lunes, 12 de febrero de 2018

VV sobre AB

Andrés Berlanga. Foto tomada de aquí.
(Lecturas en voz alta, 55). La necrológica parece un género periodístico fácil, pero no lo es. De hecho, dado su carácter completamente circunstancial y su condición de supuesta crónica cerrada, tiende más de una trampa que no todos los necrógrafos (si se me admite el término) logran sortear con la habilidad suficiente. 

Por no hablar de los peligros que supone el deslizamiento hacia alguno de los dos extremos del punto de vista que ha de adoptar el redactor: el exceso de hagiografía (el más frecuente) o la tentación del ajuste de cuentas (que también se da). Y sin olvidar el punto inerte más letal de todos: el catálogo frío, rutinario y acumulativo de hechos cortipegados de aquí y de allá, cuando no fusilados directamente de las entrañas de la wikipedia. 

Pues bien, todo esto es lo que evita la nota necrológica que Vicente Verdú dedica en «El país» a su amigo el escritor Andrés Berlanga, fallecido el sábado 11 de febrero. Es un texto que, en mi opinión, consigue el mejor efecto que una de estas piezas puede tener: acercarnos al fallecido de forma convincente y movernos a completar nuestro conocimiento de las razones que han hecho memorable su paso por el mundo. Un texto excelente. No se lo pierdan.

sábado, 10 de febrero de 2018

Selfisombra (2)

La imagen puede contener: exterior
Paso de cebra en Los Narejos, Mar Menor.
          Mi sombra se empeñó en andar sobre zancos. 
          Y cruzó la calle de un solo paso.

viernes, 9 de febrero de 2018

Marea



La mer, la mer, toujours recommencée!

Paul Valéry
Una tras otra
como si fueran sombras
como si fueran olas
latidos que segrega el alma a solas
voces que si las nombras
desaparecen, sombras
de sombras, ráfagas
de luz entrecortada
tras cuyos bordes líquidos asoma
la luz del otro lado
y aún se vislumbra
con la imaginación la poderosa
presencia ya olvidada que todo lo transforma
el dios pequeño, leve de las cosas
todas sus almas, toda la memoria
que en esta marejada desemboca
de una tras otra tras otra
palabras que dibujan y convocan
lo que dicen en contra
de lo que no dicen y en contra
del silencio que al paso desalojan
cuando regresan otra
vez y otra vez y otra vez y otra y otra...

https://www.facebook.com/alfredoj.ramos.9843/videos/320649001786827/

jueves, 8 de febrero de 2018

Resonancias

La imagen puede contener: exterior
Fotografía capturada en la red. De autor desconocido. Se agradecen pistas.
Vuelve a intentarlo. Ir sobre seguro
no te asegura nada: sólo el viaje,
las líneas paralelas y el peaje
de darle a las palabras un más puro
sonar: la resonancia, el eco oscuro
de los cuerpos que chocan y el pelaje
de las fieras corrupias, con sus aje-
drezadas correrías tras el muro
del sentido común: eso que dicen
en primera persona las palabras
y lo que se vislumbra en la trastienda.
Las ramas del poema —lo tamicen
ojos diestros o no— abracadabras
sin ton ni son no son. Aunque se entienda.

Aventis

La imagen puede contener: 8 personas, personas sonriendo, personas sentadas
Pedro Núñez de Villavicencio: Niños jugando a los dados, 1686. Museo del Prado, Madrid.
Y todos estuvimos de acuerdo en que no había nada que pudiera interesarnos más.
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miércoles, 7 de febrero de 2018

«Lubricán», de Julia Spínola

Julia Spínola, fotografiada por Claudio Álvarez, en Lavapiés. Tomada de «El país».
(Lecturas/Visiones en voz alta,🌚🌗🌞52). «Algo tendrá el agua cuando la bendicen». Es el tópico que se me viene a la cabeza, y diría que por sí solo, cuando el azar me pone por vía doble ante la noticia de la exposición que Julia Spínola (Madrid, 1979) inaugura el próximo día 8 (febrero 2018) en el Centro de Arte Dos de Mayo, de Móstoles. En realidad, lo primero que me ha llamado la atención es una palabra, «Lubricán», título de la muestra, y que es voz de mixtura zoológica, entre perro y can, empleada en un lenguaje inusitado para definir con exactitud la hora del crepúsculo (otra palabra que suele servirse en bandeja de plata), ese viaje de la última luz hacia las primeras sombras de la noche. Una hora o un ínterin del que en gallego, en las cercanías semánticas y temporales del «pordosol», se dice que es o está «entre lusco y fusco», y que no hay que ser muy sensible para verle el peso diario que tiene en nuestro mundo sublunar, sobre nuestra experiencia de seres crepusculares, y, si no nos pilla ausentes, también sobre nuestra conciencia de buscadores de sentidos en todas las direcciones posibles, sin menospreciar oportunidad alguna de renacimiento.
Sirva el rodeo para llamar la atención —al que suscribe el primero— sobre la importancia de una artista de la que ya he venido recibiendo sucesivas, buenas y elocuentes noticias —en gran medida alertado por el hecho de que es hija de alguien cercano: los paisanos y amigos Felipe y Loles—, sin que hasta ahora le haya prestado la atención que sin duda merece.
La forma (el preciso y hermoso texto) con que se presenta la primera exposición individual en una importante institución española de Julia Spínola es por sí sola un poderoso reclamo para comprobar in situ cómo y de qué manera entiende una de las representantes más elogiadas del joven arte conceptual español procesos tales como el de la significativa importancia de la ambigüedad y el puro acontecer: por ejemplo, ese «espacio en el que las cosas deciden por sí solas», del que la artista habla en el artículo que Bea Espejo le dedica en Babelia (03.02.18). O cómo se expresa, en la práctica, la sucinta pero tan reveladora presentación que enlazo arriba. Tomen, como yo hago, nota. Vayan a ver, si les place. Y a ver qué pasa.

Autobiografía (e)

La imagen puede contener: océano, exterior y agua
J. M. William Turner: Amanecer después del naufragio, 1841. Courtauld Institute of Art, Londres.
A menudo lo oigo subiendo la escalera.
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