domingo, 14 de abril de 2019

Lavandeiras

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Carlos Maside: Lavandeiras, h. 1955. Col. Legado de C.M.
De niño, en los veranos pasados en Galicia, aún alcancé a vivir la experiencia de acompañar a mi madre a lavar al arroyo del Pereiro, al pie mismo del lugar donde la sierra casi envolvía las casas más apartadas del pueblo. Allí solían coincidir muchas veces, al amparo templado de “o raio de mediodía”, varias comadres con sus tinas de zinc y sus lavaderos de madera. Aunque a menudo eran unas anchas lascas graníticas las que servían de soporte para frotar sobre ellas la ropa. Mientras se hacía la colada y las prendas se secaban al sol sobre la hierba, los niños nos adentrábamos un poco en el monte. Nos gustaba escuchar, bajo los gruesos cables del tendido eléctrico que venía desde el cercano embalse del Sil, el chisporroteo de "los duendes de la luz", a los que imaginábamos feos y terribles, por algo en las grandes columnas metálicas que los sujetaban se avisaba de que existía peligro de muerte. Con más frecuencia seguíamos el cauce del riachuelo y lo cruzábamos de un lado a otro procurando no mojarnos los pies, no siempre con éxito. También íbamos a aquel recodo en el que una vez vimos pudrirse la carroña de un enorme lobo que días antes había estado colgado a la entrada de la única tienda del pueblo, tras ser cazado por hombres del lugar. Aunque debían de haber pasado al menos un par de años desde aquello, el olor seguía siendo nauseabundo. O eso creíamos. Y pese a saber que existían razones claras para tenerles respeto a los caminos de la sierra, más de una vez nos adentramos monte arriba y, mitad en broma, mitad explorando sensaciones verdaderas, jugábamos a que nos habíamos perdido. Quizá fuera solo para experimentar la alegría de volver al corro de las madres, que ya estaban recogiendo las sábanas y los bártulos, y al poco, con las tinas de ropa limpia sobre la cabeza, nos apremiaban para emprender la vuelta a casa. Las tardes del verano tenían entonces una duración casi infinita y, por el camino, aún nos daría tiempo a ver hundirse lentamente el sol entre las formas redondeadas de Cabeza da Meda y a sorprender algún hilillo de luz resbalando por las hojas de un castaño.
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sábado, 13 de abril de 2019

Requiem a 450 voces

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(Ecos). En la noche del Viernes 12 de Dolores, seis coros (unas 450 voces) interpretando en el Auditorio Nacional de Madrid la misa de Requiem de Mozart. En algunos momentos, parecía que el edificio podía elevarse en el aire. Tal vez lo hizo. Una ocasión memorable. (Gracias, Daniel).

Apariciones

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Ceesepe: Escena de bar., h . 1980.
«A Filoteo, compañero de ritos y secuelas allá por los años de La Vid —me cuenta, acodado a mi lado en la barra del Elígeme—, no lo había olvidado, pero hacía mucho tiempo que nadie me hablaba de él». Tomó un sorbo escueto de su cerveza y continuó: «Su súbita aparición esta tarde, de mano de un amigo artista, ha sido una auténtica epifanía en plena cuaresma». Esbozó una especie de sonrisa que no pasó de mueca. «Y lo cierto es que no podría haber mejor encuadre para su figura y lo que su rastro suponen aún en mi vida que estos dos tiempos litúrgicos, esa medida del año y las querencias del espíritu que, llueva o escampe, suba o baje la música, nunca nos abandonará». Su mirada buscaba mi complicidad. No sé si la obtuvo. Después, levantando la copa y la voz dijo en tono grave: Confiteor Deo omnipotenti... La clientela se volvió, sorprendida un instante por su insólito énfasis. Pero enseguida cesó el asombro y cada cual volvió a lo suyo.
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viernes, 12 de abril de 2019

Titulares

La Región

(Lecturas en voz alta). El arte de titular parece que ha entrado en crisis. A las pruebas me remito: un titular que parece "positivo" («2018 fue el segundo año del siglo con menos superficie arrasada por el fuego»), incluso en su alambicada estructura, resulta que esconde una "noticia" ("recuento", sería más preciso) cuya afirmación principal es justamente lo contraria de lo que el titular afirma. No sólo los rumores sin fundamento, los bulos solubles y la noticias ponzoñosas estragan la información. La falta de sentido común también hace lo suyo.

La que se avecina

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Marco Santos: Politic charging, 2015. 
© 2015, Marco Santos
C  O  M  A
O  R  A   L
M  A  T   A
A  L  A   S

jueves, 11 de abril de 2019

Agujero negro (2)

Primera fotografía de un agujero negro. Tomada de Wikipedia.

(Ecos). ¿Cómo es posible ver o fotografiar un agujero negro que, por definición, es el paradigma del lugar donde ni el más pequeño rastro de luz puede escapar y, en consecuencia, constituye el reino de la oscuridad por antonomasia? Me parece que somos muchos los que nos hemos planteado esta duda a la vista de la imagen transmitida ayer urbi et orbe, y algún diálogo, más o menos perplejo, he mantenido acá y allá con algún amigo al respective. Es indudable que también la comunicación de los hallazgos científicos se contagia de cierto estruendo mediático Y puede que la afirmación de “primera imagen de un agujero negro” bajo ese círculo candente que hoy aparece en las portadas de todos los informativos debería ser matizada en el sentido de que lo realmente fotografiado es el brillo del gas caliente que cae hacia él y cuya iluminación deja ver una silueta oscura que sería algo así como la sombra del agujero negro.

Con todo, el logro de esa imagen “indiciaria” (si se puede llamar así) o, un poco a la pata la llana, del fogoso barrunto de la presencia de un agujero negro, al parecer ha exigido la ideación de un muy complejo algoritmo y el trabajo coordinado y duradero de ocho grandes telescopios distribuidos a lo largo del planeta (incluida España), todo para hacer posible una “síntesis icónica”, que curiosamente no se separa mucho de algunas recreaciones artísticas previas, al margen de que se parezca, según sostienen los “tolkienanos” irredentos, al ojo de Saurión. 

No he visto, sin embargo, que se haya subrayado otro “suceso prodigioso”, en este caso nominal: el hecho de que el cuerpo estelar en cuyo centro pace y gravita la oscurísima criatura se llame nada menos que MESSIer 87, coincidente con el nombre y el año de nacimiento de otro astro...


Alguien ha dicho que la imagen no es más que el primer fotograma de una película de muy larga duración, de modo que no vamos a tener más remedio que permanecer, ahora sí y con verdadero entusiasmo, atentos a las pantallas.

Clic

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© Nicodemo Quaglia: After the rain, 2018.
A veces le ganaba la sospecha de que toda era, como dijo Wallace, una broma infinita. Y entonces se complacía en imaginar soliloquios enfáticos como por ejemplo: «La actividad eléctrica del cerebro que te permite tender un puente entre la bolsa de tela que porta una anciana en el metropolitano, en el trayecto de Alonso Martínez a Colón, y aquel restaurante bajo los soportales de la plaza principal de Forlì, donde también estuvo el Dante (es decir: la respuesta a estímulos que hace posible crear conexiones relevantes entre tu conciencia y el mundo), esa es la verdadera red creadora de eso que llamamos realidad: la trama de sucesos en el horizonte». Y luego respiraba jondo.