jueves, 19 de noviembre de 2015

Adele le da



Como sé que los generosos lectores de estas letras son gente muy especial, puede que hasta este momento usted no haya visto, o solo distraídamente, el vídeo de la última canción de Adele (arriba). Si es así, sepa que en el preciso instante en que haga clic en él se estará sumando a una muchedumbre (solitaria, por supuesto) que debe de superar ya los 400 millones de youtubers, a los que sin duda habrá que añadir algún milloncejo más de vevoístas o vimeístas, y cifras nada desdeñables de aficionados y usuarios de otras videorredes, amén (con porla) de los incontables zombis que se pasan media vida hocicando en los contenedores de la tele (y menos mal: estremece pensar qué podría pasar si nos faltara ese pienso).  

Esta canción, la última de Adele, en la que todo tiene la cocina de una campaña publicitaria que se vendiera a sí misma, dicen que está produciendo, sobre todo entre ellas, el curioso efecto de que quien la escucha siente un irresistible deseo de llamar a su ex, incluso aunque sea (fuera) de otro color (el recuerdo tiñe la realidad como mejor le peta) o ya de otra especie. 

El caso es que la voz de Adele es un prodigio. Incluso un prodigio inconsciente: he de confesar, no sin sonrojo, que después de años oyendo (que no escuchando), aquí y allá, algunas de sus canciones, y de haber disfrutado, en ese caso sí, muy particularmente de la inspirada banda sonora de Skyfall, la penúltima de Bond, pese a todo eso y otros equívocos en los que no me demoraré, hasta hace unas pocas semanas no sabía realmente quién era Adele. 

Ahora, y desde hace esas mismas semanas escasas, tengo algunos datos más. Pero confieso que, torpe y desagradecido que es uno, además de desordenado, con tanta lluvia digital por todas partes (y lo digo sin guasap), el fenómeno no me da más que para ilustrar un obvio, menguado y sin duda insignificante palíndromo. El que titula este post. Y que, por cierto, más que una sugerencia, es una incógnita no carente, creo, de poder fantaseador. ¿Qué, a quién, o a qué le dará, realmente, Adele?

(AJR: 3, 9; Palíndromos ilustrados, XLIV)

2 comentarios:

Navajo dijo...

Y perdona que pregunte, ilustre posadero, ¿qué hace semejante delicada matrona inglesa como compañera, que no sierva, del rotundo afroamericano del vevovideo, posible colega de los raperos Tupac, Notorious Big o del mismísimo 50 Cent? Licencia poética, sin duda, o como tú bien dices: Adele le da, de forma insospechada. Por cierto, reparemos también en cómo la sabiduría de los hacedores de videocookies no le quitan el abrigo a la diva, de manera que sólo el cincelado careto emerja de los flecos alborotados, dejando en la duda las carnes (¿sólo antaño?) abundantes de esta reina del azúcar, skyfalles aparte.

Alfredo J Ramos dijo...

Una pregunta parecida, querido Navajo, fue la que puso en marcha el hilo del post, además del fenómeno invasivo de estas campañas de marketing, a las que hay que reconocerles (seamos, además de pobres, generosos) un buen conocimiento de los resortes más eficaces del gusto común, no tan lejano, por lo que se ve, del propio, que no en vano estamos aquí hablando de ello. Aquí, y no como sería deseable (y más divertido y hasta natural) al pie de unas birras donde (antes fue) siempre. A ver si vemos el día y la hora, que el invierno ya se nos ha echado otra vez encima. Y parece que va en serio.