Los participantes en el AuteHomenaje posan al final. |
Ana Belén, la belleza que dura. |
El gran Miguel Poveda, sobre unas divertidas plataformas blancas y dueño de la sabia madurez que ya le habita, puso un brillante colofón a las actuaciones y al acto dándole aire flamenco a las notas del maestro (Prefiero amar), con una algo dubitativa interpretación que fue remontando en las frases finales en clave de quejío, después de que un breve lapsus de memoria, rápidamente corregido desde la primera fila del patio de butacas, le hiciera titubear un segundo. Se quitó el maestro por completo cualquier posible espinilla de incomodidad ofreciendo como propina un divertido soneto-para-no-escribir-un soneto con el que Aute respondió a la petición que le hizo Pedro Guerra cuando preparaban el disco de sonetos que grabó el propio Poveda. Y no hubo más.
En suma, un acto emotivo, sencillo —pese a contar con tantas y tan relevantes figuras—, sincero y muy gratificante. Un Auténtico homenaje que durante algo más de hora y media convirtió el lugar, como apuntó el poeta e inventor de palabras Fernando Beltrán, en un «Círculo de Bellas Autes», todas las que el maestro ha cultivado con tanta dedicación, magia, creatividad y acierto. Larga vida.