MENSAJE DE NOSTRA MÁS BIEN ENTRECORTADO QUE ESPERO PODER COMPLETAR EN BREVE…

MENSAJE DE NOSTRA MÁS BIEN ENTRECORTADO QUE ESPERO PODER COMPLETAR EN BREVE…
—!A ver quién se hace mejor el muerto¡ !A ver quién se hace mejor el muerto¡
(En voz alta). Puede que hubiera otras o con otra “trascendencia”. Pero haciendo memoria no recuerdo que ninguna “cita televisiva” (expresión ya anacrónica) suscitara tantas expectativas e incluso entusiasmos tan extensamente compartidos como las actuaciones de fin de año de Martes y Trece. Incluso me atrevería a decir que estos dos cómicos geniales, herederos del mejor humor absurdo de nuestra tradición, fueron el gran canto de cisne de una forma de hacer televisión que ya nunca —incluso por fortuna— volverá. En cualquier caso, el recuerdo anacrónico y contraestacional de aquellos eventos aún causa regocijo, oiga.
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«Un diablo de fuego». Foto tomada por el fotógrafo ![]() durante un incendio en la provincia de Córdoba en septiembre de 2020. |
Sentía su presencia en los zarpazos del calor, su respiración húmeda en el sudor que no dejaba de correrle por la frente, su saliva espesa en los engrudos donde se consumían hasta la putrefacción las hojas derribadas por un viento calcinado, y todo su cuerpo viscoso viniéndosele encima con el peso inexorable de aquella columna de plomo que desde las primeras horas de luz descendía sobre la ciudad y la iba moldeando, desfigurando, derritiéndola en un enorme cofre de paredes gruesas e inexpugnables, como si alguien quisiera fabricar una réplica gigante de aquellas figuras que el caballero trataba una y otra vez de poner en pie sobre el campo del honor, sin conseguirlo nunca, mientras el jugador, desde el borde mismo del sueño o de la fiebre, volcado hacia el tablero de cristal oscuro, comprendía que había llegado a aquella noche en que la cifra le obligaba a adentrarse en el cementerio de las imágenes clausuradas y, entre flores putrefactas y mármoles mutilados, hurgar y remover tierras y pliegos hasta encontrar algunas piezas deformes pero todavía útiles para recomponer con ellas, y hasta donde le fuera posible, el nunca preterido rastro de la Bestia, y luego, a modo de conjuro («Arrenégote demo»), fiarlo todo a la eficacia expiatoria de un muñeco hecho con los restos carbonizados que le permitiera salir del círculo infernal de los días sin tregua y recuperar el latido y los rumbos de una vida respirable.