lunes, 31 de diciembre de 2018

La ñ de sueÑo

Jan Vermeer: El geógrafo, 1669. Städel Museum, Frankfurt.
Y así solía sorprenderle el día: sin sueño y sin nada a cambio.
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domingo, 30 de diciembre de 2018

La n de nada

No hay texto alternativo automático disponible.
Max Ernst: Rien ne va plus, 1973. © Artists Rights Society (ARS), New York.
Entonces entendió que aquella excepcional tarea que nadie le había impuesto —salvo el destino— ni nada le reportaba a cambio —salvo, si acaso, la consciencia— era el precio que debía pagar si quería tener algún día su vida en sus manos.
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sábado, 29 de diciembre de 2018

La m de misericordia

La imagen puede contener: una persona
Maria Bashkirtseff: El paraguas, 1883. Museo Estatal Ruso, San Petersburgo.
Cuando abría aquel paraguas gigantesco que le habían regalado en un banco de piedra de su infancia, enseguida acudían a refugiarse bajo él los hambrientos, los sedientos, los peregrinos, los enfermos, los cautivos, los ignaros, los confusos, los necesitados, los errados, los ofensores, los tristes, los zafios, los vivos, los desnudos y los muertos.
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viernes, 28 de diciembre de 2018

Sin palabras

La imagen puede contener: una o varias personas
No-selfisombra franciscano con oros invernales. ©️ AJR, 2018.
                                                                                  «Aboli bibelot...»,  
                                                                                                        Stéphane Mallarmé
¿Cómo hacer un noesto sin palabras?
Tómese tesitura que resuene
con su tic-tac puntual y, aunque nos llene
de zozobra el zigzag, por la macabra
silueta de un trasluz de abracadabra
crúcese la pantalla en un va y viene
tobogán sonoroso (es lo que tiene
dar sin dar). Y después, como una cabra
—de Gloria mismamente, ¡ya tú sabes!—,
y bajo el eso azul que no te digo,
alza la que, sincero, estás pensando.
Verás que acá, zagal, todo está en clave,
abierto a cal y canto y sin postigos,
y tú bien que me entiendes... ya encallando.
(Y aquí va, de propina, el estrambote
que llevas en la espalda: un monigote.
Y un colofón que suena impertinente
y es ya un clamor: ¡inocente, inocente!).

La l de lobo

La imagen puede contener: árbol, planta, exterior, naturaleza y agua
Manuel Sosa: El encuentro, de la serie Lobo ibérico (Canis lupus signatus), 1998.
©️Manuel Sosa.
Mucho le gustaba a su padre de usted, don Inocencio, contar el cuento aquel del lobo y el raposo, del que se me han olvidado casi todos los detalles, pero no una especie de estribillo que aún resuena en mi cabeza como si me lo estuvieran diciendo al oído: «Mi compadre lobo a las cuestas me llevaba, mi barriga llena, bien repantigada...»
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jueves, 27 de diciembre de 2018

Desmontando villancicos



(Visiones en voz alta). Me he hecho fan apasionado del canal de Jaime Altozano. ¡Lo que sabe este chico y qué bien lo cuenta! Tiene mucho mérito lo que hace y es un placer seguirlo. Su último vídeo de 2018 está dedicado a "desmontar" los villancicos y ver lo que su música tiene dentro. Además de la enorme sorpresa inicial (¡estamos cantando mal desde hace decenios el villancico más popular de estas fiestas!), es especialmente interesante su análisis de las letras, oscuras, surrealistas, incluso trágicas, de algunos villancicos españoles. En uno de ellos, «Ande, ande, ande la marimorena», Jaime da como letra del estribillo un «... que la noche es buena» que se aparta de la (creo) más común y lógica versión: «... que es la Nochebuena». Un ejemplo de otro aspecto que Altozano sólo alude en su muy brillante vídeo: las diferentes adaptaciones o versiones que de un mismo villancico se hacen en diferentes lugares por motivos que acaso fuera interesante investigar. Pero, como él dice, las cosas no pueden alargarse hasta el infinito, que el tiempo vuela y hemos de llegar al final del año del modo más agradable posible. Y, preferiblemente, en compañía.

La k de kornamusa

La imagen puede contener: calzado y exterior
Rafael Úbeda: Gaitero, 1988. Col. Afundación, Vigo.
© Fundación Galicia Obra Social, 2018. © VEGAP, A Coruña, 2018
Puso todo su empeño en que le llamáramos Jamelín, aunque se llamaba Pepe, y no paró hasta lograr que se le considerara como el último intérprete de kornamusa («con k de karma», decía), un instrumento que, según él, había fabricado con sus propias manos.
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