(CajaDeCitas, 80). Razones y reflexiones e incluso confesiones del escritor Rafael Narbona sobre el arte y oficio de escribir. Muy pertinentes. Además de admirables.
EL OFICIO DE ESCRIBIR, por Rafael Maldonado
Elogio del amor, mi último libro, está vendiéndose muy mal. En cambio, Maestros de la felicidad ya ha superado los 20.000 ejemplares vendidos. Mis editores me aconsejan que no comente estas cosas, pues siempre hay que transmitir una imagen de éxito. El éxito, real o fingido, es un poderoso imán. La sinceridad, en cambio, actúa como un repelente. Muchos lectores pueden pensar que Elogio del amor es una obra fallida. Sin embargo, Fernando Aramburu y Lorenzo Silva han destacado su contenido y estilo.
El contraste entre el éxito y el fracaso me ha hecho reflexionar. Pienso que Maestros gozó de más fortuna por distintas razones. Muchos interpretaron la obra como un manual de autoayuda y pensaron que podría ayudarlos. Elogio del amor está muy lejos de la autoayuda. Su objeto no es la felicidad individual, sino el estudio de las relaciones donde se prioriza la felicidad ajena sobre la propia. En la época del individualismo, la preocupación por el otro se ha vuelto secundario. Solo se piensa en el yo. El egoísmo ya no se concibe como un defecto, sino como una virtud.
Creo que hay otros factores que explican el escaso eco de Elogio del amor. Hace tiempo, muchos lectores se sintieron atraídos por mi activismo político en las redes sociales, pero encajaron muy mal mi independencia de criterio. La política hoy se concibe como ejercicio de lealtad y no como una actividad autocrítica. Cito otras posibles causas del fiasco. La editorial invirtió más en promoción de Maestros y la filosofía está de moda. En definitiva, concurrieron varios aspectos meramente circunstanciales. Aún no he logrado crearme un público. Quizás hay mil o mil quinientas personas que me leen con interés, pero el resto de los lectores de Maestros no muestran mucho interés por mi trabajo.
Muchos de los lectores de las redes sociales piensan que la literatura es un hobby y no una actividad que implica esfuerzo y sacrificio. No están dispuesto a realizar ninguna inversión en cultura, pero sí esperan que les paguen por su propio trabajo. Yo pago casi 10 euros al mesa para mantener esta cuenta. Gracias a eso, puedo colgar los artículos que publico en El Cultural y que solo pueden leerse pagando 12 euros al año. A partir de ahora, dejaré de hacerlo. El escritor es un trabajador y es perfectamente legítimo que espere una retribución por su esfuerzo.
Imagino que si las ventas de mis libros continúan decayendo, la editorial comenzará a lanzar tiradas más pequeñas. No me preocupa demasiado. No soy de uno esos escritores resentidos y amargados de los que se burlaba Javier Cercas en un artículo. Eso sí, cambiaré mis prioridades. He pasado muchos años trabajando a destajo. He llegado a publicar más de 100 artículos al año, lo cual ha implicado llevar una vida extremadamente sedentaria, algo que ha perjudicado seriamente mi salud. Dado el desinterés de los lectores, no creo que merezca la pena vivir así. Diez años de trabajo intenso, mal pagado y con escaso reconocimiento han desembocado en una cardiopatía isquémica. En el futuro, cuidaré más mi salud y solo escribiré cuando realmente lo necesite.
El éxito no es sinónimo de excelencia. Los escritores que más admiro nunca han vendido mucho. Gabriel Miró, José Antonio Muñoz Rojas o Juan Gil-Albert nunca vendieron muchos libros. En cambio, autores sin un ápice de talento, como Ken Follet, Dan Brown o Danielle Steel han vendido millones de libros. Dejar de escribir no es una opción razonable, pero vivir para escribir tampoco parece sensato. En el futuro, me acercaré a la escritura como si fuera una plegaria, un acto íntimo y personal que se adentra en el misterio, esperando abrir un claro en mitad de la espesura. El espacio natural de la literatura no es el mercado, sino el terreno del espíritu.
Fotografía: Jeosm
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