lunes, 31 de octubre de 2011
Urbe, Nacional
No ha sido para mí ninguna sorpresa que Emilio Urberuaga, el gran Urbe, haya ganado, por fin, el Premio Nacional de Ilustración. Lo que sí ha sido es una gran alegría, como acabo de comentarle por teléfono. El artista madrileño, figura destacada de una añada prodigiosa (la de 1954), es conocido sobre todo por haberle prestado su más que presumible imagen infantil a Manolito Gafotas, el personaje de Elvira Lindo, sin duda el héroe carabanchelero más famoso del mundo mundial.
Pero Emilio tiene además tras de sí una trayectoria larga, variada y hasta compleja, incluso con su deriva cortazariana y sus personales y puede que autoparódicas visiones de «cocodrilos» y «cosas negras». Es el suyo un itinerario fraguado sobre terrenos, como el del libro de texto, que pueden llegar a ser extremadamente rocambolescos en sus exigencias y en los que he sido testigo de su capacidad para salvar peticiones de autores algo más que enrevesadas.
A estas alturas, la trayectoria profesional de Urberuaga le avala como uno de los más destacados creadores de estilo en el panorama ilustrado de la literatura infantil española. Y no es dífícil percibir su impronta en muchos jóvenes dibujantes. Incluso se podría hablar de un «toque Urbe» (mezcla de claridad, expresividad y un amplio poder de sugerencia) como un rasgo presente en una de las tendencias dominantes en este campo.
De un tiempo a esta parte, Urberuaga es, cada vez más, autor de sus propias historias, un «narrador de imágenes», como él se ha definido en alguna ocasión, que no deja de ahondar en su mundo para mostrarnos personajes y situaciones que, de tan cercanos y envolventes como consigue mostrarlos, a veces podemos llegar a creer que nacen de nuestros propios sueños. O tal vez del sueño del niño que podríamos llegar a ser... a poco que nos concediéramos alguna oportunidad.
Felicidades, maestro, aún mantengo bien vivo el recuerdo de lo mucho que disfrutamos con aquellas clases de música.
jueves, 27 de octubre de 2011
A torre da derrota*
L a partid a e s t á p e r d i d a
d e antemano, y la derrota
e s u n a torre a bol ida.
Sobre sus ruinas aún flota
el humo gris de la vida
calcinada por la hueste
de una maldición celeste
que d i c t a m i n a la huida
de todo l o q u e s e e spera.
Pero pongo e n es e envite
s i n g u l a r el paso abierto
d e l día y de su q u i m e r a:
s u l u z será la que evite
que solo el error sea cierto.
[palíndromos ilustrados, 0]
* El palíndromo del título (en gallego) es obra del escritor Gonzalo Navaza, y da nombre a uno de sus libros (Xerais, 1992). Los demás juegos son espontáneos y están, también ellos, encerrados en la torre.
imagen: Castillo de Orgaz. © AJR, 2010
domingo, 16 de octubre de 2011
Madrid-Manhattan-Berlín...,
un sueño ¿posible?
Ayer, mientras caminaba con la columna de Prosperidad en dirección a Sol, también yo tuve un sueño... Sí, ese mismo que sería ingenuo (más) desmenuzar ahora con palabras que acabarían mirándose a sí mismas llenas de perplejidad... Seguro que a Leonard Cohen, otra vez, no le importará que le tome prestada esta canción que en cierto modo (pero de un modo muy cercano e inspirado) habla de lo mismo. O eso creo. Hay que seguir haciendo esfuerzos de imaginación sin dejar de llenar las calles.
lunes, 10 de octubre de 2011
viernes, 7 de octubre de 2011
Palabras de Steve Jobs
Es muy conocida pero merece resonancia. La intervención del recién fallecido Steve Jobs en la Universidad de Stanford en 2005, un año después de que se le hubiera diagnosticado el cáncer de páncreas al que finalmente no ha podido vencer, es una de las piezas oratorias más inspiradas del siglo XXI. Ahora constituye el verdadero testamento del hombre que probablemente más haya influido en el diseño del paisaje visual y comunicativo al que cada día nos enfrentamos. Parece que se ha puesto en marcha el rápido proceso de canonización laica de Steve Jobs; incluso estas letras podrían considerarse como una contribución a la causa. Pero nada más lejos de mi intención. No conozco bien la peripecia del fundador de Apple, ni me cuento entre los seguidores a ultranza de su blanca tecnología, aunque tengo un trato habitual y enriquecedor con algunos de ellos y en más de una ocasión he fantaseado con sumarme a su bando. Pero no se trata de eso. Estas líneas responden solo a la necesidad, casi la obligación, de subrayar el peso de unas palabras a las que, como a pocas de las oídas en foros públicos en los últimos años, convienen los adjetivos de verdaderas, necesarias y generosas. Y entre las que, además, se encuentra un «elogio del calígrafo» que por fuerza ha de resultar emocionante para todos aquellos que sientan amor por la escritura y hayan tenido alguna vez tratos con los nobles tipos móviles.
Descanse en paz el hombre que fue capaz de pronunciarlas.
Imagen de Steve Jobs tomada de somosmac.com
jueves, 6 de octubre de 2011
Anacroaristocráticoesperpentonirismo
Desde el lugar de le televisión apagada, a la hora de la siesta, me llega un sordo rumor: «La duquesa de Alba ha contraído matrimonio con Alfonso X». Me pareció oír después que alguien se arrancó con una cantiga, pero debe de tratarse de un error. (¿Claro!: Díez vale X),
Los ecos de la marea son tres palabras con nombre propio de los que no explicaré sus circunvoluciones (sírvase usted mismo):
Esperpento (aquí se comenta sin nombrarlo).
Esparadrapo (no consigo recordar la obra teatral aquella, probablemente de la rama del absurdo, en la que había un personaje con este nombre, pero lograré dar con ella).
Anacroaristocráticoesperpentonirismo (palabra transatlántico recién inventada con vocación alejandrina: que yo sepa, no es ninguna enfermedad, aunque los síntomas asustan mucho).
Y sobre las ausencias, se comprenden. Especialmente una. Yo estoy seguro de que Goya tampoco se hubiera personado. O solo con el propósito de tomar apuntes para alguna de sus pinturas negras.
Músicos de Las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio.
Imagen tomada de este blog.
lunes, 26 de septiembre de 2011
Hum@redas
Mientras a golpe de
ratón desenrollo de este a oeste
uno de los manuscritos del Mar Muerto
la luz de la Posada parpadea
y en el reflejo de la pantalla veo o creo
ver
cómo en medio de la sala a mis espaldas
surge del suelo
igual que aquellos tulipanes psicodélicos brotando del asfalto
la imagen tantas veces acordada
de la Torre de Babel
con sus pisos roídos por la ira divina
y el hormiguero de hombres
de todas las razas
entregados a la absurda tarea
de enladrillar el cielo y sus tropismos.
Temblor y hastío:
nunca pensé que la fascinación
pudiera ser un rito semejante
a la osadía de rasgar el muñeco
para explorarlo a fondo
y encontrarse de pronto con
las manos
por completo atrapadas
en el minucioso desorden del serrín.
No se
puede buscarle sentido al sentido.
No se explica la respiración.
(Buenas noches. No se lo tomen a mal.
De alguna forma había que volver.)
Procedencia de la imagen:
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