(Recopilo aquí algunos los comentarios que he publicado en mi muro de Facebook sobre la crisis de Cataluña. Tal vez alguna día vuelva sobre ellos, confío en que como mera curiosidad o recuerdo ya digerido de «Los días que cataluñizaron nuestro ánimo», sin más graves consecuencias.)
17 de octubre,
(La cuestión palpitante). Uno de los efectos más positivos de la Transición, y tal vez el que mayor agradecimiento suscita, es el de haber dejado reducida la extrema derecha en nuestro país, también llamado España, a una dimensión poco menos que simbólica, salvo por la impregnación de sus fanatismos en ciertas conductas políticas muy concretas o en los tics autoritarios de determinados personajes —algunos de ellos verdaderos talibanes con micrófono—, pero en ambos casos, y por fortuna, democráticamente controlables y reductibles por el funcionamiento de la ley. Algunos ramalazos de esa barbarie, en su mayoría disfrazada bajo el "hooliganismo" futbolero, se dejan ver aquí o allá. Pero en dosis muy inferiores a las que se advierten en países de nuestro entorno, aunque la publicidad y reiteración que alcanzan a veces nos lleven a percibir erróneamente su importancia.
No ha ocurrido lo mismo, en cambio, con la educación del espíritu nacional, que de asignatura nacionalcatólica impartida de forma obligatoria en toda la piel de toro ha devenido, por mor de las transferencias educativas, en cultivo minucioso y exagerado de las idiosincrasias y folclorismos de todo tipo, a menudo cristalizado en una exacerbada valoración de lo propio. En los casos en que esa libertad de cátedra ha operado sobre identidades fuertes, con sus conocidos bucles melancólicos, ha terminado resucitando viejos fantasmas del peor romanticismo, sometidos a esa simpleza que consiste en afirmar que por haber nacido en un lugar en vez de en otro somos lo que somos y lo que nos creemos, y más que nadie.
Nada es tan simple, claro, pero asombra comprobar que simplismos de facto tan evidentes no sólo conquistan cabezas —tal vez con la coartada del corazón y bajo la doble mentira del odio pacifista— y nublan inteligencias que, a veces con símbolos de pasadas revoluciones en la mano, prestan su entusiasmo para avanzar por la senda de la más rancia épica en franca camaradería hacia el desastre. Algunos no son capaces de verlo, y su ceguera sirve de apoyo pasivo y papanatas a los planes y estratagemas de quienes, poseídos por el fanatismo del rebaño propio, van en manada hacia el alto despeñadero de la patria, y quieren conquistarlo y arrebatarse sin cesar en su fervor mezquino, cueste lo que cueste.
Y sí, no cabe descartar que en esa deriva, la derecha extrema casi inexistente acabe volviendo por sus fueros (propios) y todo se traduzca nuevamente en una variante de guerra carlista, aunque en formato laico, posmoderno y digital. No sé si estamos aún a tiempo de evitarlo. Ojalá se encuentre la fórmula capaz de reducir esa grieta cada día más amplia. Y que la vía de solución, sin duda dialogada pero sin romper la mesa, nos permita dedicar la energía necesaria para corregir el verdadero mal, que es en realidad el grave problema que tenemos pendiente en todas partes: la impunidad de la corrupción y la obscena perpetuación del mal gobierno.
15 de octubre,
(Lecturas en voz alta 📰17). Para que la democracia no muera en la oscuridad o en los malentendidos, hay que seguir pensando. La puesta en primer plano de los sentimientos como criterio para las decisiones políticas hace necesario un esfuerzo suplementario de racionalidad. Y a ser posible ampliando el foco, ensanchando la perspectiva y empleando el pensamiento lateral, más allá de las costumbres y el peso de las emociones primarias. Dignas de ser sentidas y vividas, pero también de ser analizadas para no caer en sus espejismos. Esta colección de referencias de un medio tan prestigioso como el Washington Post puede ser una herramienta idónea. Se la brindo especialmente a mis amigos catalanes, tanto de dentro como de fuera de Cataluña. Y tanto a los nacidos a la sombra de Montserrat o el Canigó, como a quienes proceden de rincones muy diversos de la madre Tierra. Y, por supuesto, como quería el clásico, a la afición en general. Con todo cariño.
