domingo, 29 de marzo de 2020

El hermano

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Hermanos caminando. Imagen: Kat Barnes / Stockimo / Alamy Foto de stock.
Entre la oleada de sensaciones que lo invadían, algunas nuevas y difíciles de encajar, otras firmes y antiguas como claves de bóveda, había una que sobresalía por sobre las demás hasta establecerse como línea de fuerza sin la cual él sabía que su vida no hubiera sido la misma y ni vida siquiera. Era el puerto seguro de una mano que, siendo niño y ya no tanto, le transmitió la confianza del sentimiento a cambio de nada, la lealtad de la fraternidad manada de la misma fuente y la firmeza de quien sabemos que está ahí siempre y para todo. Ahora, en las horas difíciles de la peste, sabía que a través de esa misma mano, extendida como un arco de luz en la noche, él podía enviarle al hermano doliente un poco del inmenso caudal de afecto recibido y convertirlo en una fuerza capaz de vencer a las sombras, para volver de nuevo juntos al camino por donde él siempre ha ido con el apoyo de una mano en la suya.
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sábado, 28 de marzo de 2020

Branquias

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La belleza del fondo del mar.
Soñé que estábamos atrapados en la isla del fin del mundo y todo mi afán consistía en encontrar una vasta pradera de posidonias donde poder sumergirme contigo. Ahora, al despertar, me pregunto por qué del fin del mundo. Y por qué posidonias.
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viernes, 27 de marzo de 2020

El Orador

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«Las paredes oyen». Ilustración tomada de la web de Enrique Dans.
Pasaba por el salón camino de la terraza, en mi enésimo paseo en bucle, cuando del otro lado del tabique me llegó el sonido de una voz muy bien modulada que enseguida me atrapó por su poder de convicción. Como tenía el móvil en el bolsillo, lo saqué, lo puse en modo de grabación y aquí queda lo que se registró. Me he limitado a puntuar el texto, tal vez —lo aviso— un poco largo para los usos de estas NUL, pero no me he atrevido a extractarlo para que no se pierdan el tono, el fraseo ni la cantinela. Como, además, en los días de la peste el tiempo se ha transformado en una materia extraña —¿una gran barra de hielo compacto que se va derritiendo gota a gota?—, incluso puede considerase un especie de servicio público a favor del IMPRESCINDIBLE QUEDARSE EN CASA el ofrecer completa la transcripción. Aquí va: «La cuestión —dice con convicción el Orador— estriba en saber sobre qué bases se puede reflotar un sistema que, en un porcentaje muy elevado, no es ya necesariamente productivo ni siquiera “real”, sino “consumitivo” y cada vez más “virtual”, basado en relaciones cuyo significado más importante es ya sólo la cantidad de veces que se producen, los clic en cada celda o casilla. Producir lo suficiente para comer lo necesario, que ha sido el dilema mayor de buena parte de la historia humana, es ya una frontera superada hace tiempo: el problema es la distribución y el equilibrio de las fuerzas e intereses en liza para que el sistema no colapse. [...] Tal vez alguien esté maquinando —y es la hipótesis más terrible— con la idea de que a la humanidad le iría mejor si se suprimieran hasta dos o tres mil millones de sujetos de golpe; e incluso si se prescindiera por completo de la natalidad. Pero, hasta en esa terrible maquinación (Hitler, Stalin, Mao y algunos otros sátrapas la pusieron en marcha), lo complicado es cómo cambiar instintos y hábitos ancestrales sin producir un insoportable dolor que, por otro lado, pueda alentar y dar cauce a rebeliones fuera de control. Tal vez por eso hace tiempo que funcionan a tope los sistemas de anestesia social, cuyo conducto de suministro masivo son las redes de ocio sin fin y la sociedad de parque temático siempre abierto hacia la que nos dirigimos, si es que no estamos ya plenamente instalados en ella. Y, después, están las variables incontrolables o difícilmente predecibles, de las cuales la más importante es la evolución de los fenómenos geográfico-meteorológicos que conocemos como “cambio climático”, sin duda el mayor problema al que se enfrenta no tanto el planeta, que gira ajeno a esas “menudencias”, como la vida que tiene en él su asiento y en particular la noosfera, la parte consciente. Así las cosas, ¿vamos hacia un novísimo New New Dial, similar al que relanzó a USA, y en parte al mundo, tras la Gran Depresión? Puede. No me extrañaría nada que una de las medidas acordadas, cuando la situación crítica comience a remitir, fuera una General Distribución Estatal y Comunitaria (GDEC) de “PIENSO PARA COBAYAS”, con la condición de seguir pedaleando en la rueda del sistema y a cambio de una restricción acordada de cualesquiera otras veleidades. Esto suponiendo que no quede todo en manos del “PUTO AZAR” (sic) y que, literalmente, se nos venga encima una catarata de palos de ciego nacidos del desconcierto generalizado de una clase política integrada por sujetos entre los que no son precisamente minoría aquellos acerca de los cuales no es peregrino pensar que la médula espinal no conecta con el cerebro. O, que si lo hace, es sólo de forma intermitente, a golpe de tuits, tics y toc. Sea cual sea el escenario, la reivindicación que debe abrirse paso es obvia: QUE NOS PAGUEN POR LOS DATOS, queremos ser reconocidos como sujetos de derechos en el funcionamiento del sistema y cobrar dignamente por ello. He dicho». Fin de la transcripción. Cuando acabó el discurso, yo ya estaba contemplando desde el mirador de la terraza la calle casi vacía y triste, y en mi cabeza no dejaba de martillear aquella frase que me pareció una auténtica revelación: «pienso para cobayas, pienso para cobayas». Es terrible pensarlo, pero tal vez en breve estemos luchando solamente por eso.
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jueves, 26 de marzo de 2020

