(Audiciones en voz alta). Lamento el posible solipsismo, pero he de admitir que, al caer hace un momento en la circunstancia de la fecha y en el recuerdo de la Revolución de los Claveles (nunca la llamamos Revoluçao dos Cravos!), lo primero que se me ha venido a la cabeza ha sido un exabrupto: «¡Joder, si ya hace 45 años!: nadie nos previno nunca sobre el hecho de que de algo pudiera llegar a pasar semejante cantidad de tiempo...».
Así que he mirado hacia dentro para tratar de sintonizar con aquel muchacho perplejo de 20 añitos, y no me ha resultado difícil. Incluso diría que sigue ahí, y liberado, además, de algunos equívocos de importancia, de ciertas ataduras afectivas más bien enfermizas, de los automatismos simplistas del maniqueísmo...
Liberado, también, no sin lamento, de cierta ingenuidad tan irresponsable como lúcida, de la osadía, de la falta de osadía, de esto y de lo otro. Qué se fizo, Dios mío, cómo era... Qué desvarío. He buscado a Dulce Pontes para que su dulce ritmo pausado me ayude a sentir sin vértigo.