(En voz alta). La muerte —eso dicen— de Quino, a los 88 años, es una de esas noticias que aún son capaces de sacarnos del notable muermo en el que estamos apandemiados. Una vez a Julio Cortázar le preguntaron qué opinaba de Mafalda. El autor de Rayuela, quizás sin levantar los ojos del juego, ensimismado en su altura, dijo que lo que él opinara de Mafalda era irrelevante; lo importante era lo que Mafalda opinara de él. Nos pasa a muchos. Esta larga y bien medida necrológica, del diario argentino Clarín, recoge esas y otras muchas opiniones y referencias en un texto que además tiene la virtud de acercarnos la maravillosa e inconfundible lengua de Mafalda. Buen viaje. Por maestros como Quino muchos hemos fantaseado a veces que tal vez no fuera un mal destino vivir la vida como dibujo animado.
miércoles, 30 de septiembre de 2020
lunes, 28 de septiembre de 2020
Guía Touring de la Movida
(En voz alta). Con su habitual solvencia y sabiduría sobre temas musicales (y no sólo), Diego A. Manrique da el espaldarazo a la recién editada Guía del Madrid de la Movida, obra de Patricia Godes y Jesús Ordovás publicada en la muy querida y cercana Anaya Touring. Aún no he podido tener físicamente el libro en mis manos, pero por los adelantos vistos y conociendo bien los planteamientos de fondo, siempre tendentes a lo exhaustivo, y la profesionalidad del equipo editorial, no me cabe ninguna duda de que estaremos ante una obra memorable sobre el tema, tal vez definitiva. Las palabras del exigente Manrique son ya un buen presagio: «[he aquí un] sólido tomo publicado por una editorial especializada... con una barbaridad de fotos, mapas, memorabilia, testimonios... [y que] ofrece una visión desprejuiciada de la multiplicidad sonora de la capital». Ardo en deseos de comprobar que eso es así y, de modo particular, que el papel desempeñado por el barrio de La Prospe en esa historia está bien recogido. Volveré sobre ello.
Ámbar
sábado, 26 de septiembre de 2020
¿Un shakespeare inédito?
martes, 22 de septiembre de 2020
Los días `"vallejo"
César Vallejo retratado en el verano de 1929 en los jardines de Versalles, París.
Foto de Juan Domingo Córdoba Vargas (fragmento).
(Los recuerdos en cascada). Está mañana, mientras trataba de encarar el día, hubo un momento en que, sentado sobre el borde de la cama como en un cuadro de Hopper, adopté un gesto tan pensativo y triste que en seguida se me vino a las mientes (o como se diga: vaya frase) esta conocida foto de César Vallejo, que bien mirada, dentro de toda su nobleza, tiene algo de pose o de “gesto construido para la posteridad”. No sé. Lo que sí sé es que el paisaje que los poemas del poeta peruano alcanzaron a dibujar tiene mucho que ver con este tiempo raro que vivimos y en el que cada día se nos hace más urgente la necesidad de inventarnos una lengua capaz de pronunciar cosas hasta ahora inconcebibles, por más que su runrún haga ya tiempo que nos venía dando señales y hasta enviando mensajes que, poco a poco y si somos capaces (“caos” dice el Enano) de manejar este estado perplejo que no cesa de crecer, se van volviendo evidentes, o al menos de insoslayable presencia. Tortuosas palabras. No sé. Es muy probable que lo que Vallejo sintiera en sus días ateridos esté todavía hoy iluminando zonas de la realidad que nos cerca. Y es posible que esa visión y ese estado de necesidad fueran lo que lo impulsara a hablar del modo en que lo hizo, con un lenguaje en apariencia retorcido e incluso obtuso, cuando probablemente era el único camino recto de decir las cosas. La imagen de Vallejo me pone delante de los ojos, con el pensamiento o en esa su caja de resonancia que es la memoria, otra frase leída en un muro en un día ya lejano de mi juventud pero que, ahora lo sé, fue escrita para momentos como quizás sean estos, aunque sepamos aún tan poco de su naturaleza. Decía así: «Y qué verán los hombres futuros cuando miren los ojos de los poetas muertos...». Su autor fue Carlos González, un estudiante de Psicología que murió asesinado por el fanatismo en una manifestación. Corría, creo, el año 1976. Pero ya es hoy.
