jueves, 27 de enero de 2011

Laude


Hay palabras que llegan ¿desde dónde? para poner las cosas en su sitio.

Nos asedian con cercos luminosos y no es raro confundirlas, en medio de la noche, con sutiles estrellas de buen agüero o con destellos de ciudades naufragadas.

Hay palabras sensatas que no saben qué es la contradicción ni el contrabando.

Otras tienen el peso de la lluvia: por donde pasan dejan un rastro de tristeza.

Hay palabras de afán aventurero que gustan demorarse al pie del precipicio, acróbatas de un aire cada vez más espeso, quizás porque no quieren saber nada de redes aunque no ignoren que con frecuencia no hay nadie debajo de las máscaras.

Hay palabras, palabras y palabras.

Muchas son solo exceso. La mayoría se abstrae para no congelarse. Unas pocas tienen la fortuna de encarnar en cuerpos que respiran: sientes sus dientes blancos cuando tu sangre fluye.

Pero solo son de verdad imprescindibles las palabras que no pueden decirse.


***


Imagen: inscripción frente al castillo remozado de Orgaz (Toledo).
Foto ©AJR 2010

lunes, 24 de enero de 2011

Sitio


En una especie de adelanto de la semana santa, impulsado quizás por la sugestión del escenario (Sevilla) y alentado sin duda por ese humano espejismo que consiste en confundir los apetitos propios con las necesidades del común, el líder político conservador se sintió concernido por el espíritu de las siete palabras de Valladolid y dio con una nueva y efectista fórmula del sermón que lleva rumiando desde hace tanto: «España tiene sed de urnas», ha dicho. Lo que todo el mundo ha venido a entender parece claro: «Tengo sed de poder». Quien sabe si al líder conservador y presunto candidato popular, hombre si no culto sí leído y buen cristiano, lo que estaba diciendo no le resonaba en su interior en conciso latín: «Sitio» (la quinta palabra de Cristo en la cruz). No es difícil pensar, viendo a su lado a quien veía a su lado, que la afirmación tuviera además el énfasis de una súplica: «¡¡Sitio!!» Divinas palabras.
En la imagen, la silla gigante de Moaña que durante unos días se alzó sobre la península de O Morrazo, en Pontevedra. Foto de abc.es, tomada de paisajismodigital.com

sábado, 22 de enero de 2011

Anacronismos


Babelia, el suplemento cultural de El país al que aún soy adicto (de otros me he ido quitando: no porque los considere ni mejores ni peores, sino porque no hay tiempo ni paciencia para tanta reseña aleatoria), llega a su número mil y se dedica a hacer inventario de los 20 años transcurridos desde su aparición. El evento da pie a las inevitables listas de títulos y autores, novedades y acontecimientos más destacados en las diferentes especialidades y según los criterios de la nómina de colaboradores habituales.

El repaso de las selecciones me lleva desde la admiración a la perplejidad, sin excluir cierto complejo de culpa por las numerosas lagunas que percibo en mi formación como lector (no tantas en cuanto espectador), sólo compensado por la satisfacción de ver reconocidos en la opinión ajena pareceres o pálpitos que uno cree personales sobre tal cual autor u obra. O sea, lo habitual en estos casos.

Además, el número incluye un artículo de Vargas Llosa, prólogo de su nuevo libro, con lúcidas y pesimistas (¿realistas?) reflexiones sobre la sociedad del espectáculo. Antonio Muñoz Molina dedica su habitual sección a enunciar «20 lecciones» aprendidas en estos años, en un texto lleno de sensatez y altura de miras. Lledó, Gelman y Juliá se ocupan de los balances de poesía, pensamiento e historia, respectivamente. El cine se resume en listas y más listas: habría mucho para discrepar. Y, en fin, Marcos Ordóñez, suponemos que por exigencia del guion (sin acento), tiene que conformarse con elegir cuatro estrenos teatrales de la doble década. Veo con agradable sorpresa que entre ellos sitúa (apoyado por el azar, como él cuenta) La función por hacer, la muy lograda adaptacion libre de Seis personajes en busca de autor, montaje que, después de haberlo perseguido sin suerte por escenarios de Madrid y alrededores, finalmente pude ver el pasado día 15 en el singular (y para mí iniciático) Teatro Victoria de Talavera. La tenacidad mereció la pena. Y mucho.

A falta del artículo de sillón orejero de Manuel Rodríguez Rivero (tantas veces entre lo más enjundioso que Babelia ofrece y que, en este caso, me imaginaba lleno de oportunas concurrencias), quiero llamar especialmente la atención sobre la conversación mantenida por Umberto Eco y Javier Marías en el restaurante Balzac, lugar que alguna vez fue escenario de celebraciones espasiles postenciclopédicas. Ahora acoge una charla distendida y superpuesta entre estos dos grandes nombres de la cultura europea, que se tratan con cortesía doblemente real (por Redonda) y se autocalifican como «anacronismos» al pasar revista al signo de los tiempos y a los efectos de la Red.

La conversación, pese a su carácter entrecortado, acaba siendo ilustrativa y está refrendada por dos buenas fotos de Luis Sevillano, una de ellas, la que se reproduce arriba; la otra, que es la que me hubiera gustado incluir aquí, sólo aparece en la edición en papel. Contemplándolas, me asalta la fugaz impresión de que Umberto Eco, con permiso de Tabucchi, bien podría pasar por el hermano grueso y alegre de Fernando Pessoa. Y en cuanto a Marías, si bien ha vuelto definitivamente anacrónico el nombre de «el Joven Marías» con que solía o suele mentarle su amigo y también académico Francisco Rico, ha ido adquiriendo un perfil gestual que lo asemeja un poco al todavía joven Borges.

