miércoles, 30 de octubre de 2019

Un hecho simple

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Rembrandt: «Niña en la ventana», 1645. Dulwich Picture Gallery, Londres.
«Eres muy majo —me dijo la más pequeña asomada a la baranda detrás del muro de los grafitis—. Nadie más nos ha hablado, tan sólo tú —y había en su gesto, además de una tristeza impropia de su edad, una especie de solidaridad en diferido, que se me hizo evidente cuando concluyó—: Somos internas».
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martes, 29 de octubre de 2019

Aquellos poemas

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(Lecturas, relecturas y leyendas). A pocos libros de poemas que dormitan, más o menos olvidados o presentes (de todo hay), entre mis otros libros les debo tantos descubrimientos como a este pequeño volumen de la incombustible Biblioteca Básica Salvat de Libros RTV, que así era citada en las cuñas publicitarias y que contribuyó a amueblar nuestra ignorancia allá por los primeros setenta o quizás un poco antes. Este lleva como fecha, en una página de las guardas ilustradas con las ruinas de un templo clásico, la de noviembre de 1971, y lo que está grabado en mi memoria es que lo leí en El Escorial, y en concreto en una celda o habitación del ala más fría del monasterio (“la Siberia” la llamábamos), en un año de decisivos descubrimientos. El sencillo libro reúne algo más de un centenar de poetas españoles, desde Miguel de Unamuno (n. 1864) hasta Carlos Murciano (n. 1931), y supuso para mí el primer contacto con los nombres y la obra de un buen número de poetas cuyos poemas seleccionados (a menudo sólo uno) leía una y otra vez, en muchos casos hasta aprendérmelos de memoria. Aquí pude leer por primera vez algo de León Felipe (de él no se decía nada, claro, en los libros de texto), de José Moreno Villa, de Juan José Domenchina y la magnífica Ernestina de Champourcin, también de Luis Rosales, Gabriel Celaya, Gloria Fuertes («Cuando un árbol gigante se suicida...»), Rafael Morales (de cuya existencia tal vez aún no sabía nada), de José Hierro, Ory, Barral, Valente, Cabañero... Son muchas las evocaciones que se me vienen a la cabeza, anécdotas y batallitas sobre casi cada poema. Pero sólo destacaré que fue en este libro donde leí por primera vez «Mujer con alcuza», el todavía vivo poema de Dámaso Alonso que me conduciría a Hijos de la ira y al descubrimiento de una nueva forma de escribir poesía. Y aquí lo dejo. Porque, a medida que hojeo el libro para refrescar recuerdos, ocurre lo inevitable: las hojas, ya morenas y mal encuadernadas, se van desprendiendo como si de repente hubieran caído sobre ellas todos los otoños del mundo.

Tipos puros

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El Bosco: La nave de los locos, h. 1494-1510. Louvre, París.
—Babel en bable se dice belba.
—Y belba en barallete es guardia civil.
—Civil izado es nuestro pendón.
—Pendona, bonita, pero esto.. ¿qué es?
—¿Es que no tienes un poco de vergüenza?
—Vergüenza y su hermano gemelo Descaro.
—Descaro, y más quisiera.
—¿Quisiera, quisiera? Quisiera volverme hiedraaa.
—Etc., etc.
—Tce tce, la mosca cojonera...
—¡¡Plaf, plaf!! ¡¡Sanseacabó!!
Pero ellos siguen y siguen. Incansables.
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lunes, 28 de octubre de 2019

Canon



(Audiciones en voz alta). Poco después de que estuviera asociada a los artistas griegos Policleto, Mirón, Fidias, Lisipo o Praxíteles y mucho antes de que la copara con su gran volumen el recientemente fallecido Harold Bloom, la palabra "canon" era el territorio consagrado en exclusiva a Pachelbel, el autor del más famoso canon musical de la historia, una pieza que, como dice Jaime Altozano en esta divertida y brillante disección, parece compuesta ayer mismo. Es curioso comprobar cómo ciertos juegos compositivos y algunas acrobacias sonoras no son algo privativo de la música, sino que también la poesía más lúdica y despierta busca esos o parecidos efectos expresivos, aunque a menudo le resulte más difícil poner de relieve, y al alcance del "gran público", sus habilidades en un terreno de la expresión en el que la cortada del sentido (el significado) parece haberlo capturado todo. En todo caso, lo resaltable es que, tanto en la música como en su hermana gemela, la poesía, hay razones para afirmar lo que en esta grabación repite y demuestra Altozano: ¡el Barroco mola!

Amor del rapto

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Aprendiendo a descifrar el lenguaje secreto de las grúas. © AJR, 2019.

Surge el momento en el que sale
de la constelación de la penumbra
el rayo violeta que aún alumbra
la lucidez. Quiero decir que vale

lo que (vale) el instante de la lumbre,
la emoción subitánea, el poderoso
empuje del azar, sin el costoso
empeño de forjarlo en la costumbre.

Amor del rapto que no avisa,
fulgor del arrebato, evanescencia
que al nacer ilumina las tarimas.

Palabras puras, sin camisa:
en su vuelo transcienden toda sciencia
y se entregan al aire entre las rimas.

Esquinas

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Ludwig Meidner: La casa de la esquina (Villa Kochmann en Dresde), 1913.
Museo Nacional 
Thyssen-Bornemisza, Madrid.
Foto: © Ludwig Meidner-Archiv, Jüdisches Museum der Stadt Frankfurt am Main.
Soñó que hablaban en la radio de las “esquinas” y, al despertar, se acordó de la incierta mañana —¿o fue por la tarde?— en que se le apareció la palabra en toda su mayúscula nitidez y con la precisa amplitud de su significado. Una esquina es la concreción de la curiosidad, del cambio, de lo por venir, lo inesperado. Se sentía como Constantino ante la batalla del puente Milvio descifrando al vuelo —le había emocionado la recreación de la escena en una peli— la leyenda: «In hoc signo vinces». Después vendría lo del destierro. Otra historia.
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domingo, 27 de octubre de 2019

Nuevos viejos tiempos

Sebastián Piñera y Cecilia Morel en La Moneda, en 2018.
El presidente chileno Sebastián Piñera y Cecilia Morel en La Moneda, en 2018.
(Lecturas en voz alta). Mientras nos enzarzamos en estériles polémicas exhumantes o en esa vieja trashumancia de acémilas y pollinos que son las reyertas tribales, el «mundo de verdad» no para de hurtarnos lo poco de alma que nos queda, después de haber saqueado todos los demás recursos. Esa es, creo, la música de fondo de este lúcido artículo del gran Enric González (al que algunos consideran el mejor periodista de su generación). Es altamente recomendable su lectura, desde el párrafo chileno inicial hasta el cierre categórico del ominoso ejemplo de cómo, además de dejar que nos jodan, ponemos (ponen en nuestro nombre) la cama. Hay que empezar de una vez por todas a reclamar, por derecho y con el derecho en la mano, que las nuevas corporaciones de los big data paguen por lo que tan impune como puntualmente nos vienen robando desde hace más o menos tres lustros. Esa debería ser una de las piedras maestras del nuevo orden económico mundial que están exigiendo ya tanto las nuevas tecnologías cuánticas del manejo de la información como las aún borrosas, pero evidentes, consecuencias psicológicas y sociales de su imparable desarrollo.