(Al paso). En el Festival de las Ideas, espacio de la Plaza de España, y cuando el primer heraldo del otoño parece haber llegado a Madrid, Michel Houellebecq compareció para apenas hacer algunas bromas, toser algunas risas, mostrar una profunda apatía verbal, afirmar con convicción, o pidiendo clemencia, "J'aime beaucoup Perec", y firmar (supongo) más de un centenar de libros. «Ça va, Mich!», le oigo saludar a alguien. Y luego, quizás: «Ah, 'bribón', vous êtes le Voyou!». Una sonrisa tirando a mueca no exenta de cordialidad fue la respuesta. Me fui en busca del bus 1 repitiendo los viejos juegos de palabras: «Houellebecq, Houellebecq..., oú est le bec; et encore, où est l'évèque?». Viejas glorias. Un día lo leí con gusto. Hoy..., no sé.
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