aúllo por la noche cuando no hay luna llena.

Lobo de origami. Tomado de aquí.

miércoles, 30 de abril de 2014

Iquique


En el vértigo inmóvil de los días hay palabras que brillan como luces en la noche: son capaces de llevarnos a un lugar de encuentro con nosotros mismos, a un espacio donde nuestra cada vez más precaria intimidad no necesita contraseñas para ser reconocida, ni poderosos leños flotantes que impidan que seamos arrastrados por el capricho de las corrientes mediáticas. Hoy, por ayer, y por un día que ya está en el pasado, una de esas islas verbales me asaltó en medio de una noticia trágica (las que más abundan) referida a un terremoto de magnitud 8,2 que hizo temblar las regiones chilenas de Arica y Tarapacá, y causó seis muertos y cuantiosos daños materiales. En medio de la crónica del desastre, similar a otras muchas leídas o escuchadas en días aciagos (aunque ninguna es igual a otra), de pronto salta un nombre que lo reorganiza todo en mi percepción: Iquique. Es la capital de Tarapacá y una de las más afectadas por el seísmo, hasta el punto de que las seis personas fallecidas vivían en ella. Pero Iquique, más allá de la crónica inmediata, es sobre todo una clave de la música del tiempo: de súbito, me remonta a unos años de mi juventud en los que, dentro del despertar político que me había supuesto la muerte de Allende y la derrota de «la vía chilena hacia el socialismo», la figura de Víctor Jara se había convertido en el reclamo de un interés más general por la música chilena y en particular por el folclore andino, del que ya nos habían llegado algunos acordes en alas de aquel mítico cóndor al que cantaron Simon y Garfunkel. Y en esa onda de preocupaciones, de las que los ponchos eran una seña exterior bien visible (recuerdo haber vestido uno, prestado, de suave lana gris), no tardaron en ocupar un lugar destacado grupos musicales como Los Calchaquis o Quilapayún. De estos últimos recuerdo sobre todo La cantata de santa María de Iquique, que es donde realmente desembocan las aguas de la memoria verbal. Pieza mayor del folclore chileno, es un dolorido canto de testimonio y protesta por la represión de las huelgas vividas en las minas de sal del país, que en 1907 desembocó en una masacre de obreros y sus familias a manos del ejército de Ríos Montt cuando se habían refugiado en la Escuela de Santa María. Sin duda, uno de los sucesos más trágicos de la historia de Chile. Es toda ella una obra conmovedora, pero la parte que me parece más lograda es la que recoge el vídeo que dejo abajo  Es oportuno recordarlo en vísperas de un primero de mayo, hacia el que también nos conduce, con toda su fuerza de símbolo gráfico, El cuarto estado, el conocido y tantas veces recreado cuadro de Giuseppe Pelliza da Volpedo que encabeza estás líneas (imagen tomada de Wikipedia).

viernes, 25 de abril de 2014

Lisboa, abril 2540



Cuando el tren aterrizó en Santapolónia, la ciudad aún dormía bajo el polvillo gris de su cúpula dorada, ajena al ajetreo ya evidente sobre las aguas congeladas del río. Al descorrer las cortinillas de su cápsula, el viajero descubrió en un rincón del andén levitante el azulejo azul. Nada más fijarlo en su retina glaseada, vio cómo se activaba en el aire la lluvia de claveles rojos y comenzaba a oírse la vieja canción que siempre conseguía transportarlo a uno de sus sueños favoritos. Entonces comprendió que lo que más le atraía de aquella materia onírica simple, apenas unos kas en su vasta memoria de Rewriter, era también lo que más intranquilidad le causaba. Pese a todo, se sintió reconfortado por la mezcla de pulsiones cruzadas que, con el paso de los años, había identificado como lo más parecido a la verdad. Con ese impreciso estado de ánimo, tras desechar el uso de la mochila propulsora que llevaba en su escueto equipaje, echó pie a tierra y enfiló el laberinto urbano al que hacía poco habían rebautizado con el algo pomposo pero exacto nombre de Lisboa-Melancholía.

miércoles, 23 de abril de 2014

Al pie de la letra


La S baila
su danza de serpiente.
Pero no cobra.

