martes, 28 de mayo de 2013

¡Atrás, sarta!


Al volver sobre sus pasos, el exorcista comprendió que se enfrentaba a un demonio duro de oído. No reaccionaba ante ninguno de sus ensalmos, permanecía indiferente al signo de la cruz y ni siquiera lo insultaba. El viejo sacerdote estaba a punto de quitarse la estola y recoger el acetre cuando, súbitamente inspirado, recuperó su posición de ataque y, mientras hisopaba con firmeza, profirió la fórmula que años atrás había copiado de un antiguo Liber Ritualis, quizás del intitulado Si Nummi Immunis, que se guarda en una biblioteca del Sacromonte. El conjuro fue tan eficaz que, antes de pronunciarlo por tercera vez, el poseso ya había vomitando sobre el piso una sustancia humeante y espesa. Se veían en ella, enfilados a modo de cuentas de un rosario, hasta veinte o treinta insectos fusiformes de buen tamaño, peludos y negros como el corazón de la noche, a no ser por el revuelo de diminutos puntos rojos que fosforescían en sus extremidades.



Imagen superior: gárgola de Notre Dame, tomada de aquí
Imagen inferior, Zygaenae trifoli in love, a partir de esta foto.

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