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Ramón Tamames. Foto EFE. |
(En voz alta). Leído el discurso del profesor Tamames —se lee casi como uno de sus artículos periodísticos, sólo que algo más largo de lo habitual—, llego a la conclusión de que la acumulación de opiniones más o menos sensatas o polémicas, la sarta de lugares comunes sacados de resúmenes de prensa, algunas opiniones de barra de bar, y los múltiples guiños diseminados aquí y allá —sobre todo en las notas al pie—, para quedar bien con todo el mundo (incluido, si bien se mira, el presidente del Gobierno)…, todo eso, enhebrado a través de una especie de vanidosa “Apologia pro Vita Sua”, no es otra cosa que un demorado y algo simplón preámbulo para permitirse el lujo de pronunciar en sede parlamentaria esta frase: «Lo confieso señorías, el acto de hoy es para mí como una de las últimas secuencias del propio guión de mi vida». Vamos a ver qué da de sí el asunto, pero me parece que el narcisismo del candidato al final nos va a salir por un pico. Alguien debería convencerle para que lo cambiara por un micrófono y una cámara en horario estelar de cualquier canal televisión generalista.
Ah, al margen de algunas otras cuestiones discutibles, he visto en la pieza oratoria un flagrante despiste (supongo que será corregido): Octavio Paz no fue Premio Nobel de la Paz (folio 30), que sería redundancia, sino de Literatura.