jueves, 11 de julio de 2019

Rosalía, a la conquista de ¿qué?



(Lecturas en voz alta). Hace más o menos algo más de un mes había reservado dos entradas para asistir al concierto de Rosalía en el MadCool, y estaba a punto de pulsar el Ok cuando el cruce de dos impresiones —Julio, cuatro de la tarde—, unido al nada barato precio de los tickets, actuó como sinestesia disuasoria y cancelé la petición. A juzgar por esta reseña de mi admirado Neira, parece que hice bien. Aunque nunca se pueden juzgar estas cosas por la experiencia ajena. En todo caso, como le decía hace poco a un querido amigo que desde NY me enviaba esa consagración urbi et orbe de Rosalía por parte del New York Times que menciona el cronista, no es la deriva hacia la conquista global del mercado latino lo que más feliz me hace de esta, por otro lado, artista prodigiosa, aunque en todo lo que hace encuentro siempre algún punto de fascinación. Pero después de lo de El mal querer, que incluso ha servido para resucitar viejas lecturas entre alumnos universitarios, tengo la impresión de que el fenómeno se le está yendo un poco de las manos o está en peligro de... El regetón, que viene a ser algo así como la banda sonora del planeta, aunque a menudo me parece vivo, divertido y canalla, decididamente no es lo mío. De Rosalía, conservo como oro en paño el deslumbramiento de su primer disco (Los ángeles), el concierto transmitido en directo por Radio 3 que pudimos disfrutar atravesando La Mancha durante un viaje Mar Menor-Madrid y, de forma muy especial, su breve, íntima, deslumbrante participación en «La Mar de Músicas», de Cartagena, hace casi dos veranos. La admiración sigue en pie, aunque un poco inclinada ya también hacia la nostalgia. De momento, mientras espero con ilusión la cita con Chick Corea —San Javier, día de Santiago—, voy a ver si consigo entradas para King Crimson que, sin haberse muerto, parece que han resucitado y se dice que vendrán al Foro (Pd. Esta vez KC actuarán sólo en Barcelona. Lástima).

El Desvalido

No hay ninguna descripción de la foto disponible.
Leonora Carrington: El ancestro, 1905.
Se quedó sin su puesto y sin su voz. 
Ya no admite rebaños. 
¡Míralo, miralo, miraló!
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miércoles, 10 de julio de 2019

Alfredo Conde

O escritor Alfredo Conde, nunha imaxe de arquivo (XESÚS FARIÑAS).
Afredo Conde, fotografiado por Xesús Fariñas
(Lecturas en voz alta). Desde su reveladora Memoria de Noa (1982) y, sobre todo, desde El Grifón (Xa vai o griffón no vento, 1984), que le puso en órbita en el panorama literario nacional, la escritura de mi tocayo Alfredo Conde ocupa un lugar imprescindible. Ahora publica nueva novela y habla en este artículo con la libertad y la sabiduría de los años, y con su habitual y sagaz retranca, de esta «broma infinita» que es vivir. Merece la pena hacer el pequeño esfuerzo de leerlo en gallego, que —como ocurre con todas las lenguas— hay matices, sugerencias y “alcances” no fácilmente trasladables.

Seguir cantando

'El Aleph', de Borges, en la serie 'Semiópolis' de Joan Fontcuberta.
Joan Fontcuberta: «El Aleph», de la serie
Semiópolis. 
(Lecturas en voz alta). Ayer Azúa tildaba de “cursi” el sentimiento de irrealidad (“inconcebible” decía) que sobre la continuidad del mundo arroja la pérdida de un ser querido. Con gran delicadeza, sin mención expresa de ese dolor, pero sin que en el fondo hable de otra cosa, este artículo fraternal de Javier Rodríguez Marcos es una respuesta a eso. Que Borges vuelva a andar de por medio es sólo un síntoma.

El Anciano*

La imagen puede contener: una persona, sombrero
Rembrandt: Autorretrato dibujando junto a una ventana, 1648. Aguafuerte.
Lo sabe y lo predica sin concesión: ¿Drogas? ¿Pero no es la vejez ya un colocón?
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 (* Homenaje a Fernando Savater, a quien le oí la frase).

martes, 9 de julio de 2019

Azúa y otras farras

Rafeael Sánchez Ferlosio en la Biblioteca Casanatense de Roma en 2005.
Ferlosio en la Biblioteca Casanatense de Roma, en 2005. Foto EFE.
(Lecturas en voz alta). En un artículo de homenaje a Ferlosio, Azúa aprovecha para llamar “cursi” a Tagore por mor de un poema que se parece tanto a otro muy célebre de Juan Ramón Jiménez («y yo me iré y se quedarán los pájaros cantando»), que no cabe descartar el error. Aunque es sabida la cercanía, vía Zenobia, del poeta de Moguer al asceta bengalí, uno de los autores cuya temprana lectura e influencia en mis primeros pasos en la escritura (ay, Gitanjali) recuerdo con tanta ternura (¡ea!) e incluso felicidad, que la ironía de Azúa, sin llegar a molestarme, me parece gratuita. Y puede que errónea. Menos mal que el articulejo (a menudo escribe Azúa tal si estuviera provisto de las extremidades articuladas de un insecto) remonta el vuelo y, enfocado ya hacia el recuerdo de Ferlosio, nos pone sobre la pista del homenaje al escritor recientemente ido por parte de la revista de Savater (Claves) y concluye con una preciosa cita que, a mi entender, explora cierta no explicitada sintonía ferlosiana con el mundo expresivo de Franz Kafka, un autor que sabía mucho de silencios, insectos y transformaciones.

La Alada

 La Luna del Cuervo, ilustración digital de fecha y autor desconocido. Tomada de zaranoias.com 
Terca jugada: la del retorno con que el tiempo se vuelve hacia la nada.
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