(En voz alta). La lectura de libros sacados de las bibliotecas públicas, un hábito que practico y puntualmente (seis cada mes) desde hace solo unos pocos años, trae aparejada a veces la sorpresa, sin duda voyeurista, de poder fisgar en huellas ajenas que no dejan de ser, aparte de ocasionalmente un estorbo o un fastidio, una a modo de conversación crítica con otros lectores, un añadido sugerente al hecho solitario pero no intransitivo del leer. Este libro de glosas de Ferlosio, un breve pero denso recopilatorio de apuntes sobre lo que podríamos denominar el tuétano de la lengua, está lleno de subrayados y “aureolados” que van destacando, en general, a modo de hitos guiadores, los diferentes ejemplos aducidos y los casos analizados. No sé si por mano de la misma persona (es un libro con más de 20 salidas), en un momento dado el lector se siente en la obligación de corregir o llamarle la atención al autor y recurre a una de esas hojas amarillas tan características de nuestra antigua y acaso ya exangüe vida manuscrita para dejar constancia de su enmienda. Lástima que el sabio de La Prospe no ande ya por el barrio. Sin duda hubiera sido digna de ver y escuchar su posible respuesta al casus belli...
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