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Imagen sin mención de autor. Tomada de El País. |
El sueño es otro estrato de la realidad. O, como dice la frase ya clásica, una segunda vida. Y es desde dentro de él, cuando aún no ha acabado pero ya se sabe que su fin está próximo, cuando se inicia de forma más o menos consciente la preparación del salto al despertar. Un extraño momento de «doble lucidez» (tal vez fuera igualmente correcto llamarlo de «doble penumbra»), en el que somos conscientes de estar soñando, aunque buena parte de nuestro cuerpo permanezca dormido, pero siendo percibido o vigilado por una parte alerta de la conciencia que, además, comienza a elaborar argumentos, o esbozos de tal, mediante expresiones capaces de estimular la formación en el cerebro de nuevas imágenes que puedan hacernos entender qué está pasando o, por lo menos (y tal vez sobre todo), qué podemos contar, sobre qué es posible escribir. Esta mañana regresaba a la realidad de la vida consciente como un náufrago (o, rebajando el énfasis, como un bañista en mar menor) que se dejara arrastrar por las olas hacia la playa después de una aventura de la que vagamente recordase haber vivido una situación emocional complicada, incluso un grave peligro. La imagen, aunque de flecos deshilachados (a causa sin duda del exceso de agua), capta bien cierta sensación de zozobra del que está en trance de despertar, aunque ese desembarco que traduce sea un estado del ánimo en el que los acontecimientos (o su materia mental) permanecen bajo control, porque sabemos que la playa y el suelo firme de la realidad ya están al alcance de la mano: será suficiente con abrir los ojos para poner las cosas en su sitio. Me gusta mucho indagar en estos «estados intermedios» (
inter-me-dios, curiosa palabra) entre el sueño y la vigilia porque en ellos crecen con facilidad las semillas de las nuevas imágenes. Y no hay nada tan enriquecedor, tan profundamente vital, como una buena nueva imagen, rara avis, y cada vez más, en un mundo hiperapantallado en el que cada día resulta más difícil mirar hacia algún lado que no sea recuerdo.
(Tiempo contado, saliendo de una noche de mediados de julio de 2014)