Acabo de enterarme de la muerte de Jesús Mosterín, una de las personas más inteligentes y con mayor amplitud de miras intelectuales que he conocido. Su labor como filósofo y divulgador de un forma de pensamiento interdisciplinar, basada en una curiosidad infinita y centrada en los espacios de confluencia de las ciencias duras, la lógica formal y la reflexión humanística, con un especial instinto para detectar los temas esenciales, ha quedado plasmada en una extensa y muy valiosa obra de alta divulgación. Fui editor de algunos de sus textos menores, sobre el pensamiento de la India y sobre las escuelas filosóficas del siglo XX, en los «Temas Clave» de Salvat, editorial de la que durante algunos años fue uno de sus más importantes directivos, con responsabilidades sobre las relaciones internacionales de la empresa. Durante esa época lo traté como jefe y, pasando el tiempo, como amigo, y de él aprendí unas cuantas lecciones, no sólo profesionales, que no he olvidado. En los últimos tiempos, junto con la culminación de su extenso y personal repaso de la historia de la filosofía, centró su interés en temas como el proyecto Gran Simio, los derechos de los animales o el derecho a una muerte digna. Ha fallecido a los 76 años a causa de un cáncer y en plena lucidez. Descanse en paz.
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