Han pasado 20 años. Inane medida. Todo aniversario es, por definición, algo anacrónico.

martes, 18 de enero de 2011

Dados con verbo y penumbra

Transparencia del verbo en la penumbra.

Del verbo, la penumbra en transparencia.

Transparencia en penumbra, la del verbo.

La transparencia del verbo en penumbra.

Del verbo en transparencia, la penumbra.

La penumbra del verbo en transparencia.


Este envite va con un brindis por el poeta Antonio del Camino, amigo entrañable que hoy, 18 de enero, cumple años, una cifra de dos dígitos cuya suma impar rima con el año en curso. Los enlaces sobre algunas "caras" (palabras) de los dados permiten visitar, a modo de mínima antología no del todo aleatoria, diversas páginas de su blog, Verbo y penumbra, un rincón acogedor donde pueden leerse excelentes poemas (entre ellos, un buen número de sonetos de factura impecable), ráfagas inspiradas, reflexiones al hilo de los días, un extenso inventario de fragmentos de época y notas de actualidad sobre actividades culturales en Talavera de la Reina, su pueblo, que es también el mío.

Aunque nuestra amistad se remonta a tiempos casi legendarios y dura toda una vida, no llega a hundir sus raíces tan lejos como este revelador vídeo de Youtube, un hallazgo tan azaroso como (me parece) oportuno: en cierto modo, anticipa el color del tiempo en que nos conocimos e incluso evoca o sugiere escenas compartidas, con una guitarra (en su manos) de por medio.


miércoles, 12 de enero de 2011

Soneto & Goya

Creo que es la primera vez que entre las candidaturas a los Goya figura un soneto: el que Jorge Drexler canta al final de Lope, la bienintencionada pero fallida película sobre Lope de Vega, de cuyo estreno ya dimos cuenta aquí. Aparece en el apartado de mejor canción original.

Que un soneto, colegas, opte a un Goya es un raro suceso inesperado, y como tal debiera ser contado con palabras precisas, sin farfolla. Porque, si bien se mira, que la joya de la corona en métrica, el llamado «monarca del decir acrisolado», aún brille... es un milagro ¡aquí y en Troya! Tiene el soneto huesos tan flexibles, sus arterias soportan presión tanta y su cuerpo levanta tanto peso, que en él son las verdades más creíbles, su vieja melodía aún nos encanta... y en su acorde concuerdan voz y seso.

En fin, y en otra prosa, que me parece que la noticia no debería pasar inadvertida por cuanto supone el ascenso hacia la más candente y efímera actualidad de una estructura u osamenta verbal que algunos pretenden dar por enterrada, por obsoleta o mustia, y que sin embargo, como las queridas aquellas de Espronceda, es capaz de mantener frescos sus encantos.

Con o sin Goya, larga vida al soneto. Que lo diga Drexler.







Que el soneto nos tome por sorpresa

Entrar en este verso como el viento,
que mueve sin propósito la arena,
como quien baila, que se mueve apenas
por el mero placer del movimiento.

Sin pretensiones, sin predicamento,
como un eco que sin querer resuena,
dejar que cada sílaba en la oncena
encuentre su lugar y su momento.

Que el soneto nos tome por sorpresa,
como si fuera un hecho consumado,
como nos toman los rompecabezas,

que sin saberlo nacen ensamblados.
Así el amor, igual que un verso empieza
sin entender desde donde ha llegado.

Jorge Drexler


lunes, 10 de enero de 2011

Una precursora

En tiempos en los que la literatura infantil estaba lejos de concitar en el ámbito de la edición el respeto (y hasta la envidia) de que hoy goza, uno de los nombres que se podía mencionar sin necesidad de más aclaraciones -y sin pedir disculpas- era el de la escritora y compositora argentina María Elena Walsh, que acaba de fallecer en Buenos Aires cuando estaba a punto de cumplir 81 años.

Muy popular en Argentina, donde uno de sus personajes más célebres, la Tortuga Manuelita, es una heroína nacional, y también bien conocida en otros países americanos y en España, uno de los grandes méritos de su literatura, que se extiende a diversos géneros y no se circunscribe al mundo infantil, fue el de superar las convenciones buenistas que, bajo excusas pedagógicas, ponían el acento de los cuentos en la moraleja y tenían a las obras destinadas a los niños encorsetadas entre principios pacatos, cuando no directamente reaccionarios, todo ello muchos antes de que la plaga de lo políticamente correcto viniera a tomar el relevo de la vieja censura.

Hija de padre irlandés y madre argentina, y con ascendientes españoles por esta vía materna, María Elena Walsh contribuyó a que en la literatura para niños escrita en el idioma de la eñe se abrieran camino los aires vivificadores de la poesía lúdica sin necesidad de más coartadas que el buen arte, la imaginación y el despliegue de la sensibilidad.

En una obra publicada en esos tiempos a los que me refería al principio, la colección Cuenta Cuentos editada por Salvat y compuesta por libros y casetes (naturalmente hablo de otro siglo), se incluyeron diversos textos y canciones de María Elena Walsh, entre ellos esta «Canción de la vacuna», cantada por Rosa León y convertida en su momento en todo un hit de una generación que ahora debe de andar superando (incluso ampliamente) la treintena. Sirva de homenaje.


Foto de María Elena Walsh tomada del blog Lisarda Baila Cumbia.