martes, 12 de enero de 2021

El regreso de Umbral


(En voz alta). Muy recomendable el documental dedicado a Francisco Umbral, Anatomía de un dandy: no sólo es un retrato ecuánime y muy completo, sino que contiene revelaciones poco conocidas y muy valiosas respecto al “verdadero carácter” de un escritor que hizo de la impostura o el fingimiento un juego mucho más arriesgado de lo que podría pensarse desde ciertos planteamientos simplistas y maniqueos.

Con todo, me llama la atención que no se haya contado con las aportaciones de Anna Caballé, que le dedicó una biografía imprescindible (Francisco Umbral. El frío de una vida, Espasa, 2004), pionera además en la interpretación de algunas lagunas biográficas que darían pie al “descubrimiento” de Jabois. Como es sabido, al periodista y escritor gallego se debe el conocimiento de la vinculación de Francisco Alejandro Pérez Martínez con Alejandro Urrutia y, por ende, con el poeta Leopoldo de Luis. Al fin y al cabo, anécdotas, letra pequeña. Aunque tal vez también circunstancias que tuvieron un peso específico en la deriva “mediática” del personaje y, lo que es más importante, en el trasunto principal de su obra.
Junto con la muerte de su hijo Pincho —en torno a ella el documental alcanza sus momentos más emotivos— y la presencia firme en la sombra de María España, su mujer, el “misterio” Umbral aparece muy bien valorado y comprendido en lo que realmente importa: una vida dedicada por completo y sin coartadas a la escritura con un grado de entrega en verdad admirable. Y poseedor de una intuición innovadora que ha dejado su huella bien visible en la trayectoria del periodismo literario de este país durante cuatro o cinco décadas.
La película, además, aporta un impulso renovado para seguir leyendo una obra aún llena de fuerza y relevancia. (Gracias a
JA Montano
por lo que él sabe).

lunes, 11 de enero de 2021

La nieve



(1)

¿Qué sabemos en verdad
de la nieve?
El alto don del cielo
cae sobre nosotros
y la belleza vuelve
a pintar las ventanas
como en los viejos cuadros
y en los primeros sueños.
La nieve es el maná,
el alma de las nubes,
la flor blanca
de la vieja conciencia,
la mano poderosa
que acaricia
el lecho de la vida,
la leche que los dioses
cansados de su nada
nos envían en prenda
de nuestra devoción.
La nieve es siempre
el último capítulo:
las letras aún legibles
de una cantiga
tan vieja como el tiempo
disuelta en notas leves
que se posan
sobre el fulgor
del mar.

(2)
Pero tiene la nieve
también
un alma negra,
la garra sucia
de la desolación,
el hielo traicionero
que deshila
las íntimas
telillas
del alma
y los cauces
de la sangre,
la traición
que no sabe
contra qué
se levanta
su bandera
de muerte
blanca
y rota.

(3)
Hay una luz
que mira cabizbaja
el campo blanco,
ningún pájaro viene
a ver qué pasa
ahora
cuando el frío,
tu corazón es esta
palpitación, el eco
que oyes
cuando pisas
en el sonido opaco
y te hundes
en tu respiración.

(4)
No se puede
repetir esta mano
que ofrece
el fruto cierto
que precede a la muerte.
Las palabras que
lo dicen imitan
a las palabras
que lo ignoran.
Y en ese cruce
extraño
de caminos
sólo es verdad
la sed, la blanca
boca en la
que sacias
lo que más
deseas: un vuelo
sin rencores,
y la sombra
salvaje de
una ráfaga
de misericordia.

(5)
He leído en las calles
cubiertas por la nieve
la sombra y el silencio
de los seres abstractos,
un rebaño de aves
aleteando en círculos
sobre el trigo quemado
y las fuentes de humo.
Son sólo una leyenda.
Su invención es la causa
del dolor que no cesa.
Y no hay manera humana
de saber si sus ojos
habrán de perseguirnos
más allá de la muerte.

