TIPOS HAY A VECES TAN INUSITADOS QUE FRENTE A ELLOS PERECE EL ENTENDIMIENTO EN MEDIO DE LA CORRIENTE
Claude Monet: Pescadores en el Sena en Poissy, 1882. Belvedere, Viena.
El signo de los tiempos en ocasiones se impone por sí solo. Está tan claro que, a modo de imán, atrae y concentra las virutas de realidad y las dispone en un orden casi inamovible. Más habitual, sin embargo, es la dispersión hermenéutica referida no sólo a los registros textuales de una determinada época o momento, sino a todo el conjunto de hechos, sucesos, usos y costumbres, y de todo tipo y condición, que por ella o él circulan, y en direcciones y espacios diferentes, de manera tal que se diría que todo intento comprensivo ha de pasar necesariamente por una especie de maniobra costosísima para ordenar el caos y tratar de volver inteligible primero y comprensible después la catarata imparable de datos e impresiones que se nos ofrece como acúmulo, horrísona superposición o montonera, un verdadero mareo de suposiciones y figuraciones siempre en trance de saturar nuestros sentidos —todos ellos— y de superar cualquier posibilidad operativa de discernimiento. A vicisitudes de este jaez, amigos míos de todos los géneros, responde sin duda el desfile de personalidades tan disímiles como son ‘El hijo de la señora del perrito que prefirió la pornografía al sacerdocio’, ‘El barman malayo que trocó en pidgin-english su diosa madre’, ‘El niño privado de pastel que vio un pastel en sueños’, ‘Los siete actores que rechazaron el papel después de leer el guion’, ‘El americano desertor que dejó morir a su patrulla en Corea’ y, finalmente (al menos de forma provisional), ‘El guitarrista que cambió de sexo para convertirse en super-star’. ¿Alguien, sin duda provisto de una imaginación no torpe y de un buen hilo remendón, sería capaz de encontrar las razones subyacentes capaces de poner en el mismo plano de realidad estas vidas? No contesten todavía. Nos vemos después de la publicidad.
(LUN, 814 ~ Perec al paso, 48-53)