martes, 20 de agosto de 2019

Matala, en la costa cretense

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La playa de Mátala (Μάταλα), en la parte central del sur de Creta,
vista desde una de las cuevas naturales que abundan en los alrededores.
Foto tomada de una web turística.
A la playa de Matala (o Mátala, según otras transcripciones), en el centro sur de la isla de Creta, llegamos tras una mañana intensa y solitaria entre las ruinas del palacio de Festos, y después de la búsqueda fallida, en días precedentes, del laberinto en Gortys, y con las vivas impresiones de la gran y empinada caminata hacia la cueva donde nació Zeus (Dikteon Antron) aún en nuestros sentidos, y muy particularmente en nuestras piernas. Tras un rápido baño, subimos a las cavernas habitables del farallón y leímos las historias del naufragio del rey Menelao, mientras comprobábamos que, en efecto, allí estaban las huellas de las comunas hippies de los años sesenta —Dylan y Joan Báez, entre ellos— e incluso vimos algún grafiti adornado con flores de sal. De allí, o de las tiendas de Heraklion, trajimos, entre otros recuerdos, la estatuilla de las diosa de las serpientes y la medalla del disco de Festos que desde entonces cuelga de mi cuello. Ahora dicen que el disco, aún indescifrado, probablemente sea una falsificación. Pero, a estas alturas, ¿hay algo que esté libre de una sospecha así? Las cosas nunca son lo que parecen. Nosotros puede que tampoco.
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lunes, 19 de agosto de 2019

Noticias del cerebro

Ilustración de Práctica/El País.
(Lecturas en voz alta). No hay tema científico más apasionante que el de la investigación del funcionamiento del cerebro humano, sin duda el "objeto" más complejo de cuantos conocemos en el universo. Y del que siempre estamos esperando últimas noticias. No hace mucho pasó por Madrid (Fundación Ramón Areces) el neurobiólogo español Rafael Yuste, director del programa Brain. Con gran rigor y claridad expuso el titánico esfuerzo que se está llevando a cabo para intentar avanzar en algo parecido al desciframiento del “mapa cerebral”, inmensamente más complejo que el del genoma. Algunas otras cuestiones reveladoras al respecto se enuncian en este artículo, en especial los recientes cambios producidos en la asignación de las áreas cerebrales a la actividad de ese fenómeno inmediato e imprescindible que es la consciencia: el causante, entre otras cosas, de que yo escriba esto y tú, hipócrita lector, lo estés leyendo, acaso sin saber del todo muy bien qué nos une a los dos (aunque lo barruntemos). Dice Javier Sampedro en un momento de su artículo: «Hay dos campos científicos que aspiran a, o no pueden evitar, competir con los poetas en la interpretación del mundo: la cosmología y la neurología. Tiene toda la lógica. Una buena ecuación sintetiza una inmensa cantidad de datos en un centímetro cuadrado de papel, igual que un buen verso». Fin de la cita. Lo suscribo. En esa tarea estamos empeñados físicos, cosmólogos, neurólogos, biólogos y una caterva de aspirantes a que las palabras puedan ser un día, también, herramientas precisas reveladoras de nuestra verdadera naturaleza y, en suma, proveedoras de respuestas capaces de descifrarnos.

Dueto

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Brillos afantasmados en el Paseo de los Arqueros de Eburia. Foto: AJR, 2017.
                                                                
                                                                  (Para “AdelC”, compañero de juegos,
                                                                  por la obra en marcha).

Posada en la penumbra, la palabra
que busca compartirse es una lumbre
de dos en compañía, una techumbre
contra el frío de ahí fuera. La voz labra
surcos de luz y sombra con la traba-
zón del son si, en el foso o en la cumbre,
el sol de cada día trae una azumbre
para calmar la sed. Y la más brava
memoria de los usos de la Aldea
que llevamos adentro es la caricia
del bucle melancólico y la bruma.
En esta oscuridad o en la pelea
por decir lo imposible, la pericia
no cuenta nada. Y lo demás, espuma.
(Posada en la penumbra, la verdad
es eso que nos dicta la amistad.
Y, verbo al sol, la luz que nos alumbra
es la amistad posada en la penumbra).

