(Al filo de los días). Hace hoy 46 años (se dice pronto) de la matanza de Atocha. Siempre he creído que la muy generosa respuesta que la izquierda, y en particular el Partido Comunista de España, dieron a aquel terrible crimen fue la base sobre la que pudo crecer la salida pacífica de una dictadura que no estaba dispuesta a desmontar sus estructuras salvo que se demostrasen inoperantes y obsoletas por la fuerza de los hechos. Y eso fue lo que ocurrió. Pero hubo momentos muy delicados en los que las aguas estuvieron a punto de desbordarse. Y la matanza de Atocha, puede que incluso mucho más que el 23F, fue uno de esos nudos gordianos que se deshizo gracias a un ejercicio de cordura y paciencia colectiva encabezado por líderes políticos y sindicales, profesionales e intelectuales a los que ahora a menudo se ignora o ningunea —también en recorridos dizque minuciosos y personalizados de aquellos años— o incluso se desprecia, más que nada por un tarambánico ejercicio de desmemoria o, lo que es peor, por ignorancia recalcitrante. Por lo demás, qué jóvenes éramos entonces. Aunque no tanto como para que no estemos a tiempo de mejorarlo… todavía.
martes, 24 de enero de 2023
CORRESPONDENCIA
La nota me llegó dentro de una botella mensajera. Tras abrirla y bebérmela pude leer: «Et niev yeve unice idoh, coice idete. Isi ceid si es iceidec niuq ecrota, ce certeco dec noz eideve. Unoh coete is si es ocnicor tauc sert sodonu». Lo vi bastante claro: alguien necesitaba mi ayuda para salir de un remoto rincón isleño. De modo que, a vuelta de vasija, le contesté: «Un odos trescu atroc incose issi. Eteo chonu Eve die zon. Cedo cetre ceca tor. Cequin cedi ecise isdi, ecisi ete die. Cio cho di ecinu y ve inte». No hay mejor cosa que ser corresponsal. Si acaso, sólo, ser correspondido.
lunes, 23 de enero de 2023
FABULARIO
domingo, 22 de enero de 2023
Adiós a un gran cineasta: Agustí Villaronga
Agustí Villaronga. Foto tomada de la Acadèmia del Cinema Català. |
LA EVAPORACIÓN (5)
Picasso: Niño con paloma, 1901. National Gallery, Londres. |
Pudiéramos estar esperando cualquier otra cosa. Aún no nos ha llegado con total claridad el sentido final de algunas promesas ni la moraleja verdadera del cuento. Pudiéramos estar esperando, por ejemplo, un milagro de nieve, o la facilidad extendida de las caricias que no se improvisan, y con ellas el claro comprender de estos flecos mentales que suelen tejerse en impresiones más o menos neuróticas, turbias sin duda pero poco consistentes, salvo para enredarnos en ellas como algas dejadas por la marea baja y que nos salen al paso con pasmosa facilidad, aunque ya hemos aprendido si no a zafarnos sí a ignorarlas y apenas tienen incidencia en el empuje sostenido entre intermitencias con que abrimos cada día las puertas de nuestra marchitable sensibilidad, siempre dispuestos a verle a las palabras inevitables los prefijos y a morder la raíz tan sabrosa de verdad hasta alcanzar el sabor del origen, lo que acaso hubo antes del primer balbuceo, esa escena inaugural que vive en el fondo de nuestra conciencia y de la que todo lo demás acaso sólo sea como el desenvolvimiento de la cuerda que cubre la peonza o el reguero de hormigas tan minuciosamente observado por primera vez y con tanto entusiasmo, que aquella misma noche visitamos en sueños los corredores subterráneos y la vida social organizada en jerarquías tan bien estructuradas que todo parecía, en verdad, fruto del diseño inteligente de una mente superior, quizás nuestra propia manera de concebirnos, seres provistos del don de la claridad y la constancia, ajenos a los enredados laberintos de humo y cristal dibujados por estas emanaciones sulfurosas y sus tóxicas nubes, un verdadero cielo raso que amenaza con hundirse de un momento a otro sobre nuestras cabezas cuando ya no tenga marcha atrás el iniciado proceso de la evaporación y la única forma de saber si aún nos resta alguna posibilidad sea la de dejar marchar al ave y aguardar su regreso con la rama de olivo o el polvo del cometa capaz acaso de hacer germinar en las cuencas lacustres otro milagro de la primavera, mira tú…
sábado, 21 de enero de 2023
A LOLA LÓALA YA: LA OLA LOLA
Cubierta de revista Cine Mundo, Núm 27, 1952. Sociedad General Española de Librería. |
Los jóvenes airados de entonces a la Lola le perdonábamos la vida cada dos por tres. Que cómo me la maravillaría yo para no ver el pelo de la dehesa asomando junto al rancio traje de lunares o no te digo nada de la bata de cola que la folclórica, en feliz desliz complementario, tuvo que aclarar que era la que (no “lo que”, loco loca) pedía que le metieran en la caja. Y aquel gracejo racial y architópico que parecía hacerle el juego y hasta servirle de coartada al dictadorzuelo de la voz de pito —aunque, como aclaró ella, “a mí Franco no me dio nada, solamente una pitillera que resultó ser de plata falsa”—, en tanto en cuanto ofrecía cobertura festiva a un estado de cosas ominosas y incluso a la realidad secuestrada de cada día. De modo que a ver quién era el “progre” que se atrevía a reconocer que allí había otra condición bien distinta a la aparente y que, como en otras tantas cosas de entonces, parecía necesario hacer las aclaraciones pertinentes para sortear el ofuscado prurito que consiste en “tirar al niño con el agua del baño”. Todo se fue encauzando hacia otra normalidad cuando alguien tan poco sospechoso de complacencias vanas —salvo en alguna dirección— como Sixto Cámara le prestó atención admirada o, ya definitivamente, cuando José Miguel Ullán, que le hizo el “tatuaje” necesario a toda una facción de la cultura popular española para que pudiera ser degustada sin prejuicios ni rubor falsario, se declaró rendido admirador de “su arte inmenso”. Hoy hubiera cumplido Lola Flores sus primeros 100 años (95 según su cómputo amañado), y resulta casi incomprensible pensar que ya han transcurrido casi tres décadas de su muerte. Pero lo que ella fue y lo que pudo significar tal vez estén más vivos que nunca, y convertido su arte, tan intenso como creíblemente sobreactuado, en una especie de poderosa leyenda camino de encarnarse, niña de fuego y madre fervorosa, en mito inmortal.
viernes, 20 de enero de 2023
SOYLENT GREEN
Charlton Heston y Edward G. Robinson en una escena de Soylent Green: cuando el destino nos alcance (1973), filme de Richard Fleischer. |