Un reto a la especie



(Visiones en voz alta). La visión antropológica, o incluso biológica (la perspectiva de la especie), quizás esté siendo la gran ausente en el abordaje de esta pandemia global (y sirva la redundancia). Lo ha puesto de relieve Eudald Carbonell, uno de los "padres" de Atapuerca e Iñaki Gabilondo lo repica y cuenta con sus habituales habilidad y credibilidad.

La romana

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Vieja romana, tipo de peso o báscula muy apropiada para el uso ambulante.
Foto 
©️ Isabel San Martín Beltrán. Tomada de Pinterest.
En los días de la peste, todo cobraba otro significado, más directo o acuciante, y había que elegir las palabras, una a una, con mimo, con conciencia, y ponerlas en la balanza pública con cuidado para que su peso no excediera ni se quedara corto en el común sentir y en la única causa que se había vuelto imprescindible en el viejo negocio de la vida.
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miércoles, 25 de marzo de 2020

A favor del regreso del conocimiento


(En voz alta). Lúcida reflexión de Muñoz Molina sobre el “estado mental”, privado y público, y las fallas graves que la pandemia ha puesto de relieve. Esa denuncia del narcisismo y bobaliconería galopantes que el escritor explica con precisión aún puede ampliarse más, pues tampoco el mundo de la “alta cultura” (o así) queda al margen de ciertos comportamientos pendejos y que vienen a ser el “chip resonante” de la extraña criatura casi inerte pero letal que es la causante de este tiempo enfermo. Digno de atención.

El Augur

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«Hombre asomado a la ventana», foto libre de derechos, de autor desconocido.
Tomada de Fotosearch Silver. Editada.
Como llegó el día y no cesaba el confinamiento, fue en busca del Augur, no porque creyera en sus embelecos sino por puro folklore.
—¿Qué es lo que desea?
—No sé, un servicio rápido. Y que no implique ningún sacrificio animal.
—En ese caso, mire en el menú 5: Tarot, Runas, Manos, I Ching o el Libro de las Suertes.
—Todo muy visto y bastante latoso. ¿No tiene algo más sencillo?
—¿Qué tal unas tabas en tirada doble cruzada?
—¡Quite, quite, los huesos traen mal fario!
—¿Le van bien unos posos? Tengo por acá un café turco de gran calidad.
—No, el café m’altera mucho pero mucho mucho.
—Pues no sé qué otra cosa ofrecerle. ¿La carta más alta, baraja española?
—¡No sea usted vulgar hombre!
—Tal vez una moneda al aire y cara o cruz.
—¿Y usted se llama augur? Me parece que es usted un caradura,
—Caballero, que sea usted un bicho raro no le da derecho a dudar de mi profesionalidad. ¡No se conforma con nada!
—¿Sabe qué le digo?
—Si habla, quizás...
—¿Y no podríamos jugarnos la adivinación a los chinos?
—¿A los chinos? ¡Pero usted está loco! O quiere buscarme la ruina. ¡A los chinos! Con la que está cayendo... ¡Quite, quite!
—Entonces...
—Mire, vaya usted en busca de otro augur que en realidad yo soy un zapatero de Astorga y sólo hago esto en mis ratos libres para sacarme unas perrillas.
—¡Ah, truhán, al fin lo he desenmascarado! ¡Pensé que no iba a confesar nunca!
—¡Corten! Toma buena.
En el patio de luces resonó la voz del vecino del cuarto, otro confinado más, al que le habíamos dado el papel de director. Y por esa tarde concluimos el ensayo del rodaje de la obra de teatro que pensamos filmar tan pronto como nos libremos del encierro y de la peste. Además, ya había llegado la hora de aplaudir.

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