(Haikucedario, 1)


(Feliz Día del Libro y de los derechos de autor. Y al maestro Forges, gracias por tanto genio honrado.)

martes, 22 de abril de 2014

Abril, 22

Pasarela en La Hita, Mar Menor. AJR, 2012

Los días llevan
las velas extendidas.
Y sopla el tiempo.

En la distancia,
nada se mueve, nadie
rompe la hora.

Cruzo los puentes
de abril. Bajo su arcos,
aguas revueltas.

Los remolinos,
dentro de mi cabeza,
se estancan, fluyen.

Giran los astros
como insectos en cielo
de primavera.

El aire huele
a tierra de luz clara
y generosa.

¿Qué es estar vivo?
¡Y tú me lo preguntas!
Conciencia, verme.

Una palabra
capaz de sostenerme
en el vacío.

viernes, 18 de abril de 2014

Adán al reconocer la nada...

Adán, al reconocer la nada despreciable cantidad de animales a los que tenía que poner nombre antes del anochecer, se sintió desolado. Sus cavilaciones lo habían conducido hasta las afueras del Edén, así que volvió sobre sus pasos y cuando estuvo en el centro del jardín se sentó bajo el árbol del Viernes y se quedó dormido. Soñó que por su peso le caía en el regazo una manzana de oro, y que de la manzana, por una ventanita brillante dibujada en el hemisferio superior, asomaba un pequeño gusano que no tardaba en saltar afuera, y crecía y crecía hasta convertirse en una gran serpiente. La serpiente anidaba en la cabeza de Adán y allí se multiplicaba haciendo que sus cabellos, que nunca habían sido cortados, se fueran transformando en la intrincada melena de otro animal, al que, fatalmente, también habría que poner nombre. Al llegar a este punto, Adán advirtió que estaba en un camino sin salida y despertó. Al levantarse, sintió un pequeño escozor en la espalda y creyó recordar que, mientras dormía, alguien había removido los huesecillos de su muñeca izquierda. Tomó del suelo una ramita y, tras afilarla un poco con los dientes, empezó a dibujar en la tierra unos círculos disímiles que fueron tomando apariencias que él no era capaz de interpretar, pero que lo obligaban a mantener fija la mirada, como si alguien le estuviera contando el cuento de su vida. Dentro del círculo grande que sostenía el círculo menor, uno y otro formados de infinitos círculos diminutos, percibió que su mano se movía trazando dos semicircunferencias y otras figuras de las que lo desconocía todo. Entonces creyó reconocer lo que el sueño no le había revelado. Y se dispuso a esperar su aparición.

(En homenaje a Gabriel García Márquez: "Mucho tiempo después sobre la tierra." Gabo no se acaba nunca.)

