Henri Cartier-Bresson: Kamondo Stairs, Estambul (Turquía), 1964. |
La oía hablar con tanto desprecio y tanta oscuridad del deseo de los otros —«todas esas miradas viscosas», decía— y había en sus palabras un tan mal disimulado resentimiento, que comprendió que tal vez nunca hubiera sentido nada semejante. Ni probablemente lo iba a sentir ya nunca. Era el suyo un rugido sordo, ofensivo, inútil. Una verdadera deserción. «Au revoir, tristesse», estuvo a punto de decirle al despedirse. Pero no pudo.
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