Fue desandando el muro erizado de cristales de los antiguos ritos.
Desanudó la túnica trenzada por la nuda costumbre
al acceder a cada uno de los umbrales declarados sagrados de la vida.
Deshizo las renuncias lavadas por el miedo y el peso de la culpa
con su escabrosa promesa cargada de placer.
Devolvió la mejilla rosada.
Calló ante la pregunta del confesor obtuso.
Mordió en el cuerpo blanco con un leve crujido de huesos lanceados.
Se arrodilló desnudo a los pies de su amor.
Y al fin creyó entender la voz del agua.
Imagen: «Carpe diem et Cave canem». Reflejos en un pub de Toledo. © AJR, 2009.
6 comentarios:
Leo estos "Movimientos" y veo en ellos un claro afán hacia la perfección: desnudarse de todo lo superfluo que acumulamos en el camino, hasta, de nuevo (o, acaso, por primera vez) "entender la voz del agua", que tampoco será precisa ni inconfundible.
Hermoso poema. Para la reflexión.
Un abrazo.
Un recorrido sólo posible con madurez y serenidad.
Llegar al agua, origen de la vida.
Besos
Mucho que desandar para acabar desnudos a los pies del amor. Hay que ser muy valiente.
Gracias, Antonio. En una primera versión pensé titular el poema "Sacramentos", de modo que ese "camino de perfección" que dices sería una especie de reconsideración de ciertas claves rituales (no solo religiosas), incluidas algunas que, como se decía en las viejas enseñanzas, "imprimen carácter". Un abrazo.
Gracias, Virgi, como siempre, lo resumes bien: "llegar al agua". Besos también para ti
Así es, Olga, tú lo sabes bien: no tenemos más remedio que intentarlo. Gracias por tu lectura.
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