lunes, 17 de mayo de 2021

La última palabra



Asir la risa
y elevarse con ella
de un modo sobrehumano
—que ya lo humano estanca,
entre las sangres,
la costumbre.
Y sin dejar de soltar hilo,
a contracorriente,
condescender el gesto
del entendimiento,
saberse ser en las acciones nulas,
no ofender -ni excesiva mente- al prójimo,
bailarle el agua al que se da por aludido
y no quejarse de los intersticios,
con su obvia oquedad
entre las piedras corporales,
por los que se desagua siempre la razón.
Al fin y al cabo la soledad es todo
lo que nunca podrás pontificar:
el abismo insalvable,
la lengua inverosímil,
el estruendo que sube desde el fondo
y la canica gorda: el bolondrón.

Xela Arias en el Día das Letras Galegas

(En voz alta). Pasei un chisquiño da noite lendo... La poesía en gallego tiene muy buenas noticias. Y también algo de histeria alrededor de su historia. Pero es un gozo poder acercarse al brocal de una lengua que no cesa de manar agua clara. Feliz Día das Letras Galegas. Xela Arias les está esperando (este artículo de eldiario.es puede ser una buena puerta de entrada).



miércoles, 12 de mayo de 2021

Índices

(Al filo de los días). Leer a Vila-Matas suele ser lo más parecido a participar en el festín de Esopo, aunque tiene el inconveniente de que te obliga a levantarte mucho del sillón porque menciona, con una gran capacidad movilizante, a muchos autores —la mayoría de sus libros tienen una no disimulada naturaleza de casa de citas— y refiere detalles de fácil comprobación en ejemplares que han pasado también por nuestras manos pero que desde hace tiempo duermen el sueño de los justos —cómo será ese sueño— en anaqueles cada vez más caóticos. Mucha tela que cortar. Y esta anécdota. En Impón tu suerte (Círculo de Tiza, marzo 2018), donde se reúnen artículos y otros piezas cortas, en la página 130 aparece una breve mención de un libro de Flann O’Brien, La saga del sagú de Slattery, sobre la que E. V.-M. anota que es —abro comillas— «una novela sobre las patatas y el petróleo, en muy buena versión de Antonio Rivero Taravillo». Como el libro incluye al final un amplio índice onomástico (pp. 438-459) me entretengo en repasarlo y comprobar su inclusión en él de esta mención de ART, y en efecto allí figura el nombre aunque remitido a una página errónea. No sólo eso, a una página 13 que no está foliada porque corresponde, oh coincidencia, con la doble página en blanco insertada entre el prefacio y el primer apartado el libro. Dado que la página que debería figura es la 130, no es difícil deducir lo que ha podido pasar en la confección de ese índice: se ha perdido un 0, o sea nada. Lo que ya resulta más difícil calibrar es la significación profunda de un despiste/errata/error como ese en el interior de un artefacto en el que, como suele ocurrir en el universo del autor barcelonés, nada ni el azar mismo responde sólo a la puta casualidad, ni las erratas son insignificantes. Por lo demás, el libro se lee como agua que corre, es un continúa festival de entusiasmos y revelaciones, de pistas utilísimas y también de páginas muy valiosas, como por ejemplo las dedicadas a Roberto Bolaño, tan inspiradas y convincentes que me han llevado a volcarme de nuevo en el mundo del autor de Los detectives salvajes, y a... procurar no perecer en el intenso vórtice de un tiempo que no volverá.




lunes, 10 de mayo de 2021

Ýcaro

De pronto es esta luz,
su urgencia extrema
en el filo falaz de la costumbre,
el precio que pagamos por el peso
de vivir de prestado
y dar en cada
movimiento de vida
una respuesta
a las preguntas ciegas
y al abismo
donde más tarde —o mismo ahora—
comenzaremos
a precipitarnos.

viernes, 7 de mayo de 2021

Madrid con vida

Foto AJR, 2021.