Santa María del Mar: la primera playa

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Vista panorámica de la playa asturiana de Santa María del Mar, en Naveces, concejo de Castrillón.
Foto tomada de El Comercio.
«Por Santa María, l’aiuga bravía, qué fredo facía». Al fondo del Alsa que nos llevaba a casi toda la familia a la playa, desde Bermúdez de Castro, en Oviedo, juraría que el ciego del Fontán iba cantando coplas, picardías y maldades. Yo estaba con los ojos borrosos por el madrugón, pero muy alertado por la novedad: viajaba por primera vez a la playa, conocería el mar. Y así fue. No recuerdo apenas la impresión del estreno, aunque podría fácilmente imaginarla. Pero no se me ha olvidado la sentencia de mi tío Manolo, con su gran cantimplora de madera colgada al costado. Al entrar en el mar se nos quedó mirando, a mi hermano el Estroleque y a mí, y poco después dio el vistobueno a nuestras dotes natatorias diciéndole a mi madre: «Os rapaciños vanche lixeiros como peixes». De la posterior comida campestre, en la verde zona elevada desde la que se divisaba completo el semicírculo de arena dorada y aguas partidas, queda un testimonio gráfico. Aparezco en cuclillas, en el centro, sujetando o tal vez apoyándome en una botella pequeña de gaseosa. Debe de ser la foto más antigua que tengo. Creo que aún no había cumplido los cuatro años. Pero conservo intacto el sabor de la sal de mi primera playa. «Por Santa María, l’aigua bravía, qué fredo facía».
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domingo, 18 de agosto de 2019

Un reino de este mundo

(Al hilo de los días). Hoy se emite en el Canal Ñ El Reino, lo más parecido a un biopic de la Gürtel, con Manoliños, Josemaris, Bárcenas y toa' la pesca genovesa, en una singular obra en clave que tiene las llaves a la vista. Era digno de verse cómo, en la premier de la peli, en la Academia de Cine, al lado mismo de Génova 13, el patio de butacas venía a ser una continuación del celuloide, en una ruptura de muros entre la realidad y la ficción como muy pocas veces antes se ha conseguido en la tierra de Cervantes y la Picaresca. El arte sigue manteniendo su viejo poder taumatúrgico, curativo, incluso exorcizante. Basta con que las muy concretas y reales tropelías cometidas por una pandilla de facinerosos se conviertan en “pulpa de ficción” (si se me permite el barbarismo tarantiniano) para que las culpas queden casi lavadas y la memoria de pez del pueblo satisfecha. Disfruten, si aún no lo han hecho, de El Reino. Pocas veces verán uno que sea tan clara y jodidamente de este mundo
Cine de nuevo realismo.
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De Formentera

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Puesta de Sol en Formentera.
—Me dijiste, no sé si lo recuerdas, que la isla cabía en la palma de la mano.
—Sí y sí. Era tan sólo una comparación.
—Llovió casi todo el tiempo.
—Era abril. Y era otro el clima.
—Aún había jipis.
—Pudimos conocer bien las playas, las salinas, los objetos púnicos, la Mola...
—El faro del fin del mundo.
—Y los acantilados. ¿Cómo se llamaba aquel rincón de rocas y árboles rastreros donde el viento levantaba la espuma hasta los ojos?
—Es Cap de Barbària.
—Sí, ese. Colinas lo citaba en un poema, aunque Emilio Sola pasó por allí mucho antes y de forma más minuciosa.
—Fuimos en una mobylette, ¿recuerdas?
—Sí, creo que es la única vez que hemos ido en moto juntos.
—¿Moto? ¡Era más bien una bici con pedales eléctricos!
—Los guijarros saltaban a nuestro paso.
—Y las gotas de lluvia nos golpeaban la cara.
—Casi pudimos comprobar que, en efecto, la isla cabía en la palma de la mano.
—Y que las gaviotas podían cruzarla de punta a punta...
Y así siguen, devanando madejas de recuerdos como el que hila niebla. Ya han pasado 37 años. Pero fue ayer.

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sábado, 17 de agosto de 2019

En torno a Fra Angélico

Las hadas en la cocina
Ilustración de Eulogia Merle. 

(Lecturas en voz alta). «Un ojo en el suelo y otro en el cielo» era, al parecer, un lema que Fra Angélico, el más dulce e íntimo de los artistas del temprano Renacimiento, empleaba para explicar su trabajo. Tuve recientemente ocasión de visitar la muestra organizada por el Museo del Prado para presentar la restauración de la Anunciación. Lo hice en compañía y de la mano de Javier Serrano, buen conocedor del arte y sus interioridades, como destacado pintor e ilustrador que es él mismo, y en la conversación que fuimos manteniendo salieron a relucir, en su mayoría enunciados por mi amigo, algunos de los aspectos que Martín Garzo aborda con tanta claridad y belleza en este artículo, y en especial los relacionados con el mundo de lo sagrado, su alcance y significación en la obra de los “artistas de fe”, la validez y transcendencia de ese impulso en nuestro tiempo, el valor de la visión poética como medio de conocimiento y las relaciones del arte con la verdad, entre otros asuntos. Excepto por el título (que me parece de un efectismo simplón) y la excesiva y acaso confusa insistencia en el mundo de las hadas, el texto del escritor vallisoletano es de una gran finura e inspiración. Una muestra más de su honda delicadeza expresiva. No se lo pierdan.