viernes, 7 de agosto de 2020

Trikiklos (31)

 


Vuelve a cantarme
su canción preferida
HAL 9000.
Y entre sus notas
oigo voces de niños
aún no nacidos.
También el grito
desde su abismo insomne
de Franknetstein.
Ah, el alma humana,
cuántas reencarnaciones
y un cuerpo solo.

A propósito del 2001 de Kubrick y las apasionadas polémicas que aún suscita.

Caballos en la arena

«Sueños de arena» ©️ by Javier Serrano, 2020.

En uno de los dos o tres veranos más o menos jipis de mi juventud me fui con mi novia de entonces en autoestop a Ibiza. Hacer dedo era una forma habitual de viajar, y lo que hicimos fue salir una tarde (ya bien tarde) de la calle Zurita de Madrid, mochilas y sacos de dormir a la espalda, y tras coger el metro, enfilamos la carretera de Valencia rumbo a la costa.
Recuerdo que la primera noche dormimos en los pórticos de las escuelas de Motilla del Palancar, por recomendación de alguien. Y al día siguiente, a eso de las tres de la tarde, estábamos en el puerto de El Saler para tomar, hacia la medianoche, el barco de la compañía Transmediterránea que en unas ocho horas nos llevaría a nuestro destino. Hicimos la travesía en las muy económicas sillas-toldillas y, con los cuerpos molidos pero animados por el amor a la aventura, al amor mismo y en pos de las promesas ibicencas, llegamos a la entonces mítica isla muy de mañana.
Teníamos el contacto de unos conocidos, pero por motivos que no recuerdo bien no logramos dar con ellos y, tras pasar el día vagabundeando por la ciudad alta y las callejuelas cercanas al castillo, decidimos quedarnos a dormir en la playa, cerca de la instalaciones de un lujoso hotel cuya piscina y duchas utilizaríamos, sin grandes contratiempos y con gran frescura, a la mañana siguiente para nuestras abluciones.
Aquel fue un verano de cierto atrevimiento, incluso de locuras, aunque casi siempre bajo control, y durante él ocurrieron sucesos que ahora ni yo mismo me creería, de modo que será mejor pasarlos por alto y dejarlo todo fijado en una imagen: la del amanecer dentro de un saco de dormir doble junto al mar, con la cara cubierta de arena, los ojos borrosos, y el asombro compartido de ver galopando por la playa, hacia la salida del sol, dos magníficos caballos con sus respectivos jinetes, tal vez también una pareja, que al alejarse levantaban al paso de las olas un vuelo de espuma, mientras sus siluetas, altas, ágiles, fantásticas, se recortaban con gran nitidez sobre la bruma del fondo. Pocas veces he tenido un despertar más impactante..., seguido de un no menos poderoso sobresalto: por la bien visible trayectoria de las huellas de los animales, no tardamos en advertir que sus patas habían pasado a menos de un metro de nuestras cabezas y que el amanecer podría haber sido un tanto, digamos, traumático.
¡Cabecitas locas! Debía de correr el año de gracia de 1976 o 1977. Nunca he podido precisar de qué playa se trataba. Probable es que fuera la de Figueretas o D’en Bossa. Aunque la lógica del relato apunte claramente hacia Es Cavallets.
(Las Caminatas, XV - 2ª edición)



jueves, 6 de agosto de 2020

Trikiklos (30)

 


Le dicen “cambio
climático”, pero es
La verdadera
peste, la gran Pandemia,
el mal concreto.
Pero es más trágico
que nadie se lo crea
y nada cambie.
Como un suicidio
de la especie: una trampa
irreversible.
En la conciencia
de los seres humanos,
sólo el vacío.
Ojalá fuera
posible otra salida,
oh inteligencia.

miércoles, 5 de agosto de 2020

Trikikos (29)

 