lunes, 14 de abril de 2014

Luna de parasceve


Al despertar, bajo la olorosa luz del sureste, mirando el calendario, me asalta la extraña sospecha de que las cosas tal vez comenzarían a arreglarse el día en que el 14 de abril coincidiera con el sábado de gloria. Ya pasó una vez algo parecido, y quienes lo vivimos tuvimos esperanza. Pero ahora la esperanza, además de la arrugada sugerencia de un chiste mal estacionado en la Vía pública, es sólo el nombre de una estación del metro de Madrid. La luna de parasceve, la primera luna llena primaveral, es probablemente la más hermosa del año. Está llena de presagios que se abren paso entre un revuelo de túnicas sagradas, aromas orientales y música de oboes, y bajo un sinfín de resonancias que colonizan nuestros sueños, tras más de dos mil años de cristianismo (que diría Henry Miller) y solo unos pocos decenios después de que en esta tierra se frustrara el encuentro posible entre la razón de la libertad y el cántico del espíritu, en el fondo tal vez la misma cosa, aunque resulte tan difícil comprobarlo. Esta luna, que fascinó a Cernuda hasta el punto de trasladarle sin nostalgia pero con alegría a la Arcadia de su infancia sevillana, este año llega además envuelta en ese fenómeno de cuatro eclipses consecutivos conocido como tétrada, al que popularmente, con expresión casi lorquiana, se denomina «cuatro lunas de sangre». Un suceso astronómico no excesivamente raro, aunque sí espectacular (donde es visible) y al que algunos augures consideran mensajero de desastres apocalípticos, si bien no falta quien lo ve (y me sumo) como una ocasión de renovar energías vitales para afrontar el tiempo venidero. De una forma u otra, en el preciso, mínimo, fugaz instante en que se produzca la confluencia entre la efemérides republicana y la primera luz nocturna del martes santo  (¡pero el 15 de abril siempre lo es!), será la hora y señal para dejarse invadir fluidamente por la pura emoción de estar vivo.

Imagen: luna llena de abril. De autor desconocido. Tomada de aquí.

sábado, 5 de abril de 2014

Albricias de abril



                                             PINTOR AL MAR SACÓ ARPA*,
                                             cosa que la mar no tiene,
                                             salvo si escuchas las olas
                                             de tu propio corazón.
                                                                                 
(*Para Clara Ramos Pinto*, 5 abril, 2014)





La postal de Pancho (todo se pega)


miércoles, 2 de abril de 2014

Rosa de Luna


La mano de la luna sostiene una rosa roja junto al mar.
Su delicada firmeza, a vista de las aguas, es una oración muda.
Un salmo visual que nos deja a este lado de la vida
el rastro perdurable de las olas, los días y los sueños,
las pisadas del dios de la belleza
y la parca aventura de buscarle sentido
a lo que ocurre, y duele, y también pasa.

(Para Luna Miguel, con otra rosa)


Imagen: Luna de Los Escullos, Cabo de Gata. 
© José Luis Navarro Cabo, 2014.

Leer, imaginar


Un voraz monstruito arlequinado invita a llenarse la cabeza de castillos en el aire, desde el cartel con que este año se celebra, coincidiendo como siempre con el nacimiento de Andersen, el Día Internacional del Libro Infantil. El título del volumen que la criaturita devora con indisimulado placer lanza una consigna que tiene su miga: «Imagina las naciones a través de la historia». Un mensaje que probablemente resuene de forma diferente según donde se lea, pero que en todo caso pone el acento en el carácter imaginario de la realidad. O por decirlo de una manera menos rotunda: en el hecho de que un ingrediente básico de la vida es la imaginación. Una capacidad, por cierto, que funciona en cualquier soporte, formato o ubicación. Lo único que resulta imprescindible es alimentarla. Y para eso la lectura es la mejor dieta.
Este año el país encargado de hacer visible la celebración es Irlanda. El cartel es de la ilustradora Niamh Sharkey, mientras que el mensaje dirigido a todos los niños del mundo ha sido redactado por la escritora Siobhán Parkinson. Puede leerse aquí.


lunes, 31 de marzo de 2014

Paz


Hoy, como es sabido, el poeta Octavio Paz hubiera cumplido cien años. Sus palabras, el universo sin límites que en ellas se encierra y que me acompaña desde hace más de cuatro décadas (exactamente, desde 1973, según reza una nota manuscrita en una Antología general de la poesía mexicana, de Bruguera, donde leí por primera vez algunos poemas suyos), aún está lleno de extensas regiones inexploradas, de semillas ocultas en cientos de páginas puestas a buen recaudo a la espera de ser deletreadas. Esa es una de las mayores esperanzas que el tiempo nos ofrece: el consuelo y la alegría de poder seguir leyendo a Octavio Paz.
Gracias, maestro, por los nombres habitados.

Fotografía © Efe, tomada de aquí.