lunes, 21 de septiembre de 2020
Desmemorias y rebotes
(Al filo de los días). A veces los invisibles se vuelven, además, irreconocibles. Tres años después de su escritura paso por esta NUL (ver abajo), y aunque recordaba bien el “asunto al fondo” (el inexplicable “cabreo” y desaparición de un “amigo” —en este caso no sólo de FaceBook—, después de un intercambio diría que pacífico de opiniones sobre el pintor Richard Dadd), se me había borrado la referencia del libro cuya página se reproduce en la foto, pese a que ha sido una obra que he tenido con cierta frecuencia a mano y que he leído, a menudo de forma fragmentaria, varias veces. Anotaré ahora, por si en el futuro el Dr. de Cuyo Nombre No Logro Acordarme sigue haciendo de las suyas, que se trata de El mono gramático, de Octavio Paz, en la edición de Seix Barral (septiembre de 1974), y que el libro está abierto por las páginas 102-105, al borde del capítulo o fragmento 20, dedicado a comentar, precisamente, la muy insólita y terrible historia del pintor Richard Dadd, y en concreto del extraordinario e inquietante cuadro The fairy-feller’s masterstroke, que pintó durante nueve años mientras estaba encerrado en el manicomio de Broadmoor. La historia de este cuadro, cuya pista me refrescó entonces mi fugitivo amigo, es por sí misma tan intensa que no diré sobre ella nada más que lo ya anotado: rastros suficientes para que el curioso lector concernido pueda hacer su propia pesquisa y, en todo caso, también suficiente para que en una hipotética ocasión futura yo mismo como lector pueda sobreponerme al desconcierto. Google y sus herramientas de búsqueda han cambiado de tal manera nuestro modo de estar en el mundo que ya nada es lo mismo. Aunque nos cueste mucho trabajo darnos cuenta. Y no siempre, ja, eso sea sinónimo de felicidad.
Robots escribanos
(En voz alta). Un artículo escrito por un robot. Algo más que curioso. Y digno de meditación. Inevitable escuchar al fondo la voz susurrante de HAL9000, el robot “confundido” de 2001: A Space Odyssey que poco antes de ser desenchufado recordaba la canción con que inició su aprendizaje, tal como en realidad le ocurrió al primer ordenador de IBM programado para tal tarea. Un tema crucial. Tal vez, el tema.
El mensajero
sábado, 19 de septiembre de 2020
Volviendo a El cochecito
(En voz alta). Había pasado tanto tiempo desde que vi por primera y (hasta ayer) única vez El cochecito (1960), que la disfruté casi en estado de gracia y con los ojos como platos. Como pude comprobar después que había escrito alguien, es una película que no se parece a ninguna otra, aunque tenga una clara filiación “generacional” (en el doble sentido, genérico y de época) y la indeleble marca del humor de Azcona y su mirada tiernamente cruda, sin concesiones ni posibles refugios. Y el genial pulso cinematográfico de Marco Ferreri. Una obra maestra, de principio a fin. Y una obra insólita.
algunos detalles que no llegaron a filmarse, ninguno de ellos, en lo que se me alcanza, sin que afectara para nada a la integridad artística de la obra, que ha llegado a nosotros fiel a sí misma —es decir, a la intención creativa de sus autores—, una vez recuperado el final “venenoso” que la censura obligó a cambiar en su momento.
«ÁLVAREZ deja en el aire la frase para acudir en auxilio de su señorito que ahora chilla asustado:–¡Lo chino...!, ¡lo chino...!Se refiere a unos japoneses que están desembarcando de un autocar. El paciente ÁLVAREZ lo calma:–Tranquilo, don Vicente... Que los chinos no hacen nada. —Y le explica al jubilado—: Es que tiene pánico a los comunistas. Como su madre, claro.–Y se comprende.–Empuje usted un poco, mientras me termino el bocadillo.–Con mucho gusto, señor Álvarez.»
