Entrada tapiada de los antguos cines Duplex. Foto AJR, 2021 |
Se había mudado a aquel coqueto loft de General Oraá, construido en lo que habían sido los cines Duplex. Lo hizo movido por cierto fetichismo cinéfilo y por el eslogan de la promoción, que prometía “una vida de película”. Lo que no sabía era que el edificio estaba también levantado sobre las ruinas de un viejo monasterio dominico, cripta incluida, del que además se rumoreaba que habían sido inhumados algunos inquisidores. El caso es que no tardaron en producirse lo que él denominó “fenómenos paranormales”, si bien, por lo que contaba, eran sucesos terribles y de absoluto canguelo: sangre saliendo a borbotones por los grifos, enervantes alaridos a altas horas de la madrugada, continúas interferencias televisivas con escenas monstruosas... «Aunque, tío», me dijo, «¿sabes qué es lo que de verdad me saca de quicio y me parece la mayor putada?… Pues que, si hay un género que detesto, es el de las pelis de terror».
(LUN, 1000)