jueves, 19 de julio de 2018

La B letal


(Cinemagias🎞18). Siempre es un buen momento para revisitar El Padrino, esa imprescindible crónica de la vida social de los altos bajos fondos que tanto nos ha enseñado sobre la condición humana, el doble filo de los lazos familiares y los afectos, la ambición irredenta o las venganzas, irónicas o no, del destino. 
Pero hoy es casi obligado volver a algunas de sus memorables escenas para intentar hacernos cargos de la realidad, con ese cadáver presuntamente suicidado de Miguel Blesa en todas las mesas informativas del país.
No es, claro, la única opción fílmica al hilo del día. También se me había ocurrido, ingenuamente, por mera asociación alfabética, rescatar alguna secuencia pertinente de aquel título algo olvidado del primer Borau: Hay que matar a B. Lo dejaré para otra ocasión. Confío en que no necesariamente luctuosa. Que la letrita (Barberá, Bárcenas, Bribón...) se las trae.

(Primera publicación en Facebook, 19.07.2017)

Emboscada

La imagen puede contener: árbol, planta, cielo, exterior, naturaleza y agua
Pierre-Auguste Renoir: Le marronnier en fleurs, 1881. Alte Nationalgalerie, Berlín.
Desde el Faro no alcanzo a distinguirlo, porque la oscuridad es grande. Pero si cierro los ojos y respeto el pacto por la felicidad de esta noche, lo que veo es un bosque de castaños añosos sobre el que está comenzando a ponerse el sol.
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miércoles, 18 de julio de 2018

El mañana nos pertenece...



(Cinemagias, 27). Viendo y oyendo hace unas semanas, y de modo fugaz, a Marta Sánchez cantando la estúpida letra que le ha puesto al himno de España, en el acto de Ciudadanos, venía a mi memoria esta escena, central e inolvidable, de Cabaret. Los paralelismos, si bien aún lejanos, son un aviso. Cuando a los políticos les da por envolverse en banderas hay que echarse a temblar. Y ponerse en guardia. Para que no sea necesario hacerse la terrible pregunta: «¿Sigues pensando que les pararéis los pies?»

(Primera publicación en Facebook, 23.05.2018)

Sunrise

John Constable: Hover Beach, ca. 1824. Victoria & Albert Museum, Londres.
(Pecios de Farero, iv)

Nadie va a creerme. Pero esta noche, cuando la luz del Faro dibujó el primer ojo de luz sobre las olas, pude ver, después de tanta negra sombra, la primera sonrisa del mar.
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martes, 17 de julio de 2018

Hablarle a Borges (5)


Hablarle a Borges, 21). Es fama que Borges escribió: «Para mí, vivir sin odio es fácil. Pero vivir sin amor creo que es imposible, felizmente imposible para cada uno de nosotros».
Y desde este humilde pero fresco rincón se me ocurre comentarle: «Ay, maestro, no sé qué admirar más en esa confesión cordial, si su radical ingenuidad, tan maravillosa como acaso imposible, o su no bien percibida ironía, en especial por ese plural final que evidencia una confianza en el género humano digna de la mayor incredulidad».


(c) Marcelo Aurelio
(Hablarle a Borges, 22). Se dice (y escribe) que Borges dijo (y escribió): «Yo creo que sólo existen los individuos: todo lo demás, las nacionalidades y las clases sociales son meras comodidades intelectuales».
Nada más leerlo, mientras me aproximo a la pantalla en que lo leo, me toma por asalto esta impresión: «O sea, maestro, y si no lo interpreto al bies: que fuera del Unomismo que es cada uno sólo existe algo así como sillones, confortables, pero, a fin de cuentas, prescindibles. Y, claro, uno no puede cifrar su existencia en un mero asiento».

(Hablarle a Borges, 23). Dicen que Borges dijo: «Todo ser humano tiene la obligación de ser feliz, aunque sea por orgullo». 
Y tras leerlo y meditarlo e incluso una rápida consulta al diccionario, doy en pensar: «¿Por orgullo? Con todos los respetos, maestro, no se me ocurre un motivo menos relacionado con el estado imprevisible y a menudo tan cicatero y fugaz de la felicidad. Pero si vos lo decís, debe de haber algún sentido de la palabra que se me escapa. ¿Orgullo, acaso, de lector?».

La raya

Joseph Farquharson: Dawn (“Amanecer”), 1903. Walter Art Gallery, Liverpool.
(Pecios de Farero, iii)
Y aquí estamos, en medio de esta soledad de multitudes, contemplando cómo se mueve a lo lejos, pese a todo, la raya del amanecer.

lunes, 16 de julio de 2018

Crazy Diamond



(Visiones y audiciones en voz alta). Al final, uno está preso de unas pocas melodías. Que van y vuelven, siempre las mismas, siempre distintas. Y a las que se suman otras, que dialogan con ellas. O imágenes (arte en movimiento) que les dan un nuevo significado acaso ya intuido. Así me ocurre con este tema imperecedero de Pink Floyd, ilustrado, conjugado, con unas imágenes que recorren referencias muy visibles: desde Kubrick a Mondrian, de Chirico a Motherwell, de Escher al arte fractal, sin olvidar las ingenuidades medievalizantes, ciertas "boludeces" (por lo redondeado) de Dalí, entre otras muchas (Dante visto por Doré), algunas tal vez demasiado obvias, otras crípticas, pero todas finalmente bien armonizadas en un fragmento (algo más de 13 minutejos de nada) que parece —es— un universo en sí mismo. Soberbia fusión de sonidos e imágenes. ¿Quién se acuerda de aquella cuestión, que fue muy polémica a mediados y finales de los setenta, de si el rock sinfónico era equiparable a la música clásica? Surgía el otro día el tema en un encuentro con Miguel Ríos, en elpaís+, y la respuesta era obvia: la música es música. Y punto.