viernes, 18 de septiembre de 2020
Nueva traducción de The Waste Land
(En voz alta). Hace ya un par de meses (signifique lo que signifique meses) que llegó a las librerías “la traducción de Luis Sanz Irles de The Waste Land, tan anunciada, por fin acometida y felizmente concretada. Devolver al poema en español su condición de “artefacto sonoro”, sin menoscabo de la cabal comprensión de su contenido, tal es el principal señuelo con que se nos ofrece esta novedad. El vídeo, muy cuidado, invita de forma convincente a dejarse conquistar una vez más —o la primera, que de todo habrá— por uno de los grandes poemas del siglo XX, con toda probabilidad —por activa y, sobre todo, por pasiva— el más influyente en la evolución de la poesía escrita en Occidente en la última centuria y capaz aún no sólo de conmovernos sino también de iluminarnos.
jueves, 17 de septiembre de 2020
De Irazoki (FJ) a Irazoqui (E)
»Ayer murió Enrique Irazoqui. Con diferente grafía, compartíamos el primer apellido (el suyo con q; el mío con k). Nacido en Barcelona, a los 19 años triunfó al interpretar el papel de Cristo en El evangelio según San Mateo, célebre película de Pier Paolo Pasolini. Economista, se alejó del mundo del cine para dedicarse a dar clases de literatura. Después, inesperadamente, organizó torneos de ajedrez entre computadoras. Fue el árbitro de la partida de ajedrez entre un campeón del mundo, el ruso Vladimir Kramnik, y un programa informático. La noticia de su fallecimiento ha pasado inadvertida en una prensa española entregada a las simplezas políticas. Los directores se sirven otra copa de chascarrillos».
martes, 15 de septiembre de 2020
Aniversario
Dado superior
Arte ciclista
GPS Doodle
(Al filo de los días). Por cosas así también es el ciclismo el deporte más hermoso. (Ante la imposibilidad de enlazarlo, copio el artículo de Enrique Vila-Matas).
Adiós a Franco Maria Ricci
lunes, 14 de septiembre de 2020
Lugares del amor
domingo, 13 de septiembre de 2020
Jardines Benedetti
Centenario de Mario Benedetti, poeta uruguayo y durante años vecino de La Prospe (en Ramos Carrión, 7). Los Jardines cercanos, en el cruce con Clara del Rey, llevan su nombre. Aquí lo contó Juan Cruz.
sábado, 12 de septiembre de 2020
jueves, 10 de septiembre de 2020
Redes y trampas
(En voz alta). Estuve viendo anoche este interesante documental, inquietante en más de un sentido, un eslabón nuevo en esa ya tan larga como acaso inútil cadena del “qué está haciendo Internet con nuestras mentes”. Aun a costa de predicar en el desierto y aumentar cierta fama de Jeremías lamentador que, si no lo percibo mal, me acompaña desde mi presencia en estos ruedos, iba a comentar lo que me parecen los aspectos más destacables de la pieza, pero este artículo de Xataka lo hace muy bien, incluidas las pegas, así que saldaré mi impulso con una recomendación doble. Merece la pena.
La azotea
Siempre que camino en soledad por Eburia, generalmente a horas nocturnas, incluso ya avanzada la madrugada, mis pasos acaban conduciéndome a las bien conocidas calles del Casco Viejo, por rincones llenos de recuerdos y vagas sensaciones, a veces también con ramalazos de cierta viveza, sobre todo ahora que, tras una decadencia aún no conjurada, parece que la zona ha vuelto a recuperar algo de pulso.
miércoles, 9 de septiembre de 2020
Narbona sobre Aramburu
martes, 8 de septiembre de 2020
Qué largo me lo... tocáis
(En voz alta). Lean este reportaje sobre la duración de una interpretación musical y después digan si no es “razonable” que pasen ciertas cosas. Y una pregunta: ¿habrá nacido para entonces, en 2640, alguien que se haya podido hacer cargo mínimamente del contenido de fondo de Finnegans Wake... y no estar loco? Si esto no es, en realidad, la broma eterna, que venga Alpha y lo Omega.
lunes, 7 de septiembre de 2020
Las niñas: un miniatura delicada y terrible
Unos acordes...