13 de octubre,
(NMA, ✋️🌞12). Son tantas las cosas que amamos de Catalunya que causa un poco de tristeza tener que especificarlas. Muy por encima. Está la lengua de Espriu, de Pla, de Pere, de March, de los trovadores. Las calles de Barcelona. El barrio de Sarrià. El amanecer en Roses, la subida a Sant Pere de Rodes, las casas y el azul de Cadaqués. Girona de los dragones, los laberintos judaicos y del cul de la lleona. Torres de la Vall de Boí. Los senderos de Aigüestortes, la lotería de Sort. Serrat, entero y sin fisuras. Casals y Tete Montoliu. La rumba, el Gato y Peret. Los calçots y el Hispània de Sinera. El cine de Villaronga, de Pons, de Rovira-Veleta. Els Joglars (sí, todavía) y Comediants. El Tricicle y La Trinca. La muy noble charneguía, su mezcla vivificante, con Marsé y Gil de Biedma a la cabeza. Maragall y la vaca de su abuelo. Y, en fin, en el estante más noble de mi biblioteca, unos tomos sueltos del «Costumari català». Tal vez la clave todavía esperanzada de un resumen imposible sea aquella canción de Sisa: «Qualsevol nit pot sortir el sol». Así lo dejamos contado en La Posada, hace ya algunos años y a ritmo de palíndromo.
12 de octubre,
(Lecturas en voz alta, 📺📯16). Ya se me van quedando lejos los años, breves pero intensos, en los que una de mis ocupaciones fue la de impartir cursos de comunicación en empresas. En ellos pude vivir algunas experiencias curiosas, como la de comprometer seriamente en la composición de un soneto a toda la cúpula directiva de una destacada empresa del sector industrial. Y con resultados no del todo desdeñables. Durante esa época me interesé a fondo por el lenguaje no verbal, a partir de fuentes primarias como el clásico manual de Flora Davis y tras profundizar en algunas otras referencias interesantes recibidas en la Facultad de Ciencias de la Información durante los estudios de periodismo. El lenguaje no verbal ha tenido desde entonces una presencia cada vez mayor, aunque todavía muy secundaria, a la hora de contextualizar el análisis informativo, y sobre todo se ha convertido en una asignatura principal en el entrenamiento de políticos, directivos y comunicadores en general.
Este artículo de Martín Ovejero, recibido en mi red de LinkedIn, me parece que contiene, junto a muchos detalles bastante obvios, algunas precisiones perspicaces sobre la ya celebérrima sesión del pasado día 10 vivida en el Parlament de Catalunya, cuyos reales extremos significativos, a fuer de infrarrealistas más que surrealistas o «dalinianos» —como también se han calificado por evidentes proximidades—, aún están pendientes de desciframiento. La conclusión del analista es que Puigdemont y el bando independentista, con sus diferentes grupos y líderes integrantes, evidenciaron con sus gestos, posturas y ademanes una clara «experiencia de derrota», pese a que la tramoya externa de la escenificación quisiera transmitir algo bien distinto.
El análisis, como digo, contiene datos interesantes y es digno de lectura. Lástima que, más allá de la especializada disciplina de la comunicación de la que parte, no tenga en cuenta que el proceso comunicativo incluye también otros ingredientes y preste tan escasa vigilancia a los aspectos discursivos y semánticos de la información. Quiero decir que debería cuidar un poco más la redacción, la sintaxis, la claridad del mensaje. Incluidas cuestiones tan básicos como la correcta grafía de los nombres, empezando por ese "Puigdemon", que a estas alturas ya hasta los correctores automáticos de las principales redes tienen bajo control. Sin necesidad de ser quisquilloso, la correcta ortografía debe formar parte del decoro exigible en la emisión de cualquier mensaje escrito. Es, en cierto modo, el «lenguaje no verbal» de la escritura.
