Anna Caballé fotografiada por Vanessa Montero/ElPaís |
domingo, 14 de junio de 2020
Anna Caballé
La contadora
Sophie Gengembre Anderson: Scherezad, Segunda mitad del siglo XIX. The New Art Gallery Walsall (Reino Unido). |
Andaba Sherazade algo bocabajeada y casi descreía de que su tarea llegara a tener buen propósito, cuando se le apareció el maestro Jorge de Burgos en una nube dorada y le dejó este consuelo: «Desvarío empobrecedor el de querer escribir novelas, el de querer explayar en quinientas páginas algo que se puede formular en una sola frase». Más contenta que escribano con pluma de faisán, la contadora sintió que se renovaban sus meninges y se dispuso a encarar con frescos bríos la recta final hacia la noche mil y una.
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sábado, 13 de junio de 2020
Las buenas noches
Francisco de Goya: «Dos hombres hablando», hacia 1795 (?). Dibujo sobre papel verjurado agarbanzado, pincel, trazos de lápiz negro y aguada de tinta china. Probablemente inspirado en un dibujo de John Flaxman para ilustrar «La Divina Comedia». Biblioteca Nacional, Madrid. |
«Rehumanizar la vida —me dijo a modo de conclusión cuando ya nos despedíamos, cada uno con su máscara y unidos por una misma perplejidad— exige poner en su lugar a la muerte, asumir la finitud y acaso la extinción, sin por ello perder la alegría del carpe diem ni dejar de vivir en el presente».
Supongo que advirtió mi gesto mitad irónico mitad escéptico.
«No es fácil, claro —prosiguió—. Ni está claro cuál sea el mejor camino. Pero por algún sitio debe de estar».
Y, sin más, nos fuimos. Cada uno a su nicho.
Supongo que advirtió mi gesto mitad irónico mitad escéptico.
«No es fácil, claro —prosiguió—. Ni está claro cuál sea el mejor camino. Pero por algún sitio debe de estar».
Y, sin más, nos fuimos. Cada uno a su nicho.
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viernes, 12 de junio de 2020
El Obelisco
Ilustración ©️Javier Serrano, 2001 |
(También conocido como «El caminante inmóvil»)
Por más que fuerzo la memoria no consigo saber por qué camino llegué al interior del Obelisco, que sin duda estaba ya en la famosa película de Kubrick, en forma de monolito que le descubría a nuestro antepasado simio la perfección de la línea recta y el placer de acariciar un filo.
Y también en la cantera aquella de Egipto, no muy lejos de la ciudad líquida de Asuán, de donde al parecer salieron los más historiados y famosos de las plazas del mundo, además del obelisco inacabado, que allí se mantiene, caído y quebrado, como un ejemplar único en su especie, aunque de hecho nunca haya tenido esa condición.
Sé que han sido varios los caminos recorridos y muchos los paisajes soñados antes de poder reconocerme en este estado de alerta interior, concentrado frente a la abertura que me permite contemplar el mundo, más ensimismado que verdaderamente solitario, atento a cualquier movimiento que venga del exterior —o de mi propio corazón— y, sobre todo, dispuesto a despegar tan pronto como la cuenta atrás finalice.
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jueves, 11 de junio de 2020
En son de Paz (8)
Octavio Paz retratado por Jonn Leffmann. |
Son, ya digo, palabras de 1973. ¿Qué vigencia tienen hoy, cuando la obra de Duchamp tal vez haya perdido buena parte del carácter rompedor, “tocapelotas”, que un día tuvo —aunque haya dejado una estela de imitaciones a cuál más osada hasta llegar al literal empaquetado de “mierda de artista”— y cuando la “tirada” de Mallarmé acaso ya ha sido dilapidada en los casinos de la poesía sin más riesgo que el de la comprensión o el baile frenético? No es fácil responder a ninguna pregunta sobre la actualidad de una obra que, con toda su no agotada fuerza, parece de otro tiempo. De una era en la que aún parecía posible unir mundos y recomponer fragmentos, y la capacidad de atención permitía mantener un criterio sostenido por un impulso duradero de lucidez. No es simple nostalgia de otro mundo. Es tal vez la constatación de que es este otro mundo el que, cada vez de modo más palmario, se nos vuelve intransitable.
Por lo demás, sirva el texto de Paz para subrayar otro aspecto de su poliédrica personalidad creativa: es uno de los autores no especializados que con mayor profundidad y amplitud de miras intelectuales ha contemplado y reflexionados sobre la pintura y las artes del cada vez más remoto sigo XX.
Viandas
Clara Peeters: Mesa con mantel, salero, taza dorada, pastel, jarra, plato de porcelana con aceitunas y aves asadas, hacia 1611. Museo del Prado, Madrid. |
No fue, por fortuna, su última cena, pero muchos años después aún paladeaba las palabras que podía leer gracias a una nota despistada en su celular y en la que, bajo el encabezado de «Arte y solera» y sin ningún comentario adicional, figuraba anotado un menú para dos compuesto por ceviche de atún con chile y cebollita morada, carpaccio de ternera con vinagreta de mostaza sembrado de virutas de foie, corvina con puré de apionabo, pesto y pamplinas, cremoso de queso con frutos rojos, y cuajada de limón con crumble de almendras y espuma de yogur. Lo que no recordaba era si las viandas habían estado a la altura de la prosa.
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miércoles, 10 de junio de 2020
La Flaca
Diego Rivera: La Ofrenda del Día de Muertos, h. 1922-1926. Mural en la Secretaría de Educación Pública (SEP), Ciudad de México. |
(Pau Donés, in memoriam)
Llegó enmascarada y envuelta en una nube de tópicos. Pero no cabía ninguna duda de que era ella. Ni de lo que buscaba.
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