(En voz alta). Unos acordes oídos al azar en la radio conectan de pronto, en las neuronas profundas, con la pieza más gorgojeante (!) de Jethro Tull. Y, gracias a la actual tecnología, los recuerdos son deseos que son actos (no tardará en llegar el momento en que el solo desearlo será suficiente para reproducirlo). Aquí están esas ráfagas que tantos ratos buenos nos dieron en nuestra juventud, ahora con un Ian Anderson (nuestro mejor conductor por el reino epiceno de Hamelin) ya talludito pero aún juguetón. Y una sugerencia (probablemente absurda) sobrevenida: ¿no hay cierto parecido razonable con Arguiñano..., especialmente en algún gesto? En todo caso, rico, rico.
Afición tanta
1
viernes, 4 de septiembre de 2020
Subida al Monte Toro
jueves, 3 de septiembre de 2020
Horizonte dado
miércoles, 2 de septiembre de 2020
Fenómenos imposibles
martes, 1 de septiembre de 2020
Secretos de la tribu
(En voz alta). Segredos das terras altas de Quiroga. Asuntos de mucha raigambre. La difícil mirada hacia lo hondo. Interesante reportaje en El País.
Leer (o no) la prensa
(Resonancias). La Nota Moderadamente Apocalíptica sobre el peligro de desaparición de la prensa libre es de hace, justamente, tres años. Por una extraña reiteración cronológica que me viene ocurriendo a menudo, esta mañana me he despertado pensando que uno de los grandes inconvenientes de la comunicación en nuestro mundo es la cada vez más rara lectura de la prensa en papel, dado que acrecienta la dificultad para compartir “lugares comunes” y supone una gran merma de trasfondo para los posibles diálogos. Releyendo hoy el texto, no tengo ninguna duda de que la situación es peor. Si bien me parece que corresponde a un mundo del que tengo la impresión de que está mucho más lejano en el tiempo de lo que deberían parecerme “sólo” tres años. Claro que han ocurrido cosas que eran inesperadas. Y que, con ellas, una de las dimensiones más alteradas es, precisamente, el tiempo, ese enigma.
(NMA, 5). Uno de los grandes peligros que se ciernen sobre el futuro inmediato de nuestra sociedad es el del empobrecimiento e incluso desaparición de la prensa libre, competente, fiable. Las dificultades que ya hoy tiene cualquier ciudadano medianamente avisado para tener información relevante y lo más completa posible de lo que ocurre, en un mundo cada vez más complejo y, pese a las apariencias globalizadoras, disperso e invertebrado, son directamente proporcionales a la multiplicación de supuestos medios informativos «serios y razonables», en los que, sin embargo, cada vez se adelgazan más las diferencias entre información y opinión, relevancia y publicidad, interés común y curiosidad mórbida.A lo que hay que añadir el inmenso ruido de la riada que la cháchara interminable de las redes sociales hace afluir en todas direcciones, con una contundencia tal y unos perjuicios a menudo tan asoladores, que realmente dejan chicos los efectos cada vez más indudables del cambio climático.Para complicar aún más las cosas, en este escenario no faltan, más bien al contrario, los viejos tics autoritarios del poder, tal como muestran, entre otros recientes comportamientos, las represalias tomadas contra el director del informativo de la 2, una isla en la planicie telediaria de RTVE, o las maledicencias del Gobierno catalán contra quienes han evidenciado sus tejemanejes, por poner sólo dos ejemplos cercanos.Estos viejos pulsos entre el poder y la prensa libre por el control del «relato de la realidad» no son algo nuevo, ni mucho menos. Sólo que ahora se vuelven mucho más confusos y de efectos más devastadores porque se producen en un panorama donde cada vez es más difícil estar seguro de nada. En el terreno informativo, me refiero. Que de otras certezas o dudas no hablo ahora.La desaparición del periodismo tal como lo hemos conocido no tendría que suponer ningún problema si fuera acompañada de un cada vez más autónomo acceso a la información de calidad, algo que los nuevos medios tecnológicos sin duda hacen posible. Pero el paulatino ahogamiento de la capacidad influyente de la prensa libre por exceso de guirigay y embotamiento generalizado enciende algunas alarmas sobre el inmediato futuro de nuestra capacidad, no ya de influir sobre el devenir del mundo, sino simplemente de saber qué rayos está ocurriendo a la puerta de nuestra casa.