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Lucy Collins: Feriantes. Carrusel 2. |
El día que se marchó tía María eran las ferias de Eburia. Al despedirse me dio unas pesetas, dos de aquellas monedas “gordas” de 2,50, o sea “un duro”, que decíamos entonces. Animado por uno de mis hermanos, jugué mi tesoro en una tómbola de los feriantes y gané: una enorme garrota de caramelo y un lote de cacerolas. Esa fortuna, que mi madre recordaba a la menor ocasión, tiñó mi infancia de optimismo. Aquel, sin embargo, fue el último viaje de tía María. No la volvería a ver. Murió pocos meses después en un hospital de Oviedo. Fue mi primera muerte. Y, como supe mucho después, el inicio del duro aprendizaje de otra rifa. La que siempre toca.
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