(6)
La nieve escapa
de su definición.
Forma parte del mundo
abstracto
de los monstruos.
Estuvo ahí fuera
para que la invocáramos.
Ahora se muere
sucia y decrépita.
Vendrán a rescatarla.
Siempre vuelven.

(7)
Sobre la línea rota del
horizonte,
mientras tus músculos
se deshilachan,
vuelve a nevar.

(8)
Por todas partes veo
ojos vacíos.
Hace días
que solo
golpeo en el espejo
del otro lado.
Pensé que había
venido aquí
a contemplar
la nieve.
Pero
no
es
eso.
Un humo
turbio
asciende
en espiral.
Busco
una
mano
ahora
que mis manos
son de corcho.
Signos,
síntomas.
Callad
el miedo
porque ya no sirve.
Cantad
lo que sepáis.
Llega la hora.

(9)
La nieve
es un prodigio:
luz
y terror.

(10)
Desde el fondo
de este brocal
te llamo
Nieve, ven, nieve.
(Tampoco
Conviene
Ser incauto).

domingo, 10 de enero de 2021

Madrid es un cuadro de Brueghel

(Al filo de los días). Nunca pensé que fuera tan difícil y estimulante pasear por un cuadro de Brueghel. Este Madrid blanco inédito en mi memoria, como lo es quizá también una nevada de tanta duración (puede que en Salamanca, en los sesenta, conociera alguna), tiene algo de novedad añadida a la excepción: un signo de los tiempos. Ahora habrá que aplicarse para intentar descifrar lo que significa y qué pide de nosotros.

Una de las percepciones de estos primeros efectos de la nieve es que se abre paso, de modo muy intenso, pertinaz, tal vez todavía no ingobernable, una visible sensación de metamorfosis mental: habrá que estar atento a cómo los discursos carentes de trasfondo proliferan o incluso se imponen. Junto con la multiplicación de los rastros amarillos de indudable procedencia canina, me ha resultado muy llamativa cierta acentuada perplejidad en los ojos de la gente, algunos comportamientos de los que se me vuelve muy difícil calibrar el propósito y un extraño malhumor indiferente que ojalá no sea síntoma de algún desequilibrio de mayor calado.

Raros días. Preciso es tener más que nunca la conciencia alerta.

viernes, 8 de enero de 2021

Autopsias Milllás


(En voz alta).
La habitual y rica pulsión hipocondríaca de Juan José Millás nos vuelve a brindar el cuerpo del delito ya con la autopsia hecha. El punto de partida de hoy es una frase incisiva de Benjamin, una de esas agudas percepciones del más literario de los filósofos y, por así decirlo, el más filosófico —Kafka inclusive— de los escritores, al que siempre hay que volver incluso sin haber ido. Siempre está en nuestros juegos. Hondo y chispeante como —chiste fácil— un buen cava. Lo más curioso de la columna de Millás de hoy, tan precisa y sugerente (esa cuadratura del círculo) como la mayoría de las suyas, es el balbuceo errátil de la penúltima frase, fruto probable de un cambio de intenciones traducido en errata, pero reo feliz también de un sobrevenido ejemplo —preciso, sugerente— de lo que en el artículo se disecciona con la maestría de bisturí que el viejo renegado de La Prospe nos suele regalar: «... modo que me a mí me...» (muy sutil dado).

Me complace sobremanera y de manera cierta que el artículo culmine con un homenaje al académico y filólogo Gregorio Salvador, recientemente fallecido. Desde aquí le envío a su hija Aurora, ocasional compañera de juegos editoriales, un cálido recuerdo. Y, si fuera posible, también un beso para Ofelia. El poder de los nombres.

jueves, 7 de enero de 2021

Filomena

(Al filo de los días). ¿Cuáles serán los motivos que llevan a elegir los nombres que designan algunos fenómenos meteorológicos como ciclones, huracanes, tormentas tropicales y ahora también las borrascas mediterráneas? Ya sabemos que se van poniendo por orden alfabético, pero no sé si hay alguna razón o vínculo no meramente azaroso para que sean unos u otros los nombres elegidos. Me ha sorprendido de forma especial este Filomena con que se ha nombrado la borrasca de mucho frío y abundante nieve que ya está mostrando su extenso vuelo blanco entre nosotros.

