La tarde se desliza como chica en patines.
Todo está quieto.
Las palmeras absortas en la altura sin viento.
El mar metalizado por la luz del poniente.
Las nubes estancadas en su propia madeja.
Y el azul diluido del último horizonte
vuelto menos visible cada vez.
Es la hora callada,
el tiempo puro de la canción.
El mundo parece una radiografía de la ausencia
bajo un cielo
que lo bendice todo
y que a veces viaja en las vainas diminutas de la lluvia
para avivar la savia interna de nuestros corazones.
Un hombre anciano con camisa a cuadros
camina renqueante. Ahora es la leve
brisa que sopla sobre el pino
y agita fugazmente sus acículas
la que impide que todo sea solo
una palabra más del gran silencio
del mundo.
Por fin se escucha,
mecida en su camino de ida y vuelta,
la voz oval
que da paso a la noche.
lunes, 5 de febrero de 2018
El invisible (j)
Vittorio Matteo Corcos: Sogni, 1896. Galleria d'Arte Moderna, Roma. |
«¿Dónde te he visto antes?», oí. No era fácil saber quién hacía la pregunta, ni de qué lado del andén estaba. Me limité a sonreír. En general.
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domingo, 4 de febrero de 2018
Leila despide a Parra
(Lecturas en voz alta, 50). La hermosa despedida que Leila Guerriero le dedica a Nicanor Parra está admirablemente contaminada del espíritu del finado. Hasta el punto de que, más que una necrológica, parece el epitalamio de exaltación de un único encuentro que sin embargo deja una huella para toda la vida. Y toda la muerte, que nunca sabemos lo que vendrá a durar.
Mientras leía, una voz tarareaba en mi cabeza unos versos de Borges transformados para la ocasión: «A mí se me hace cuento que Nicanor muriera: / seguro que se ha ido a desmontar estrellas». O algo así.
Mientras leía, una voz tarareaba en mi cabeza unos versos de Borges transformados para la ocasión: «A mí se me hace cuento que Nicanor muriera: / seguro que se ha ido a desmontar estrellas». O algo así.
Ultramarina
Hiroshi Yoshida: Glittering Sea (Jizuri)», 1930. |
Hizo caso al mensaje transatlántico y se puso a narrar lo sucedido a la vuelta de la esquina.
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sábado, 3 de febrero de 2018
Autobiografía (d)
Antonio López Torres: Jugando a las bolas, 1946. Museo ALT, Tomelloso. (No sé si los colores de la reproducción son los correctos). |
En aquel tiempo, Julito aún no participaba en el juego, pero se fijaba mucho.
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viernes, 2 de febrero de 2018
Tránsito
El Greco: La visión de San Juan, 1608-1614. The Metropolitan Museum of Art, Nueva York. |
Soñó que se moría y al pie del horno estaban sus cinco novias y su sola amante.
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jueves, 1 de febrero de 2018
Liaisons...
Claude Lanzmann frente a Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, París años sesenta.
ARCHIVO BETTMANN
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(Lecturas en voz alta, 📖49). Como desconocía o había olvidado la relación entre Claude Lanzmann y Simone de Beauvoir, la noticia de la posible publicación de la correspondencia amorosa entre ambos (de ella a él) me ha pillado por completo de sorpresa. Y al tiempo que ha conectado referencias en mi cerebro (¿es así como se rejuvenecen las neuronas a partir de cierta edad?), también ha excitado al ser más cotilla que realmente curioso que, en mayor o menor grado, todos llevamos dentro, y al que, quienes tenemos tendencias algo fetichistas y sobre todo fácilmente mitificadoras, solemos rendir culto sin miedo, aunque sea bajo la excusa —muy razonable— de nuestro interés por la vida cultural.
La verdad es que suelen ser muy gratificantes estos conocimientos de intimidades de personas a las que admiramos por otros motivos. Y no pocas veces nos proporcionan claves que, sin ser definitivas, sí aportan perspectivas no sólo enriquecedoras para comprender mejor sus creaciones, sino sobre todo para entenderlas de una manera más cercana, con una aproximación que, en el fondo, nos permite disolver, siquiera por una fracción de realidad imaginada, la inmensa distancia que, si bien se mira, siempre se extiende entre dos seres humanos, por muy compenetrados —y hasta interpeneentrados— que se encuentren. El abismo son los otros.
Reportajes como estos, acaso no muy diferentes (salvo por su valor cualitativo) a las chismosas y permanentes tertulias televisivas, invitan a profundizar en ese misterio que siempre es la vida ajena —también la propia— y a calibrar desde una perspectiva, acaso más diáfana y asequible, el alcance y hasta el significado preciso de sus obras de creación.
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