(CajaDeCitas, 45). Por caminos indirectos pero en íntima conexión —hay fetiches que nos hechizan y amuletos que nos marcan el camino—, vuelvo a caer en La Roca Solitaria, un largo e impresionante poema del poeta y narrador canario Ervigio Díaz Marrero (Las Palmas, 1957). Publicado en 1990 (aunque escrito en 1981) en una cuidada y reducida edición, nació de la experiencia del autor durante su servicio militar. Me salió al paso hace años, mientras ordenaba unos libros, y con el consentimiento de su autor me pareció oportuno publicarlo en La Posada. Ahora he vuelto a él.
Es un poema de largo aliento y hechuras románticas, muy característico del estilo de Hari Wells, nombre con el que se me presentó un día no olvidado de septiembre de 1975, en el Colegio Mayor San Juan Evangelista de Madrid (el Johnny), un espigado muchacho de cabello ensortijado y mirada desafiante, con el que entablé una amistad que, pese al tiempo y la distancia, y gracias a los teléfonos de antes, todavía perdura. No se lo pierdan.
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