(A modo de impromtu)
Le pregunto al poema si sabe que yo existo.
Y él, como acostumbra, tuerce el gesto
e ignora —o finge hacerlo— que he venido a buscarlo
donde siempre:
al lugar del crimen.
Y él, como acostumbra, tuerce el gesto
e ignora —o finge hacerlo— que he venido a buscarlo
donde siempre:
al lugar del crimen.
Al poema, monarca caprichoso,
no le gusta nada
—pero nada de nada—
que yo diga de él
que es el lugar del crimen.
no le gusta nada
—pero nada de nada—
que yo diga de él
que es el lugar del crimen.
Pero lo es. Lo es.
Lo que el poema ignora
—o finge hacerlo— es
quién es aquí la víctima,
quién el testigo
(el verdugo se da por descontado).
quién es aquí la víctima,
quién el testigo
(el verdugo se da por descontado).
Yo sí lo sé. Aunque lo calle.
Esperando la leyenda. © AJR, 2016 |
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