11 de octubre,
(NMA, 🤡11). Comienzan a llegar los apoyos internacionales que, entre otras cosas, busca Puigdemont con su independencia en diferido. O ese «proceso de defirimiento para la implementación definitiva del tránsito hacia la independencia», que dice Sergi Saladié, diputado de la CUP en el Parlament. Sin parpadear. Este lenguaje de ejecutivo de medio pelo, injertado en un discurso supuestamente antisistema, dice mucho del papanatismo y patanismo con que la parte menos cerebrada de la población catalana está complicando la vida de sus conciudadanos, que somos todos. ¡Pero qué les han enseñado a estos chicos y chicas en la escuela! No es extraño que los de Charlie Hebdo, con la lupa exagerada pero esclarecedora del humor, lo vean así.
10 de octubre,
Si no hay "seny"
que haya sensatez y cordura
para que vuelva a haber "seny".
10 de octubre,
(Novelas de unas pocas líneas, 42)
Sin fronteras
La carcajada entró por Port Bou y, tras resonar en todas las montañas sagradas, acabó en un escape de gas por la partes bajas del desfiladero. «Prosiga el Mosén», dijo el senador.
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Óleo de A. de Vargas: El niño tambor del Bruch, s. XIX. |
Diez días que «cataluñizaron»
al mundo y una hora
que arrugó a Puigdemont.
9 de octubre,
Leo algunas reacciones sobre el discurso de Borrell en la manifestación de ayer y me asombra la forma en que mentes otrora sensatas se dedican a meter palos en las ruedas de la poca cordura que va quedando. Supongo que de forma inconsciente, porque las intenciones hay que ponerlas a salvo. Pero tampoco hay que echar en saco roto la figura del «tonto (ingenuo) útil». Gentes que hasta hace poco defendían una actitud de apertura mental, criticaban la irracionalidad insolidaria del nacionalismo y ponían como eje central de sus opiniones políticas un mundo con cada vez menos fronteras, militan ahora en una actitud radicalmente contraria. Y son capaces de hacerse trampas en el solitario para intentar justificar su viraje hacia posiciones racionalmente incompatibles con las que hasta ahora defendían. Aduciendo, en ocasiones, motivos sentimentales, muchos de ellos escudados en la «brutal represión» del día 1, aunque en privado reconozcan que de brutal tuvo poco. Y que las barbaridades que estaban esperando, aunque las hubo, fueron contadas. O no llegaron a producirse. Pero son ahora la roca firme en que se apoya su cambio de criterio. Aunque puede que todo sea un gigantesco equívoco, y a la inconsciencia (o tontuna) haya que unir la hipocresía. O, incluso peor, el cinismo. Habrá que documentar estas posturas para saber dónde estaba cada uno y qué hizo cuando aún parecía posible evitar el desastre.
8 de octubre,
Gran discurso de Borrell en Barcelona. Ya había desmontado, como nadie, las mentiras del nacionalcatalanismo. Sus palabras de hoy son de una cordura luminosa. La necesaria sensatez. Y crean un gran momento: una referencia ya inexcusable. Ojalá marquen también el camino para encontrar la salida del atolladero.
8 de octubre,
Gente que sale a la calle,
en su inmensa mayoría,
para poder volver a casa.
7 de octubre,
Seny, cordura. No hay otro camino. Me identifico con lo que cuenta Muñoz Molina en este artículo, que tan bien describe mi propia desazón, y tomo especial nota de este párrafo: «Lo urgente es establecer, improvisar, un espacio de concordia, por precario que sea, empezando por el logro mínimo de esforzarse uno mismo en no decir nada o hacer nada que pueda agravar el encono».
(Lecturas en voz alta,
🛎14). Ojalá haya alguna fisura en la
lucidez de Montano (quiero decir, en sus argumentos y, sobre todo, en su conclusión). Pero su visión de lo que está pasando, desde la perspectiva de una generación que por poco no llega a ser la mía –aunque puede que también me escurra de ella por abajo–, me parece que logra enlazar los tres o cuatro factores determinantes. Veremos (ojalá) lo que el tiempo acaba sentenciando. Y confiemos en que no sea tan nefasto como algunos pronósticos auguran. Que, además de sentenciar, el tiempo (nos) agota.
