lunes, 9 de noviembre de 2015

Muro



Por inevitable, pero también buscada, asociación de ideas (sin excluir la analogía, poderosa herramienta poética) busco y cuelgo este estremecedor fragmento de la película de Pink Floyd, The Wall (1982), que por pura casualidad zapeadora volví a ver hace dos noches en el canal TCM, cuando tan poco faltaba para el vigésimo aniversario del suceso del Muro (1989, es decir, siete años después; hoy mismo, a estas horas).

Hay muchas reflexiones posibles, pero puedo resumirlas en dos:
Primera. Los muros más difíciles de derribar suelen estar dentro.
Segunda. Los muros sólo es posible derribarlos, verdaderamente, desde el interior.
Y siempre nos quedará… Berlín.

Imagen superior: Fragmentos del muro en el Parque de Berlín de Madrid. Foto by xuanxu, tomada de Panoramio.

Seis años después rescato esta entrada del fondo de los arcones de la Posada.
Fue publicada el 9 de noviembre de 2009 a las 20.21. 

viernes, 6 de noviembre de 2015

«Phone Home»: la profecía de ET



Creíamos que lo sustantivo del famoso mensaje de ET era el deseo de retornar a casa. Y así parecía entenderse con claridad en ese «Phone home» que se repite como un mantra en la que tal vez sea la secuencia central de la película. O al menos el momento en que la historia toma la dirección decisiva. Pero he aquí que la versión doblada al español que mayoritariamente vimos por estas tierras hizo algo más que popular una traducción, sin duda acertada en su significado, aunque carente de la contundente eufonía de la expresión inglesa: «Mi casa, teléfono». Una aposición que, al sustantivar las dos palabras, obviando la acción verbal también latente en el original, ponía en el mismo plano el destino y el medio, el viaje y el vehículo, la nostalgia y la habilidad.

Y hete (¡ET!) aquí que en la "traición" de esa traducción acaso estaba latiendo una profecía que hoy vivimos como cosa cotidiana y común: lo que ET estaba anunciando, entre nosotros, ¿no sería que en el mundo (del futuro) en el que él vivía su casa era el teléfono? Verdadera o solo ocurrente, lo indudable es que por acá así andamos, cruzándonos y a veces esquivando por las calles, en el metro, en los parques, por todos sitios, a gentes que viven en las pequeñas (o no tanto) pantallas de sus móviles, transformadas en sus auténticas casas, el principal lugar de residencia.

Una realidad que sin duda habría resultado algo más que extraña (ET) en aquel ya remoto tiempo en que el pequeño extraterrestre vino a visitarnos.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Ellos y yo


Aquí el que se deja los pulmoncillos soy yo. Ellos se limitan a estar embobados. Y después querrán que repartamos. Pero no sé qué...

Fotografía tomada de aqui (y van tres).

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Entre dos luces



Todavía no sé si eres real.
Si no eres real sé todavía.
Sé real todavía si no eres.
Eres real todavía si no sé.
 Real no sé si todavía eres.
No sé si todavía eres real.

.
Calle del Toro Encohetado, Talavera de la Reina.
© AJR,2014

martes, 3 de noviembre de 2015

Sembrar sombra


Quisiera la escritura ser el doble del mundo,
sueña con tener órbitas,
gira en el interior de la cabeza
 creyéndose capaz de contenerlo todo.
Pero es solo un camino dibujado
sobre la piel desnuda de la página
al paso de esa yunta de domésticos
animales con los que cultivamos
los campos del Señor
y un día más de luz:
la ausencia, la paciencia.

(Viñeta medieval)

lunes, 2 de noviembre de 2015

Los otros


Y aquí seguimos, plantados ya en noviembre. Y ensayando duro. A ver si conseguimos un papel en la próxima peli de Amenábar.

Imagen, ya se dijo, tomada de aquí. Se agradecería identificación.

viernes, 30 de octubre de 2015

Fuegos de San Telmo



                     Pero no hay modo de decirlo, al menos
                     yo no encuentro la forma, ni la clave.
                     Y es que, si un cielo en el infierno cabe,
                     también el sol tiene los ojos llenos
                     de lágrimas de lluvia. Y son ajenos
                     al buen puerto los rumbos de la nave
                     que cruza con su estela, o vuelo de ave,
                     el cielo de mis días, los más buenos.
                     De los ecos de tiempos ya pasados
                     me asalta, entre dos luces, como un fuego, 
                     la alegría de su reminiscencia:
                     la belleza que aún veo en los alados
                     momentos de esplendor a los que llego
                     atravesando el mar de la paciencia.

(Imagen tomada de aquí)