En tiempos en los que la literatura infantil estaba lejos de concitar en el ámbito de la edición el respeto (y hasta la envidia) de que hoy goza, uno de los nombres que se podía mencionar sin necesidad de más aclaraciones -y sin pedir disculpas- era el de la escritora y compositora argentina María Elena Walsh, que acaba de fallecer en Buenos Aires cuando estaba a punto de cumplir 81 años.
Muy popular en Argentina, donde uno de sus personajes más célebres, la Tortuga Manuelita, es una heroína nacional, y también bien conocida en otros países americanos y en España, uno de los grandes méritos de su literatura, que se extiende a diversos géneros y no se circunscribe al mundo infantil, fue el de superar las convenciones buenistas que, bajo excusas pedagógicas, ponían el acento de los cuentos en la moraleja y tenían a las obras destinadas a los niños encorsetadas entre principios pacatos, cuando no directamente reaccionarios, todo ello muchos antes de que la plaga de lo políticamente correcto viniera a tomar el relevo de la vieja censura.
Hija de padre irlandés y madre argentina, y con ascendientes españoles por esta vía materna, María Elena Walsh contribuyó a que en la literatura para niños escrita en el idioma de la eñe se abrieran camino los aires vivificadores de la poesía lúdica sin necesidad de más coartadas que el buen arte, la imaginación y el despliegue de la sensibilidad.
En una obra publicada en esos tiempos a los que me refería al principio, la colección Cuenta Cuentos editada por Salvat y compuesta por libros y casetes (naturalmente hablo de otro siglo), se incluyeron diversos textos y canciones de María Elena Walsh, entre ellos esta «Canción de la vacuna», cantada por Rosa León y convertida en su momento en todo un hit de una generación que ahora debe de andar superando (incluso ampliamente) la treintena. Sirva de homenaje.
Foto de María Elena Walsh tomada del blog Lisarda Baila Cumbia.
4 comentarios:
Se me saltan las lagrimas al oir hablar de los cuenta cuentos. Que tiempos aquellos en los que Papá Noel venía de Madrid con los cuentos bajo el brazo.
Si señor, curiosamente hace poco estuve viendo con Javier varias entradas de canciones de Maria Elena que había en youtube y le engancha tanto al hijo como en su día (y hoy mismo) al padre.
Una lastima su pérdida.
Pues sí, Javier, tiempos aquellos. Alguna ventaja tenía que tener trabajar en la «Fábrica de los Cuenta Cuentos», como por entonces llamaba al almacén de Salvat en Príncipe de Vergara la hija de un buen amigo. Menos mal que, frente al paso tan veloz de los días y ante pérdidas como esta, las cositas buenas de la vida se siguen transmitiendo de generación en generación, y con más poderosos medios e incluso en varios idiomas (Storytelling: Als das Kind Kind war...).
Un beso (y otro para Javier Jr).
Gracias por el enlace me ha encantado.
Besos
Yo también tuve el privilegio de ser vacunado. Algunas de las potentes láminas de aquellos cuentos aún transitan por mis conexiones neuronales, que ya doblegan la treintena. Larga vida a las historias, larga vida a los sueños. Y por supuesto, a todos nosotros. :-)
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