lunes, 16 de agosto de 2021

Prosa

 
Cuando contemplo el cielo de luces estrellado, es difícil no caer en la cuenta de nuestra poquedad.

Pero también emerge, como agua brotada, que tal vez sea esa casi minucia sintiente y pensante la única entidad conocida capaz de darse cuenta.
He ahí la gran paradoja de nuestra corta vida, durante la cual sin embargo algo en nosotros aspira a ser consciente de “todo lo que ocurre”. Y a vivirlo.
A fin de cuentas, a ver si va pasando la calor. Y que el clima, con los coletazos de sus muy variopintas estadísticas, no nos pille —ay, hermanos, semejantes hipócritas— en alguna de sus múltiples trampas.



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