Sólo hay un nombre
más grande que el recuerdo:
Marilyn Monroe.
Ya en aquel tiempo
«se besaba, infinita,
en los espejos».
Amor insomne,
lujuria de los días
y de las noches.
La soledad:
el sueño irremediable
del nembutal.
Y la sorpresa
de que no muere nunca
tanta belleza.
(Marilyn Monroe 1926-1962, 5 agosto)

martes, 4 de agosto de 2020

Bajo el sol de agosto

Eleazar Blandón en el campo donde trabajaba

(Al filo de los días). La atención general del día está en otra parte, pero los en verdad reales problemas de supervivencia para muchos seres humanos continúan sin tregua y a menudo están muy cerca del lugar por donde andamos. Cualquiera que estos días haya salido a la calle a primeras horas de la tarde en cualquier población de la Región de Murcia (entre otros territorios) advertirá bien la enorme crueldad que implican los hechos narrados —y denunciados— en este reportaje: una perpetuación de la esclavitud con todos los agravantes y una verdadera lacra humana. Y luego dirán que la fruta es cara (además).

El rey exmérito

Juan Carlos I. Foto tomada de Everipedia.

(Al filo de los días). Ascenso y caída del cazador cazado. ¿Dónde vas, Juan Carlos Primo, dónde vas triste de ti? Parecería que una respuesta pertinente a la copla popular borbónica, que hoy vuelve a cambiar su letra, fuera una rima fácil: «Majestad, ¿dónde vais?». «¡A Cascais!». Y también cabría hablar, por obvias alusiones, de un cementerio de elefantes. O alguna otra salida. Pero no. Como decía Gil de Biedma en nunca suficientemente elogiada sextina, «De todas las historias de la Historia / sin duda la más triste es la de España / porque termina mal». Y el presagio o diagnóstico sirve, y de qué modo, para este episodio vergonzoso, una vez más, de la saga de los Borbones: como si de un infame culebrón se tratase, la farsa real concluye de momento con el episodio de la fuga caribeña del Emérito, un giro de la historia que casi parece una venganza contra el que viene detrás. Es difícil pensar en una salida más chabacana. Y lo que venga.

Entre la cascada de opiniones sobre el asunto, y a falta acaso de lo que hubiera sido la síntesis de El Roto, me parece lo más oportuno recuperar este artículo de Jesús Mosterín, que fue en su día, si no la primera, sí una de las más contundentes denuncias de las bárbaras aficiones del entonces Rey vigente, de su torpeza moral y la grave sintomatología aneja, hecha además con la suficiente claridad y capacidad de raciocinio como para que el monarca, o sus asesores, hubieran tomado nota para corregir el rumbo y deriva de una nave que, como se ha visto, iba directa al despeñadero.
Como decía el lúcido profesor, «la noticia de que el Rey de España había ido hasta Rusia en avión especial a matar a un oso drogado enseguida ha dado la vuelta al mundo. La Casa Real se ha limitado a poner en duda que el oso estuviera drogado, que es lo de menos. Estas cacerías de animales protegidos o en peligro no incrementan precisamente el prestigio del Monarca y seguro que en su misma familia gozan de limitada aceptación. Alguien debería aconsejar al Rey, por su propio bien, que de una vez por todas aparte el dedo del gatillo». Pero no se hizo. Antes bien, hubo otros episodios muy vergonzosos, el último de los cuales —que sepamos— fue la inmunda cacería de elefantes saldada con el accidente que, a la postre, supuso el principio del fin del encubrimiento insoportable de una conducta del todo impropia y trufada, como se ha ido viendo y la justicia dirimirá, de numerosos episodios oscuros y presuntamente delictivos. Lástima que la sangre de Mitrofán corriera en vano.

Adiós a Julio Diamante


Julio Diamante en Córdoba, en 2004. Foto F. J. Vargas /El país.

Un recuerdo para Julio Diamante, de cuya muerte acabo de enterarme. La otra noche disfrutaba con Los que no fuimos a la guerra. Descanse en paz.