«Ahí te mando —me gusapea Nostra adosando algunas imágenes de lo que parece un centro de musculación para ancianos— unos cuantos fotogramas de mí más reciente dedicación: modelo gimnástico cualificado para asegurar un saludable estado físico a sujetos, ellos o ellas, elles y emes, de la tercera o incluso ya cuarta edad. Por si te animas». De Nostra sabía que, de jovenciello, estuvo suscrito a los cursos por correo del Sansón Institute. Pero ignoraba su dedicación al in corpore sano como complemento de su sin duda mens sana’ aunque quizás por su perfil profético tenga a bien en ocasiones hacer girar la su cabeza a modo de molinillo a merced de las ráfagas de un viento caprichoso. O, como me dijo él mismo una vez, «entregado a cada pensamiento que me sobreviene como se deja mecer por la brisa la banderola de oración junto a la stupa tibetana». Modos de verlo, de sentirlo, de decirlo. Nuestro Nostra es ansí.
(LUN, 347 ~ «Las cosas de Nostra»)
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