(Al paso).
Tras el derribo del paso elevado de Joaquín Costa, el eje Avda. América-Francisco Silvela-Mª Molina-Ppe. Vergara ha quedado como un amplio espacio despejado y amable y al que, al parecer, no tardarán en regresar los ajenos y añorados bulevares, una de las señas de identidad de cierto Madrid ilustrado y paseante que había ido cayendo víctima de ese gran depredador de los espacios urbanos que es el automóvil. Este singular edificio de Iberia, cuyo chaflán recoge como un muro de percusión todo el tráfago proveniente de la Castellana y el flanco Oeste de la urbe, tenía fama de ser el punto más ruidoso de la ciudad, una condición de dudoso honor que tal vez se corrija ahora.

Una de las lecciones que hemos de sacar de este paréntesis de Pandemia (si finalmente conseguimos cerrarlo) debe ser la de cambiar de una vez y para siempre nuestra relación con la ciudad y su entorno buscando y practicando modos de tránsito y comunicación y, por así decir, de consumo de espacio y recursos que sean sanos, sostenibles, seguros. Algo que debería estar contemplado en un primer plano de esa Libertad cañí ®️ por la que abrumadoramente se ha decantado la mayoría de los ciudadanos de una urbe que se está descubriendo a sí misma cada día y que, pese a lo que se pueda malinterpretar por el precio pagado por errores que no son sólo suyos, aún tiene a salvo e imbatible un estilo de convivencia y un modo de vivir, junto con una red visible y subterránea de arte, memoria y sueños, que está más allá de las torpezas manifiestas, las rencillas populosas, las melancolías inertes o los desastres generales del más reciente Apocalipsis. Madrid es mucho más de lo que aún sabemos. Y es —sigue siendo— un gran aliciente vital continuar bregando por descubrirlo.

AstraZeneca in progress

 


(Al filo de los días). La que me quiere bien, que es la misma que ha tomado la instantánea, me la envía con este comentario a modo de pie: «Saliendo victorioso de la vacuna». De momento (la imagen es del pasado domingo 2) así ha sido: ni la menor secuela de la primera dosis de AstraZeneca, pinchada en mi brazo izquierdo en el transcurso de un proceso casi estabular pero eficacísimo, en el ahora llamado Wizink Center, entre vagos recuerdos de canciones de Cohen, Aute o Supertramp, y con el número de orden 5665. Una muesca en el volver de la vida. Iremos viendo.




jueves, 6 de mayo de 2021

Cantares de Ise y otros cantos

(Al filo de los días). Una mañana peristáltica de preparativos, notablemente incómoda, a la que ha venido a aliviar, por mero azar favorable, esta vieja edición (1979: lleva la firma de compra de S. Pinto con fecha 29.5.1983) de un clásico japonés. No diré que lo tenía completamen-té olvidado porque ya no hay verdades casuales de largo alcance (ni forma alguna de poder contrastarlas), pero sí puedo dar fe y carta de creencia de la alegría y entusiasmo que su recuperación me produce, además del inmediato partido que espero poder sacarle para llevar a buen puerto algo que traigo entre manos.

En estas últimas semanas he hablado con varios amigos y amigas sobre una de las grandes diferencias que percibimos respecto a las nuevas generaciones: la muy diferente valoración de los libros. Para los jóvenes, o incluso adolescentes, que fuimos hubo un tiempo en que hacerse con una biblioteca personal equivalía a algo así como a construirse el alma, y desde entonces venimos arrastrando esa ‘condena’, que verdaderamente lo fue cuando caímos en la cuenta (hace ya mucho) de que, si bien el saber puede que no ocupe lugar, los libros en papel tienen una imparable tendencia a ocuparlo todo y eso acaba siendo una realidad si no del todo incómoda sí difícilmente gobernable.
Pero de una y otra cosa (la querencia y sus inconvenientes, y disculpen los desvíos) quedamos reconfortados y a salvo cuando ocurren este tipo de reencuentros, tan felices y prometedores: a uno le gustaría mucho que pudieran ser posibles con amigos de carne y hueso (aunque algunos, ay, ya sean sólo polvo), pero también comprendemos y nos consuela saber que entre las páginas de un libro que regresa hay algo más que letras o, como es el caso, delicados grabados.
A estas alturas, nuestras almas puede que ya tengan tatuados sus verdaderos y más sentidos afectos con una siempre revisitable secuencia de tipos móviles. Y tinta viva. Y puede que esa circunstancia sea nuestro mayor consuelo. O uno de ellos. Que tampoco hay que exagerar.