Última hora. La Generalitat puede estar pidiendo la mediación del Vaticano. Tiene su lógica en un procés ideado por un mosén.
Otra vez vuelve l'estaca.
Los vampiros huelen sangre.
«Ese Llach, cállese»
Las lágrimas de Piqué. Qué gran ocasión perdida para contribuir a la convivencia. No sé si, a estas alturas, es posible observar sin prejuicios la reacción del jugador del Barça y de la selección nacional española. Me gustaría intentarlo. Sin dejar de relacionarla con la fácil deriva hacia el patetismo potenciada por muchas imágenes bochornosas, deleznables, de lo que estamos viviendo, yo me creo y comparto la tristeza de Piqué ante la cruda violencia del 1-O, empatizo con su defensa del pueblo catalán como colectividad pacífica y sensata, y hasta me puedo llegar a emocionar ante las lágrimas que acuden a sus ojos azules de "noi" bien alimentado, de chicarrón del Este. Pero qué poco le hubiera costado añadir algún explícito reconocimiento, poco más quizás que un gesto educado, hacia esa otra parte, también innegable, de su condición de deportista triunfante a la que le debe un haz no menor de su proyección internacional y, por ende, un tampoco despreciable porcentaje de su pecunio: España. No se hubiera arreglado nada con ello. Pero tendríamos, aunque pequeño, un indicio de esperanza. Lástima de ocasión perdida. Cada vez quedan menos..
2 de octubre,
(NMA, 10😨). Respecto a las declaraciones de Rafael Nadal sobre lo ocurrido ayer en Cataluña, me llama poderosamente la atención que nadie, al menos que yo sepa, le haya reprochado la «barbaridad» de una de sus afirmaciones. Copio literalmente: «No es el momento de buscar culpables, aunque sí los hay. Las guerras normalmente las hacen los poetas, al final ha habido gente que ha querido manipular información encendiendo más de la cuenta a la sociedad y esto ha generado un caos que no debería suceder en el siglo que estamos». No es difícil tratar de entender que cuando dice «poetas», lo que quien tal vez sea el mejor deportista español de la historia esté queriendo criticar sea el exceso de vehemencia, de retórica, de demagogia. O que incluso esté citando alguna opinión oída o leída en algún lugar. Pero no deja de ser espeluznante (sic) que, tan llana como impunemente, se pueda utilizar la palabra «poeta» como sinónimo de demagogo, exaltado, mentiroso incluso. Tal vez de confusiones conceptuales como esta —puede que anecdóticas pero también significativas— esté empedrado el infierno de evidente incomunicación y borrosas realidades sobre el que va creciendo el desastre que vivimos.
2 de octubre,
Entre senyeras, rojigualdas, táperes y urnas, de momento quien de verdad "gana"
es el comercio chino.
2 de octubre,
Lo peor de la violencia desmesurada, injustificable, absurda de ayer es que supone un salto cualitativo en el estado del problema, ha arruinado toda posibilidad de resolverlo desde dentro y está a punto de convertir en cautivos sin posible redención a quienes hasta antes de ayer mismo no estaban dispuestos a asumir que un pueblo pueda ser secuestrado por sus demonios. Y no hablo ya de Catalunya ni de Cataluña. Hablo, como Jaime Gil, de este país de todos los demonios que parecía haber encontrado en las últimas cuatro décadas un camino de convivencia posible y que, de no mediar un verdadero ESFUERZO COLECTIVO, corre el peligro de volver a hundirse en una honda nada de odio y miseria. Lo peor de la violencia de ayer es que puede convertirse, por una y otra parte y por todas las partes, en la coartada infame e irracional de un terror mayor.
2 de octubre,
Suscribo este análisis lúcido, mesurado y muy completo desde el punto de vista, digamos, humano, de Jabois. Lástima que opiniones así no estén en el centro de este maremágnum.
1 de octubre,
Última hora en Catatonia. Por fin la cuestión llega a niveles serios: el partido Barça-Las Palmas en peligro.
1 de octubre,