Cuando fui a buscarla a su casa de Alberto Alcocer para una lectura en el Aula de poesía del Johnny (CM San Juan Evangelista), Gloria Fuertes me hizo pasar a una salita con una mesa camilla «mientras termino de arreglarme para el sarao». Entró en otra habitación de la casa y yo curioseaba los cuadros y fotografías colgados en las paredes del salón. En una foto me pareció reconocer a Carlos Edmundo de Ory, del que entonces yo apenas había leído nada, aunque sí había visto algunas fotos, quizás en La Estafeta Literaria o en las páginas de huecograbado de ABC.
—Este parece el fundador del postismo —dije para hacerme el interesante, cuando Gloria ya había vuelto al salón y encendía un cigarrillo.
—Sí, el mismo. Carlitos. Menuda pieza. Y qué poeta más loco. ¿Sabes que fue novio mío?
—¡No me digas! ¡Menuda pareja harías!
—Pues sí. Delirios de juventud. Aunque tuve otro novio antes. Manolo mío: mi madrileño marchoso, maduro melocotón maleable…
—¡Qué bueno!
—Siempre me ha gustado mucho la fruta, jaja… Y no necesariamente los plátanos.
Advertí claramente el doble sentido pero no me sentía cómodo y decidí pasarlo por alto.
—Y eso del postismo, ¿exactamente en qué consiste?
La poeta —poco antes me había dicho que si se me ocurría llamarla “poetisa” me arreaba— dio una calada al cigarrillo y me miró con gesto no sé si de conmiseración o de fastidio.
—¿Pero tú no estás en la Universidad?
—Solo estoy en primero y estas cosas en Periodismo no se enseñan.
—Ya, estaba de coña. Lo del postismo en realidad no pasó de una aventurilla. Al menos para mí. Poco más que un pecado de juventud. A otros, en cambio, parece que les ha cundido más.
—¿Pero en qué consistía, cuál era su credo estético?—solté de un tirón y cayendo de nuevo en el afán de hacerme el interesante.
Gloria me miró entonces con aquella sonrisa suya de payasa buena, rematada con un arqueo de cejas algo burlón.
—Mira, niño, esas son cosas no fáciles de explicar, están en los libros y si quieres te las estudias.
—Pero una idea básica, un eslogan, algo definitorio…
—A ver: ¿tú en qué crees que pueden estar pensando un grupo de muchachos y muchachas decididos, de pura hambre atrasada, a comerse el mundo?
—¡En la Revolución!
—Sí, claro, en la revolución, en la revelación... y en el revolcón, eso seguro. Mira, el postismo como su nombre indica es lo que viene detrás del último ismo. ¿Sabes eso, no?
—Las distintas escuelas y tendencias vanguardistas —dije recordando lo que le había oido explicar a Marta Portal en las clases de literatura.
—¡Ahí, ahí…! Pues después de todo ese barullo, el postismo quería ser una recuperación de las voz propia no sometida a dictados externos. Vamos, que después de los ismos…
Hizo una pausa y sonrió al ver mi cara de expectación.
—Después de los ismos… ¡pos tú mismo, pasmao! ¡Postismo por ti mismo!
Aunque me mosquée no poco, enseguida me sumé a su carcajada franca y rotunda, como eran por entonces todas las suyas. Volvió después a bromear con las ínfulas de los poetas y a interesarse por mis cosas y mis amistades. Durante el trayecto hasta la Avenida de la Moncloa conversó muy divertida con el taxista, que la había reconocido porque para entonces, a mediados de 1976, Gloria ya llevaba años saliendo en la tele y era muy popular.
El recital fue todo un éxito. Se presentaba además la edición de Cátedra de sus «Obras incompletas» y pasamos una tarde y una noche intensa y divertida, aunque no exenta de algún incidente…
(LUN, 187 ~ Tiempo contado, Homenaje a GF en el 25º aniversario de su muerte)
No hay comentarios:
Publicar un comentario