El soneto no sabe que es soneto
hasta que no culmina la faena.
Tal vez por eso esté su cárcel llena
de gente en fuga. Igual que está repleto
de orines de oro usado su esqueleto,
la pesada osamenta de la pena
que arrastra, con rüidos de cadena,
por la empedrada senda del respeto.
Pero no te confíes. De esta extraña,
laboriosa manera de cantarle
al amor, a la vida y a la muerte,
no está ya dicho todo. Es una suerte
que en un soneto aún quepa algo que darle
a nuestra vieja lengua, tan huraña.
Fotografía: 14 tramos en la cúpula del Reichstag, Berlín