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La Place Vendôme, de París: en ella se ubican algunas de las más conocidas tiendas de joyas y otros objetos de lujo. Foto: Stellalevi / Getty, publicada en La Vanguardia (26.06.20). |
ES EN LA INCESANTE VIDA COTIDIANA
DONDE TAMBIÉN OCURREN LOS HECHOS EXTRAORDINARIOS
Las circunstancias azarosas —pero, si bien se mira, todas lo son— nos habían ido poniendo a mano salidas más o menos transitables para cada uno de los episodios. Y en algunos casos, la suerte hizo que incluso confluyeran acciones y seres que parecían haber estado esperando su oportunidad desde tiempos pretéritos. Sin embargo, no resultaba fácil imaginar qué dios aciago, o aciaga diosa, había dispuestos las cosas de modo tal que, justo al otro lado del tabique donde oficiaba ‘La anticuaria que metía los dedos en un tarro de pepinillos’, pudiera percibirse con notable claridad, y sin que fuera necesario superponer la oreja al delgado ladrillo medianero, la creciente desolación de un hombre identificado, en el posterior atestado policial, como ‘El joyero que leía el entrefilete que firmaba su sentencia de muerte’. Aclararemos, por si fuera necesario, que un entrefilete, sugerencias culinarias aparte, viene a ser el suelto de un periódico impreso. Pero aun así, nadie podrá negar que hay coincidencias con muy mala sombra. (LUN, 558 ~ «Perec al paso», 169-170)