domingo, 11 de noviembre de 2018

La lluvia

Cuadro de Cristina Bergoglio.
«Creo que la única verdadera razón de ser de estos relatos —nos dijo mientras conducía bajo la lluvia— es encontrar algo que aún no sé si existe»... «Y sobre todo —continuó— aprender a estar preparado para el día en que todo comience a darme la espalda». Durante el resto del viaje, apenas hablamos.
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sábado, 10 de noviembre de 2018

Luz azuL

Picasso: La sopa, 1902-1903. Galería de Arte de Ontario, Toronto.
—El mar es azul porque la luz siempre regresa.
—¿Y...?
—No, nada, esa coincidencia,
—Claro, la sopa quema porque ha estado al fuego.
—¿Otra coincidencia?
—No, pura causalidad.
—Qué casualidad, una coincidencia y una causalidad juntas.
—Sí, vaya coincidencia.
—Simple causalidad.

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viernes, 9 de noviembre de 2018

El humo muhlé

David Teniers el Joven: Fumadores en un interior, hacia 1637.
Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid.
Fumaban los compadres en la covachuela y el más joven se entretenía en formar con el humo mensajes que iban y venían bajo el techo curvo.
«OJÚ, DE SEMILLAS ALLÍ ME SEDUJO», pudo leerse en un momento.
«¡AIRE SERÍA!», pintó el otro.
Y fue pasando la noche.

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jueves, 8 de noviembre de 2018

Etimonolatrías

Brueghel el Viejo: Dos monos encadenados, 1562. Gemäldegalerie, Museos Estatales, Berlín.
—No por mucho tempranear amanece más madruga —dijo uno.
—Quien con infantes pernocta excrementado alborea —alardeó el otro.
Y después ambos movieron las cadenas como para disimular.
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miércoles, 7 de noviembre de 2018

Tres en raya

Caravaggio: Ecce Homo, 1604. Museos de Strada Nova - Palazzo Rosso, Génova.
(Agradezco la pista a Alfonso González-Calero).
«Este que veis aquí, miradlo bien —prosiguió el narrador— , es aquel de quien se dijo que era el hijo del hombre. Y ese que lo presenta, no le perdáis ojo, es otro hijo de su madre. Tras ellos, qué os parece, aparece otro ejemplo de lo humano. Y ahí están los tres, en la misma raya de una naturaleza que no deja de interrogarnos».
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martes, 6 de noviembre de 2018

Samara, de Camarón




(Oído en voz alta). Por puro azar azaroso viene a mis manos una vieja cinta de casete de Camarón de la Isla, «con la colaboración especial de Paco de Lucía"». Castilo de arena es su título. Y en ella se encuentran estas bulerías de «Samara» en las que, como a menudo suele ocurrir en este palo, la letra es la que conduce a la voz hasta ciertos registros expresivos y honduras que sorprenden por su perfecto ensamblaje. La fecha de edición es la de 1977, aunque creo que llegó a mis manos algo más tarde. En todo caso, mi afición al flamenco, que sin duda prendió, además de en las coplas de la radio, en los fascinantes corrillos que los gitanos de Talavera formaban durante las ferias en el paseo de la Alameda y que yo veía asombrado, se fue fraguando por esos años, en especial durante las sesiones a las que pude asistir en el Club de Música del Colegio Mayor San Juan Evangelista, el añorado «Johnny». De esos conciertos y recitales, y también obras dramáticas (con La Cuadra, por ejemplo), recuerdo casi como si se tratara de un hecho fundacional una sesión urdida por mi amigo de entonces, Virgilo Pérez-Clotet, que tuvo como protagonistas a Bernarda y Fernanda de Utrera, legendarias cantaoras que por esas fechas apenas actuaban fuera de sus predios. Aquel recital se saldó con un verdadero fracaso de audiencia (no creo que fuéramos más de veinte personas en el amplio salón de actos del colegio, por lo común repleto de espectadores) y aún me parece estar oyendo los lamentos de Virgilio quejándose de que «me han boicoteao, tío, vaya marrón y qué mala leshe». Lo curioso es que, en la pequeña historia de mi afición al flamenco, ese fue un verdadero día D, al que no tardaría en sumarse, junto a los experimentos tan brillantes de Triana, Lole y Manuel, etc, el milagro de la voz de Camarón, ese punto cero del flamenco contemporáneo.

Blanco

Velázquez: Vista del jardín de la Villa Medici en Roma, hacia 1630. Museo del Prado, Madrid.
No era necesario decirlo. Con solo pensarlo se hacía el silencio.
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