Mucho antes de conocer el famoso verso de San Juan de la Cruz («El aspirar del aire, / el canto de la dulce filomena, / el soto y su donaire / en la noche serena, / con llama que consume y no da pena»), ya había oído el nombre en la aldea gallega de los veranos de mi infancia, donde vivían al menos dos o tres mujeres que se llamaban así. Y, de forma especial, alguna muy cercana a mi abuela y con la suficiente importancia familiar como para ser referencia de un clan, de modo que los hijos, nietos y otros parientes próximos pasaban a ser conocidos como «os da [los de] Filomena»; no sé si también (creo que no) directamente como filomenos, como sí ocurría con otros apellidos que eran adjetivados sin contemplaciones: “os Marañas”, “os Perniles”, “os Calzafouces”...
Tras ese precedente —ni qué decir tiene que imprime carácter—, los posteriores encuentros con Filomena, en alguna novela pastoril o en la mitología clásica (la palabra tienen un claro origen griego: Φιλουμένη: «la amante del canto»), enseguida quedaron oscurecidos por el en parte extraño verso del fraile de Yepes. No tardé en saber que esa ‘filomena’ con caja baja de nombre común y calificada de “dulce” era una forma de llamar al ruiseñor, si bien con reminiscencias y sentidos que han dado pie a muy sugerentes indagaciones (como esta de la gran especialista Luce López-Baralt, a la que debemos uno de los más originales estudios sobre el Cántico, de poderosa influencia en la recepción que el poema tuvo en toda una escuela poética de la que el orensano J. A. Valente es la principal referencia).
El caso es que, bajo estos efectos y con estas sugerencias, tras cruzar ayer en rápido viaje de retorno el paisaje que hoy es ya una postal navideña a destiempo, me fui a la cama con el sobresalto de los graves sucesos trumpistas en primer plano, pero con Filomena probablemente trabajando en ocultas estancias neuronales, de modo que el extraño sueño, casi pesadilla, del Lobishome Paduano que me ha tenido entretenido toda la noche —y que tal vez referiré en otro momento— casi seguro que ha venido provocado por alguna extraña deriva de esta borrasca Filomena que tantas resonancias deja a su paso. Aunque, ahora que lo pienso, puede que el Lobishome, en sus aspectos más torpemente crueles, tenga también mucho que ver con Trump. Nada es descartable.

martes, 5 de enero de 2021

Signos felinos

(Al filo de los días). Mientras entretenía una espera tratando de descifrar la recién creada «rejilla china», la primera del año en formato hoja completa, India, la gata de la casa, se ha acercado con gran curiosidad al cuaderno y ha estado un buen rato fascinada no sé si por los signos, por el bulto negro del rotulador o, más probablemente, por algo que es invisible a nuestros ojos y del todo transparente a los suyos. En el fondo de todo felino atigrado debe de vivir el alma de un Pángur Ban, el gato aplicado de los viejos códices monacales. Trataré de salir de dudas.

lunes, 4 de enero de 2021

Amor de mar

 


(Para Sagrario,
esta canción XLI
en su cumpleaños LXIV)
Me he acercado hasta el mar de las palabras
por ver si entre los signos del naufragio
aparecía por fin la que te nombra
más allá de los nombres y los gestos
que anuncian tu presencia: la alegría,
con su cuerpo de ola intermitente,
y los ojos en par de la ternura
abiertos en un sueño compartido.
He ido orilla adelante levantando
la piel del agua con el filo rojo
del sol poniente, pero solo he visto
un renglón de silencio y barro crudo.
No hay palabras capaces de volver
sobre el rastro abolido de la arena
donde has sembrado, amor, la flor más leve:
la rosa azul que deletrea el mar.